Cientos de catrinas tomaron las principales calles de la Ciudad de México, las cuales se convirtieron en un gran escenario multicolor, lleno de maquillaje, disfraces, globos y flores, todo como parte de las fiestas previas al Día de Muertos, que se celebra el 2 de noviembre.
Desde muy temprano el domingo, 225 maquillistas profesionales empezaron a pintar la cara de niños, mujeres y hombres con los rasgos característicos de la catrina: cara blanca y ojos, boca y nariz negras.
La cantidad de personas era demasiada, por lo que organizadores y la policía tuvieron que abrir el paso a gritos para permitir que avanzaran.
El primer grupo en avanzar fue el conformado por médicos y enfermeras, quienes portaron sus uniformes tradicionales y sus caras pintadas. Cada uno de ellos llevaba una vela, que representaban a las más de 340 mil personas que han muerto debido al covid-19 en ese país.
A su paso, el público los ovacionaba y aplaudía, mientras que los que desfilaban respondían: “¿Qué es lo quiere el paciente? ¡Salud!”.
Después vinieron las decenas de catrinas y catrines que con sus atuendos maravillan a los asistentes, quienes no paraban de tomar fotografías y de saludarlos.
Las catrinas lucían vestidos, faldas, sombreros y medias negras en su mayoría. A su paso no dejaban de saludar, animaban a la gente y les recordaban que este festejo era para recordar a quienes ya no están. “Qué vivan nuestro fieles difuntos”.
Cada vez que se detenía la marcha, las catrinas se dejaban fotografiar o sacar selfis por las personas, que en algunos casos esperaron más de seis horas para apreciar este desfile.
Entre el público que observó esta megaprocesión había niños con sus camisas alusivas al Día de Muertos o sus caras pintadas. Hasta las mascotas se llegaron.
Conforme avanzaba la noche, los flashes de los celulares iluminaban el camino hacia el famoso Zócalo méxicano, hasta donde llegó la megaprocesión pasadas las 9 de la noche.