Lucy es madre de tres hijos y, en una entrevista con el medio británico ‘The Sun’, contó la triste historia de cómo murió su madre por culpa de un cáncer que no fue detectado a tiempo.
Algo de lo que se arrepiente toda su vida es que, si hubiera conocido cuáles eran los síntomas del cáncer de páncreas, hoy su mamá estaría viva. Pero, lastimosamente, cuando se dieron cuenta, ya no había nada que hacer.
La historia de Gill Nibbs, madre de Lucy, comenzó cinco años antes de que le diagnosticaran esta enfermedad, ya que, anteriormente, le habían extirpado la tiroides porque le había salido un cáncer allí.
Lucy pensó que esto ya estaba superado y su madre comenzó a llevar una vida normal, como cualquier otra persona. Pero, de un momento a otro, en un control médico que tuvo Gill, le dijeron que padecía diabetes tipo 1, lo que fue una sorpresa para todos, ya que no presentaba ningún síntoma y se veía sana.
“Ella no tenía sobrepeso, no fumaba, no bebía y caminaba a todas partes. Ninguno de nosotros entendió por qué sucedió. Los médicos sugirieron que podría deberse a desequilibrios hormonales relacionados con la extirpación de la tiroides, pero no había una explicación clara”, comentó Lucy.
Los médicos ignoraron los síntomas
Aunque Gill siguió cada uno de los consejos que le dieron los doctores, su salud comenzó a deteriorarse. Bajó de peso de una forma alarmante y los niveles de azúcar en la sangre estaban descontrolados.
Después de presentar estos signos, su madre comenzó a sentir un dolor de espalda que se volvió insoportable. Al ver la angustia que ella sentía, su familia comenzó a presionar para que le hicieran todas las pruebas correspondientes, ya que esto no era normal.
“Tenía el presentimiento de que algo iba terriblemente mal. Ella nunca se quejó, pero se notaba que se sentía terrible. Sus niveles de azúcar en sangre estaban fuera de control, a pesar de hacer todo bien, y comenzó a perder peso rápidamente”, recordó Lucy.
Ella recuerda a su mamá como una persona valiente porque, a pesar de lo que estaba viviendo y de cómo se sentía, siempre tenía una sonrisa y hasta hacía bromas sobre su estado físico, pero sabía que no estaba del todo bien y tenía un mal presentimiento.
“Ella se tomó a la ligera su pérdida de peso, bromeando sobre ello, pero estaba claro que no se encontraba bien. No fue hasta que admitió que no podía levantarse del baño que supe que algo andaba muy mal”, agregó Lucy.
Durante este tiempo, Gill perdió 12 kilos y los médicos le atribuían el problema a la diabetes que tenía, pero su hija no podía estar tranquila al ver cómo su madre se deterioraba cada día más y los especialistas no hacían nada.
“Su persistente pérdida de peso y sus frecuentes visitas al baño fueron ignoradas. Sin embargo, cuando su dolor de espalda se volvió insoportable, supimos que era hora de presionar para obtener más respuesta”,manifestó.
Al ver que a su madre no le daban respuesta, Lucy comenzó a investigar en Internet y se dio cuenta que los síntomas que tenía su madre estaban relacionados con el cáncer de páncreas.
Después de presionar a los médicos, no solo le confirmaron la triste noticia, sino que le dijeron que se había extendido al hígado y posiblemente al cerebro, y que ya no podían hacer nada por su mamá.
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Para los médicos fue algo extraño, ya que Gill era una persona sana que llevaba un estilo de vida saludable, pues no bebía, no fumaba y practicaba deportes.
“El médico sugirió que su vida estresante podría haber sido un factor, considerando las fluctuaciones constantes en sus niveles hormonales”, dijo Lucy.
La noticia devastó a su familia, pero Gill, que era de carácter fuerte, siguió adelante con su vida, tanto así que se ofreció a ir a trabajar al día siguiente. A pesar de haber tomado la noticia con calma, decidió no hacerse quimioterapias porque no quería sufrir.
Con el paso del tiempo, su condición comenzó a empeorar, pero pudo compartir momentos valiosos con sus seres queridos, incluyendo su matrimonio con su novio John, el cual celebraron en la habitación del hospital llamada Hospicio de San Francisco en Berkhamsted, Hertfordshire, Inglaterra.
Después de haberse casado y conocer a su nieta, Gill falleció a los 57 años. Lucy la recuerda como esa mujer valiente, con buen sentido del humor, que batalló hasta el final.