Ciudad del Cabo, Sudáfrica
AFP
Hace cincuenta años, Sudáfrica sorprendió al mundo con el exitoso trasplante del corazón de una joven en el pecho de un hombre enfermo, dirigido por un cirujano con porte de actor, Christiaan Barnard.
A continuación, el relato de esta primicia que marcó la historia de la medicina moderna, a partir de los archivos de la AFP.
El 2 de diciembre de 1967, Ann Washkansky no podía ni imaginarse que el espantoso accidente de tránsito del que fue testigo en una calle de Ciudad del Cabo otorgaría fama mundial a su propio marido, hospitalizado.
Una joven empleada de banco, Denise Darvall, fue violentamente atropellada por un automóvil en una gran vía de la segunda ciudad de Sudáfrica. Su cuerpo salió disparado hasta estrellarse contra un carro que estaba parqueado.
Cuando llegaron los servicios de emergencia, los daños del traumatismo craneal eran ya irreparables. Pero su corazón todavía latía.
Ann Washkansky explicó más tarde haber “sido testigo del accidente” por casualidad. “No podía imaginarme, naturalmente, el vínculo que este accidente iba a tener con mi marido”.
En el hospital Groote Schuur de Ciudad del Cabo, a Louis Washkansky solo le quedaban “unas semanas de vida”. En insuficiencia cardíaca terminal, este hombre de 53 años aceptó sin dudarlo la propuesta apenas creíble de Christiaan Barnard: trasplantarle un nuevo corazón.
Hacía años que se realizaban trasplantes de hígado y de riñón, pero nadie se había atrevido a intentarlo con este órgano noble, símbolo de la vida.
“Si ya no hay esperanzas para mi hija, entonces intenten salvar a este hombre”, consintió el padre de Denise, para que pudieran retirar el corazón de la joven de 25 años que yacía en una lúgubre sala del mismo hospital, en estado de muerte cerebral.
El trasplante comenzó a primera hora del domingo 3 de diciembre. Con el cuerpo de Denise Darvall en estado de hipotermia, el corazón fue extirpado en dos minutos y colocado en una solución a 10 grados, antes de ser transferido a la sala de operaciones donde una veintena de médicos, enfermeras y técnicos se arremolinaban en torno a Louis Washkansky.
“Había una tensión extrema en esa sala”, explicó un interno que había participado en la operación. “Los médicos entraban sin cesar. Las enfermeras se inclinaban sobre la barandilla”.
“Cuando terminó la última anastomosis [sutura], fue el segundo de la verdad, todo el mundo asomaba la cabeza para ver mejor. En medio del silencio general, el profesor Barnard murmuró: ‘íDios mío, esto funcionará!’”, recordó.
“El anestesista anunció entonces el ritmo del pulso: 50, 70, 75 y después, media hora más tarde, 100. El ambiente era extraordinario. Sabíamos que todo había salido bien. El profesor se quitó de repente los guantes y pidió una taza de té”, contó.
“Me siento mucho mejor”, le dijo Louis Washkansky 33 horas después de la operación al cirujano, al que apodó “el hombre con las manos de oro”.
”¿Me habían prometido un corazón nuevo?”, preguntó. “Tiene usted un corazón nuevo”, lo tranquilizó el doctor Barnard.
La noticia de la increíble operación se propagó por todo el mundo. Los teletipos de la AFP traquetearon el 3 de diciembre a las 13H17: “Un trasplante de corazón, se cree que el primero efectuado en el mundo, en Johannesburgo, fue realizado hoy con éxito en el hospital Groote Schuur de Ciudad del Cabo”.
La “sorpresa” es total, indicó el periodista médico de la AFP, pues “todo el mundo” esperaba que fuesen los estadounidenses los primeros en realizar una hazaña así.
Con su amplia sonrisa, su agraciado rostro y su facilidad para expresarse, el cirujano sudafricano de 45 años se convirtió inmediatamente en el favorito de los medios, encadenando ruedas de prensa y entrevistas.
“El sábado era un cirujano en Sudáfrica, muy poco conocido. El lunes, era una eminencia mundial”, comentó 30 años después.
Louis Wsahkansky también atrajo la atención de los focos. Cuatro días después de la operación, fue entrevistado por la radio en su cama. El micrófono fue esterilizado y el reportero se quedó en la puerta de la habitación para evitar infecciones.
Aquel al que los medios apodaron “el hombre con corazón de una chica” resultó ser un paciente excepcional por su vitalidad y su buen humor. A un médico francés que fue a verle, le soltó: “Dígales a los parisinos que hagan una colecta para regalarme un billete de avión e iré a verles”.
Pero no tuvo la oportunidad de viajar. Falleció 18 días después de la intervención, con el corazón intacto. Fue una neumonía la que se lo llevó, a causa de los tratamientos antirrechazo administrados después del trasplante.
Barnard empezó, por su parte, una gira mundial como nueva estrella de la medicina moderna. Murió en el 2001.