Una pequeña colonia de lobos marinos, ganó las calles cercanas al puerto de Mar de Plata, Argentina, en una ciudad de 750.000 habitantes, pero que luce desierta en cuarentena por coronavirus.
Como en otras partes del mundo donde los animales se atreven a andar en calles y veredas, los leones y lobos marinos, símbolo del principal balneario argentino, se asolean plácidamente.
En un estacionamiento o frente a locales de souvenires con sus persianas bajas, buscan adónde asolearse.
"Tiene mucho que ver el tema de la cuarentena que al no haber personas transitando entonces el lobo marino se aventura a caminar un poco más de lo habitual para buscar refugio del viento", explicó a la AFP Juan Lorenzani, presidente de la Fundación Fauna Argentina.
Acostumbrados al bullicio de una ciudad que tiene turismo todo el año, el silencio desde que inició la cuarentena obligatoria en Argentina el 20 de marzo, es un recreo para estos mamíferos salvajes.
“Son animales que pesan 350 kilos y hasta 500 kilos los más grandes. En Mar del Plata tenemos una característica que es que la colonia se compone de todos machos”, agregó Lorenzani.
En una mañana soleada y ventosa, un enorme león marino sube empeñoso la escalinata de cemento que separa la playa de la explanada del puerto y se acomoda al sol junto a otros miembros de la manada.
"Ellos mismos termorregulan su temperatura, depende de cómo está el clima, buscan refugio del viento o no", explica el científico.
Apenas un par de personas transitan cerca y casi nada de vehículos. La cuarentena es obligatoria y sólo están exceptuadas las actividades consideradas esenciales como reparto de alimentos y atención en farmacias.
"No es casual que los lobos marinos estén en la calle y ahora como falta la presencia humana digamos, el animal aprovecha un poco la situación para buscar más comodidad", dice Jorge Barcio de camino a hacer compras y obligado a una cuarentena de la que no saben los lobos marinos.
Por todo el mundo
No solo en Argentina los animales están aprovechando las calles solitarias para pasear, alrededor del mundo diferentes especies están tomando el lugar que un día les perteneció.
Decenas de chacales se cuelan como si nada entre las palmeras y brincan sobre el césped del parque Hayarkon de Tel Aviv, en Israel, prácticamente desierto de caminantes y ciclistas, confinados en sus casas debido al nuevo coronavirus.
Numerosos ciudadanos suelen frecuentar este parque, principal espacio verde de la gran ciudad costera, para hacer picnics, pasear y correr.
Pero el lugar está casi desierto desde que las autoridades israelíes ordenaron el confinamiento de la población para frenar la propagación de la pandemia de COVID-19, que ha contagiado a más de 11.800 personas, de las cuales 120 han fallecido, en Israel.
Los escasos transeúntes, protegidos con mascarillas conforme a las medidas locales, se detienen y sacan sus teléfonos móviles para fotografiar a los chacales que, a pocos metros de distancia, vagan por el parque buscando comida.
Normalmente, estos animales omnívoros salen por la noche de sus guaridas o de matorrales, en las partes menos frecuentadas del parque, para alimentarse de los residuos dejados por los humanos, explica a la AFP Yariv Malichi, zoólogo.
Pero cuando las papeleras están vacías, "deben aventurarse fuera de sus territorios en busca de comida, y se sienten más cómodos en el parque desertado", donde deambulan ahora por la tarde, señala Malichi.
La necesidad de alimento es todavía más acuciante porque el nuevo coronavirus se produce en plena temporada de parto, señala este responsable israelí de la naturaleza y los parques.
En un pequeño sendero de yucas y chumberas, un chacal se para frente a un ciclista que lleva unos cascos de audio sobre la cabeza. En otro lugar, un corredor pasa junto a otro animal dedicado sus asuntos.
En los últimos años no se ha señalado ningún incidente entre un chacal y un humano, precisa Malichi, que teme en cambio que este animal salvaje acabe por acostumbrarse a las personas.
"Algunos humanos lanzan carne a los chacales, sin embargo una vez que un animal salvaje hace la relación 'humano-comida', el peligro está ahí", previene.
"Acabará por acercarse a las personas esperando recibir algo de comer, sin distinguir entre un bebé y un adulto", continúa.
“¿Hay chacales en la ciudad? ¡Déjenles y sobre todo no les den de comer!”, pidió el zoólogo.
Vuelven las aves
En Iquique, ciudad costera de Chile, aves y pequeños animales se se apoderaron de las playas sin temor alguno a la presencia del ser humano.
El cierre de playas a causa del coronavirus no solo ha generado pérdidas millonarias para el turismo, con hoteles sin huéspedes y restaurantes sin atender, sino que también ha impactado en la revitalización del ecosistema costero, en las playas urbanas del país.
Un ejemplo de ello son Playa Brava, Huayquique y Cavancha en Iquique, zonas urbanas que muestran sus arenas y roqueríos con presencia de diversas especies, entre aves y crustáceos, que según Viviana Varas, bióloga marina de la Universidad Arturo Prat (Unap), sería atribuible a que las playas están sin personas.
La investigadora explica que las medidas sanitarias adoptadas en el último tiempo para combatir la pandemia “han repercutido de manera casi inmediata en nuestro ambiente, principalmente en el borde costero”. La investigadora aclara que en las regiones del Norte Grande el 95% de la población vive en zonas costeras “y a eso se suma la gran cantidad de turistas que llegan en esta fecha aún para vacacionar, aprovechando las temperaturas”.
El hecho, para Leonardo Campos, ecólogo marino de la Universidad de Atacama, se explica porque “el humano es un depredador de los ecosistemas costeros y muchos animales son recelosos de su presencia; por tal razón, en las grandes zonas urbanas es difícil ver congregadas tantas especies y en gran abundancia, tanto por los ruidos, aromas o contaminación lumínica”.