Denise Vicentin se mira en el espejo y estalla en llanto. Tras perder su ojo derecho y parte de la mandíbula por un cáncer, esta brasileña tiene ahora un nuevo rostro gracias a una prótesis de bajo costo hecha con tecnología digital e impresa en 3D.
“Hoy puedo decir que será distinto andar por las calles. No tengo palabras”, dice en la clínica en Sao Paulo, donde acaban de colocarle por primera vez su nueva prótesis ocular.
El método pionero ha reducido los costos y los tiempos de producción a la mitad.
“En el pasado nos tomaba mucho más trabajo, horas de escultura a mano, además de ser un proceso más invasivo para copiar el rostro del paciente, con materiales en la cara. Hoy, con fotos de un celular, hacemos un modelo tridimensional”, afirma Rodrigo Salazar, el investigador principal.
Vicentin, de 53 años, es una de los más de 50 pacientes tratados desde 2015 por Salazar y su equipo, cuya técnica fue publicada en el Journal of Otolaryngology - Head & Neck Injury en 2016.
El equipo se especializa en prótesis maxilofaciales, una rama de la odontología que permite la reconstrucción de las caras de los pacientes desfiguradas por defectos de nacimiento, enfermedades o traumatismos.
El calvario de Vicentin comenzó hace 30 años, cuando desarrolló un tumor facial. Se lo removieron dos veces, pero regresó en forma de cáncer dos décadas después y gradualmente fue perdiendo partes de su rostro.
También perdió su matrimonio y su dignidad.
"Cuando estaba en el metro o en el tren, trataba de no prestar atención a las miradas", recuerda Vicentin.
“En lugares como el boliche, sentía los ojos de la gente y alguna vez una persona abandonó el recinto", cuenta.
Vicentin tiene dificultades para comer y arrastra las palabras debido a la pérdida de su mandíbula. Su hija Jessica hace de intérprete.
A medida que la impresión 3D comenzó a desarrollarse en los últimos años, Luciano Dib, uno de los supervisores y coinvestigador de Salazar, tuvo la idea de utilizar la técnica para modelos de prótesis.
"Vi gente en el centro comercial haciendo impresiones en 3D, así que pensé, ¿por qué no podemos usar eso para las prótesis", recuerda.
Alta tecnología a bajo costo
La transformación de Vicentin comenzó en 2018. Dib implantó varillas de titanio en la cuenca de su ojo para sostener la prótesis.
Durante el año siguiente, se sometió a múltiples cirugías para construir su tejido facial.
Usando un teléfono inteligente, Salazar tomó 15 fotografías de su rostro desde diferentes ángulos, que se utilizaron para hacer un modelo digital tridimensional.
Con esta impresión, un diseñador gráfico creó un reflejo de la mitad sana de la cara de Vicentin.
Luego, los técnicos imprimieron en 3D un prototipo de prótesis que utilizaron para fabricar la versión final con silicona, resina y fibras sintéticas.
Para hacer la prótesis lo más real posible, Salazar y sus colegas combinaron cuidadosamente su coloración con la piel y el ojo azul verdoso de Vicentin.
El proceso para fabricar la prótesis final tomó 12 horas, la mitad de lo que toman los métodos más convencionales. Pero todo el tratamiento se extendió durante un año debido a las múltiples cirugías.
Vicentin recibió la prótesis completa a principios de diciembre. La pequeña pieza del tamaño de un huevo encaja perfectamente, con imanes que la sujetan a los implantes de titanio.
“Queda demostrado con este método que no necesitas grandes inversiones de dinero para hacer uso de tecnologías de avanzada”, subraya Salazar.