El primer obús ruso lanzado desde una colina cayó en un campo cercano. “Ahora corrigen, esto llevará algunos minutos y luego caerá por todos lados encima nuestro y de la ciudad”, advierte Yegor, un soldado de 34 años.
En la caótica batalla por Barvinkove, en el frente este de Ucrania, aparece con pantalones de mezclilla y chaleco antibalas Sviatoslav Vakarchuk, el cantante más famoso de Ucrania, del grupo de rock “Okean Elzy”. Un soldado corre hacia él para tomarse un selfi.
“Hemos venido a levantar la moral de las tropas, ver a los chicos, les cantaré alguna cosita”, dice la estrella de 46 años y quien llevó su guitarra.
“Su moral es fenomenal”, asegura, sin apartarse de su misión. “Bueno, no están contentos de estar aquí (...) Pero están muy determinados y decididos por la victoria. Es por eso también que venimos, para que comprendan que irá bien”, añade.
Pero después de dos meses en este frente caliente de la guerra y de dos duras semanas tratando de contener la ofensiva ordenada por el Kremlin en esta región, las cosas no van tan bien.
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“En el plano de la moral, la situación es complicada. No es todo rosa”, confirma Irina Ribakova, oficial de prensa de la 93ª brigada.
“Por supuesto, estábamos preparados para esta guerra, sobre todo para el ejército profesional, pero para los reclutas, es más complicado”, explica la militar, mientras se oye el estruendo de un ataque ruso.
Guerra psicológica
En la entrada a Barvinkove, a unos 5 km de donde están las tropas rusas, seis soldados que vigilan un punto de control están preparados para lanzarse en cualquier momento a su trinchera, que cavan a diario con la pala.
“Si no, estamos muertos”, resume Vasil, de 51 años, alistado con su hijo Denis, de 22.
Un fuego de leña calienta un recipiente hecho con chatarra militar, donde flotan algunas zanahorias sin pelar, papas y cebollas. Los suministros, con el respaldo de la población local, han ido bien “a excepción de los cigarrillos”.
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Y, oficialmente, en el frente no se bebe ni una gota de alcohol.
En el búnker, los seis soldados duermen apretados en colchones entre dos turnos de guardia. En este sitio, la noche es todavía peor que el día.
“Para la guerra psicológica”, el ejército ruso escoge la oscuridad para disparar sus armas de mayor calibre, afirma Ribakova.
Plantado en medio del campo se ve un cilindro de tres metros de altura. Es el propulsor de un Tochka, un inmenso misil balístico de corto alcance de fabricación soviética.
Su carga estalló en la noche del viernes al sábado cerca de una escuela abandonada que sirve de base a los soldados y dejó un cráter de 15 metros de diámetro.
Como un ajedrez
Moscú anunció el viernes que quería establecer un control total sobre el sur de Ucrania para “garantizar un corredor terrestre hacia Crimea”, una parte de Ucrania de la que Rusia se adueñó en marzo de 2014.
Varias localidades como Izium o Kreminna cayeron estas dos últimas semanas y Rusia sigue arañando nuevas posiciones mientras que los ucranianos se limitan desde hace días a contener.
“Tenemos una línea de frente muy fragmentada, que no sigue un río, una carretera o una autopista. Ahora es un pueblo para nosotros, uno para ellos, uno para nosotros, como un ajedrez”, dice Ribakova.
La región por completa se ha remodelado para frenar la llegada del enemigo: hueco en las vías ferroviarias, kilómetros de trincheras, puentes volados, cuadrados de hormigón retirados de las carreteras, preparados para acoger minas que exploten cuando pasen los blindados rusos.
En la batalla por esta zona de Ucrania, las pérdidas son ya elevadas, reconocen los soldados. La administración militar local se niega a dar una cifra.
Al ser preguntado por ello, un soldado se desahoga en un torrente de insultos contra los rusos y luego en un mar de lágrimas que no puede contener. Su brigada, la 25ª, ha sido “la más duramente tocada” estas tres últimas semanas, dice.
“He perdido un muy buen camarada. Su mujer debe dar a luz en algunos días, preferimos no decir nada”, explica.