El 10 de octubre de 1967, un día después de su muerte, el cuerpo del guerrillero argentino Ernesto Che Guevara se mostró en una morgue improvisada en Vallegrande, en el sur de Bolivia, donde intentó lanzar una nueva revolución.
Marc Hutten, fotógrafo de la AFP, fue uno de los pocos periodistas extranjeros testigos de esta escena. Sus fotografías en color del cadáver del mítico compañero de armas de Fidel Castro dieron la vuelta al mundo.
El ejército boliviano afirmó en aquel entonces que el Che murió a causa de sus heridas. Más tarde se sabría que fue ejecutado tras haber sido hecho prisionero.
Marc Hutten falleció en 2012. Solo un poco de sus fotografías de ese reportaje figuran aún en los archivos de la AFP.
A continuación, la histórica escena ocurrida hace 50 años, tal y como la describió en una de sus notas, difundida el 11 de octubre de 1967:
Un cuerpo lleno de plomo
Ayer por la tarde vi el cuerpo, acribillado de balas y sin vida, de un guerrillero apodado “Ramón”, el supuesto nombre de guerra de Ernesto Che Guevara.
Fuimos una treintena de periodistas, entre los cuales solo había tres corresponsales de prensa extranjeros, los que acudimos a Vallegrande, un pueblo somnoliento bajo la época de más calor del sureste boliviano, para constatar allí la muerte del más prestigioso de los guerrilleros.
Tras descender de las alturas brumosas del aeródromo militar de La Paz (4.100 metros), nuestro transporte llamado Dakota se posó en Vallegrande a la hora de la siesta. En el otro extremo del pueblo de calles desiertas, una verja ante la que estaban parados medio centenar de curiosos daba acceso a un terreno al final del cual se levantaba, en una ladera, una morgue improvisada en un antiguo establo. Unos muy bien vestidos oficiales y algunos soldados armados nos recibieron.
El cadáver de un hombre barbudo, de pelo largo y vestido únicamente con un pantalón verde oliva, estaba en una camilla puesta sobre un fregadero de cemento. Un olor a formol flotaba por encima del cuerpo acribillado a balazos y desangrado, a los pies del cual habían tirado otros dos cadáveres en el suelo.
Los oficiales encargados de aclarar cada una de nuestras eventuales objeciones sobre la identidad de “Ramón” se empeñaban en señalar el parecido, rasgo por rasgo, del cadáver con el guerrillero. No hay duda posible, nos decían: las huellas digitales del cadáver corresponden con las de Guevara.
“Ramón” fue herido mortalmente en la batalla del domingo pasado, a unos kilómetros de La Higuera, cerca de Vallegrande. Falleció a causa de sus heridas a primera hora del lunes. “No fue rematado” (o sea, no le dieron un balazo final para asegurarse de su muerte), precisó el coronel Arnaldo Saucedo, comandante del segundo batallón de “rangers” que opera en este sector.
"He fracasado"
“Soy el Che Guevara, he fracasado”, habría murmurado, dirigiéndose a los soldados que lo habían hecho prisionero. Eso es al menos lo que afirma el general Alfredo Ovando, comandante en jefe de las fuerzas armadas bolivianas. Al ser preguntado al respecto poco antes, en una rueda de prensa, el coronel Saucedo declaró sin embargo que “Ramón” no había recobrado el conocimiento en ningún momento.
Los periodistas que se arremolinan alrededor de la morgue, incluyendo fotógrafos y camarógrafos, daban muestras de una mezcla de estupefacción e incredulidad. El error en la identificación parecería ser, sin embargo, imposible.
Un colega boliviano me dice: “Vallegrande acaba de entrar en la historia revolucionaria de América del Sur”.
A los pies del cadáver de “Ramón”, otros dos guerrilleros yacen en el suelo. Se trataría de los cuerpos de “El Chino””, un peruano, y de “El Moro”, un médico cubano. Otros dos cadáveres, pertenecientes al parecer a bolivianos, todavía no fueron identificados definitivamente.
El coronel Saucedo, que ofrece una rueda de prensa tras la presentación de los cadáveres, afirma que solo quedan nueve guerrilleros en todo el sureste boliviano y que ya no quedan focos de insurrección. Atlético y con bigote negro, habla de pie bajo la imagen que decora una de las paredes de la sala del hotel en la que nos hemos reunido.
Un militar estadounidense asiste a esta conferencia. No lleva ninguna insignia pero su estatura, su piel rojiza y su uniforme de campaña traicionan su nacionalidad. Lo abordo para interrogarlo en inglés. Se vuelve hacia un soldado boliviano para preguntarle, en español, qué queremos. Dirigiéndose a mí, añade: “no comprendo...” y se va de allí. Al ser preguntado, el coronel Saucedo me dice: “Sí, es un militar estadounidense, un instructor del centro de Santa Cruz. Vino aquí como observador. Ningún “boina verde” estadounidense participa en las operaciones militares en Bolivia”.
Trataron de borrarlo de la memoria
Una lista de 33 guerrilleros, incluyendo más de una decena de cubanos, muertos desde que comenzaran las hostilidades el pasado 23 de marzo, se publicó en Vallegrande.
El general Ovando lleva a la guerrilla boliviana a proporciones tan reducidas como inesperadas, afirmando que sus efectivos nunca pasaron de los alrededor de 60 hombres.
"La aventura de la guerrilla ha terminado”, afirma. “Como toda aventura descabellada debe terminar. Su fracaso se debe a la ausencia de cualquier apoyo popular y a la aridez del terreno elegido”. Y agrega: “enterraremos a Guevara aquí mismo, en Vallegrande”.
El guerrillero “Ramón” habrá encontrado la muerte en el fondo de un valle estrecho, al término de una batalla encarnizada, de cuerpo a cuerpo o casi: las nueve balas que lo alcanzaron fueron disparadas a 50 metros de distancia.
Dejó un diario, cuya escritura, que llena una agenda alemana del 7 de noviembre del 1966 al 7 de octubre del 1967 -11 meses exactamente- no deja lugar a dudas, dicen, sobre la identidad del autor. Allí se encuentre una frase irrefutable: “Se le encargó una misión a cuenta de la guerrilla...”.