De Augusto a San Pedro, Roma es famosa por albergar la última morada de emperadores, papas, mártires y reyes, pero menos por la tumba de la gallina de Benito Mussolini.
El cementerio de mascotas más antiguo de Italia, que celebra su 100 aniversario este año, aloja a perros y gatos, así como a una gran cantidad de otros animales, al suroeste de la capital italiana.
A lo largo de los años, mil animales han sido enterrados en la llamada “Casa Rosa” (“la Casa Rosada”), en tumbas adornadas con pequeños altares de madera, muchas pintadas con colores vivos y peluches junto a lápidas más tradicionales a la sombra de pinos y palmeras.
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Muchas de esas mascotas pertenecían a personajes famosos, entre ellos el cineasta Federico Fellini, la actriz ganadora del Oscar Anna Magnani e incluso a Brigitte Bardot, cuyo caniche murió mientras filmaba en la Ciudad Eterna.
Entre las sepulturas más curiosas figura la de la mascota de los hijos del dictador Benito Mussolini, quien gobernó Italia con mano de hierro de 1922 a 1943.
“Todo comenzó realmente con la gallina de Mussolini”, contó a AFP Luigi Molon, 73 años, propietario del cementerio e hijo del veterinario de confianza del dictador.
“Como no tenía un lugar para enterrarla (...) la trajo aquí, donde sus hijos solían venir con flores para recordar los momentos felices que pasaron juntos”, contó.
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Obtenida durante una feria, se convirtió desde que era pollito en la amada compañera de juegos de los hijos y tras su muerte fue enterrada en un terreno de propiedad del padre de Molon.
Si bien no quedan restos de la tumba de la gallina, el terreno se fue transformando a lo largo de los años en un lugar de descanso eterno para los animales.
Algunas tumbas tienen nombres altisonantes, como Lord Byron, un setter irlandés, otras recuerdan el amor por esos animales, con frases cariñosas.
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“Diablito lindo”
“La casa está vacía y triste sin ti”, se lee en la tumba de Ringo, un pastor alemán fallecido en 1979. Sobre la tumba de la tortuga Ruga, fallecida en 2017, un simple “te amo”.
Muchas tumbas están adornadas con fotos de los difuntos: Billo, el perro de agua blanco y negro, aparece rodeado de su familia, mientras que Jack, un pastor, es recordado con fotos de cuando era cachorro y luego adulto.
El cementerio es una suerte de arca de Noé, ya que aloja caballos, conejos, micos, tortugas, patos, palomas, loros y hasta una leona.
Algunos propietarios llegan a visitar a su fiel compañero desaparecido todos los días, otros cada semana, cuenta Molon.
Ese rito, que incluye colocar flores o peluches en la tumba, “no es más que una extensión de las caricias y los paseos” hechos en vida, sostiene.
El costo de una tumba, concedida por cinco años, según algunos medios locales ronda los 150 euros (casi la misma cifra en dólares).
Mientras tanto, un gato pelirrojo sin cola, rescatado por Molon, duerme su siesta sobre una tumba decorada con figuritas de perros.
Cerca se encuentra la del labrador Miguel Ángel, la del terrier escocés Mike Tyson y la coneja Cindy, cuya tumba está decorada con dos conejos de peluche.
“Eras un diablito lindo, corrías por todos lados, nos dejaste demasiado pronto”, escribieron en su tumba los dueños del gato Giotto, que murió en 2020 a los dos años.
“Ahora puedes saltar y escalar entre las nubes”, reza el mensaje.