Este 1 de junio murió en una prisión de Carolina del Norte el colombiano Gilberto Rodríguez Orejuela, quien fuera jefe del cartel de Cali.
Estaba preso desde diciembre del 2004. Las causas de su muerte no han sido dadas a conocer.
La muerte de Rodríguez Orejuela hizo recordar la de Helmer “Pacho” Herrera, quien también estuvo al mando del cartel de Cali y fue conocido por moverse en el mundo del narcotráfico sin ocultar nunca su homosexualidad.
Herrera perdió la vida el 4 de noviembre de 1998; esta es la historia de sus últimos momentos.
El pistolero llegó a las 9:20 de la mañana a la guardia de la cárcel. Se identificó como abogado, y su vestido de paño impecable lo respaldaba. Sacó su cédula No.18 152.686, expedida en La Hormiga, Putumayo (Colombia), que lo identificaba como Rafael Angel Uribe Serna, de 32 años.
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Con toda tranquilidad atravesó el callejón que conducía a la entrada del pabellón de alta seguridad y cruzó el detector de metales y los dos puestos de control sin levantar la menor sospecha.
Recorrió el patio principal, donde descansaban varios de los reos más peligrosos del país, y de inmediato entró a la cancha de fútbol. Vio a Pacho Herrera sentado en la banca del estadio, lo saludó y siguió caminando hacia él; cuando estuvo cerca se le fue por la espalda, lo cogió por el cuello y le descargó siete tiros en la cabeza con una moderna pistola de fabricación alemana.
Ahí, en el frío pavimento, terminó la historia del vendedor de electrodomésticos que se convirtió en el cuarto hombre del cartel de Cali, del hombre que lideró la organización de Los Pepes (Perseguidos por Pablo Escobar), la que acabó con Pablo Escobar.
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Y mientras los guardias auxiliaban a Herrera, sus compañeros de equipo y sus propios rivales deportivos, cazaron al sicario e intentaron ajusticiarlo a patadas y puñetazos. Pero un comando policial ingresó a la cancha, retiró a los agresores por la fuerza y puso a salvo al pistolero, quien permanecía inmóvil y sangraba montones.
Entre tanto, en la calle una sirena abría paso a una caravana de carros rumbo al Hospital San Vicente de Paúl. En la camioneta del centro iba Pacho Herrera, vestido con una camiseta ensangrentada y una pantaloneta negra.
Lo llevaron a la sala de emergencias, pero la medicina ya no tenía nada qué hacer. Entró agonizante, las lesiones eran muy graves y murió.
El cuerpo sin vida de este hombre, que se sometió a la justicia el 1 de setiembre de 1996 y que pagaba una condena de 14 años por narcotráfico, fue trasladado a la morgue y colocado sobre una mesa de cemento.
Afuera, docenas de policías y agentes del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) trataban de controlar la avalancha de curiosos que querían saber la suerte del capo. Entre tanto, un comando de contraguerrilla montaba un cordón de seguridad alrededor del penal para entrar en acción en caso de que de se produjera un levantamiento de reos.
Hacia las 3 de la tarde, el comando policial trasladó al pistolero Uribe Serna, en medio de sirenas, al Hospital Universitario del Valle, en Cali. Presentaba una herida de tres centímetros en el lado derecho de la cabeza, un trauma cerrado en el tórax, contusiones en el brazo derecho y lesiones en el rostro.
Rafael Angel Uribe Serna murió asesinado el 8 de octubre de 2009 en Cali.