Robos de agua, campos de golf regados pese a las prohibiciones, piscinas privadas difíciles de controlar... en Francia, la escasez de agua, vista durante largo tiempo como un recurso inagotable, dispara las tensiones sociales.
Como numerosos países europeos, Francia se ha visto golpeada este año por varias olas de calor y una sequía excepcional.
“¿Es este año realmente excepcional?”, se pregunta un especialista que pide el anonimato. En el sureste del país, donde vive, los conflictos en torno al agua no vienen de ayer, pero dice que han crecido.
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A mediados de julio, en Ardecha, un departamento del sur de Francia en “vigilancia reforzada” por sequía, fueron robados 400m3 de agua destinados a la lucha contra los incendios.
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¿El culpable? Un club de motocross vecino que se la llevó “para llenar la propia reserva contra incendios y la seguridad del estacionamiento durante un concierto”, explicaba el vicepresidente del mismo club, Roger Kappel, reconociendo que no tenían “derecho” a llevarse ese agua.
El presidente de la Comunidad de municipios de la cuenca del río Aubenas, en Ardecha, Max Tourvieilhe, se indignaba por el suceso. “Es peligroso (...) no ha caído una gota desde hace meses (...) ¿y hay quien se permite quedarse 400 m3 de agua para un uso privado?”.
En el oeste de Francia, en el departamento de Charente Marítimo, en la costa atlántica, ciertos agricultores riegan sus cultivos ignorando las limitaciones, advierte la agrupación France Nature Environnement (FNE).
“Una minoría de agricultores irrespetan las prohibiciones y ponen en peligro un bien precioso, un bien común”, denuncia.