Ya no queda casi nada del nuevo centro comercial “Retroville”, situado en el noroeste de Kiev, capital de Ucrania.
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El sitio fue bombardeado por las fuerzas rusas el domingo por la noche, un ataque que dejó al menos ocho muertos, según un informe oficial provisional.
Bajo un toldo del que cuelgan grandes carteles publicitarios, seis cadáveres yacen en el suelo con sus pies desnudos sobresaliendo del plástico negro con el que se les ha recubierto.
Los cadáveres son todos de hombres con equipamiento militar, y dos estan semidesnudos, sugiriendo que soldados probablemente estaban durmiendo allí cuando ocurrió el bombardeo.
A las 10:45 p.m. (hora local), un bombardeo sacudió este suburbio de la capital ucraniana y destruyó tanto el edificio como los alrededores más cercanos.
“Estaba tranquilamente en mi casa, mi departamento fue sacudido por la explosión, pensé que el edificio se iba a caer”, recuerda Vladimir, de 76 años.
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Los rusos “probablemente apuntaban a una central (eléctrica) térmica a unos cientos de metros”, dijo, señalando una gran chimenea blanca.
Cines y piscina
Inaugurado a inicios de 2020, un poco antes de la pandemia de covid-19, “Retroville” era un enorme centro comercial con 250 tiendas, cines y 3.000 lugares de parqueo.
Toda la parte sur del inmenso complejo comercial, que era el orgullo de los habitantes del barrio, quedó en ruinas.
En este suburbio de Vinogradar, donde antaño florecían viñedos y huertos, surgieron en los últimos años torres ultramodernas de color grisáceo, algunas de las cuales aún no están habitadas o ni siquiera terminadas.
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En los alrededores del centro comercial, casi ninguna ventana se salvó de la explosión y los cristales rotos cubren las explanadas de los edificios de 20 pisos.
El estacionamiento sur del “Retroville” parece ahora un campo de batalla: carros pulverizados, chatarra retorcida y escombros que dificultan el paso.
Del club deportivo “Sportlife” y su piscina queda solo un montón de acero y charcos de agua sucia, con trozos fundidos de plástico aislante. El ambiente desprende un olor a quemado.
Entre los escombros, un grupo de bomberos y militares buscan a más víctimas, al pie de un edificio de diez plantas calcinado y aún humeante del que sólo queda la estructura de hormigón.
“Son las oficinas del centro comercial, afortunadamente, no había nadie”, explica un vecino.
Oraciones entre las ruinas
Según los lugareños, el bombardeo del domingo en la noche fue el mayor en Kiev desde el inicio de la ofensiva rusa, el 24 de febrero.
Dima Stepanienko, de 30 años, relata que cayó “a los pies de la cama” con la explosión. “Me temo que sí”, dice, bajando la mirada, al responder a la pregunta de si la guerra habrá llegado a Kiev.
En el interior del centro comercial, una alarma sigue sonando entre fugas de agua por la ruptura de las canalizaciones y un techo casi derrumbado.
Entre las ruinas, un sacerdote ortodoxo vestido de color kaki recita oraciones, invoca al “Rey David” e insulta a los “terroristas rusos”.
“Hay trozos de cuerpos ahí”, le dice un militar de manera discreta.
“Estaba ahí cuando cayó (el misil)”, dice Constantin, de 22 años. “Voló todo, un misil o un cohete enorme, no sabemos qué fue, simplemente golpeó el gimnasio”, añade cansado, negándose a dar más detalles sobre el número o la identidad de las víctimas.
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