“Mis hijos ya son mayores y me invitaron a comer, pero yo les dije que primero el bailongo y después nos reuníamos”.
Así como doña Jacqueline Castillo, muchas mujeres postergaron el almuercito del Día de la Madre para irse al parque Central de Curridabat y festejar meneándose en esta fecha tan especial.
Fueron un montón las familias que se dejaron llegar al parque josefino este jueves y que se sacudieron primero con la música de la banda Chiqui chiqui y luego al ritmo de la Auténtica Santanera de Gildardo Zárate.
El conciertazo empezó a las 11 a.m. con los ticos cantando sus tradicionales piezas como La Avispa y el Pipiribao que siempre son un pegue en donde suenen.
Y hasta pareciera que el clima decidió darles un regalo a las mamitas porque todo el día pasó medio oscuro, pero al menos hasta que terminó el concierto, pasadas las 2 p.m., no cayó ni una gota.
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Poquito después del mediodía llegaron los mexicanos y aquello fue una pura gozadera. En ese momento fue cuando doña Jacqueline y su pareja, Óscar Vargas, empezaron a sobresalir del resto, ellos son vecinos de Vargas Araya en Montes de Oca.
Los tórtolos sabían que era un baile especial y por eso se pusieron sus mejores chaines para la actividad. Desde ahí ya iban ganando porque todo mundo tenía que ver con la coqueta de doña Jacqueline y su vestido morado, también con el porte y elegancia de don Óscar, así como con su sombrero, saco blancos y zapatos de charol.
“Tengo toda la vida bailando y con él desde hace cinco años, le hacemos a todo. Nos dimos cuenta de este baile por las redes sociales y decidimos venir. Siempre vamos a salones como el Barril en Cartago, al Típico Latino, al Típico Copey, a los poquitos que quedan porque nos gusta muchísimo”, aseguró Castillo.
A pesar de que son pareja hace seis años y bailan juntos hace cinco, no pierden oportunidad para sorprender al otro con un pasito nuevo.
“El baile es arte, es cultura, hay que disfrutarlo y sentirlo. Estos eventos son importantes, de armonía, reúnen a la gente y a la familia. Ver a todas las mamás y adultos mayores disfrutando es algo muy rico”, señaló la madre de cuatro hijos.
“Somos una gran familia que se unió con el baile. A nuestros hijos les gusta vernos, nos graban y felicitan porque estamos disfrutando lo que nos gusta”, dijo por su parte el señor.
Aprovecharon la oportunidad para aconsejar a quienes les gusta menearse, pero que no se tiran al agua.
“Si usted quiere disfrutar de ver al adulto mayor bailando bolero o un swing criollo, hay que ir a esos lugares (salones de baile) donde se va a encontrar gente que lo vive, lo disfruta, lo exterioriza y lo siente. El secreto es ir a ver, a convivir y a gozar de esta música que es tan rica, tan suavecita.
"Aquí hay familias y se ve que hay unión, eso es lo que más necesitamos, que los jóvenes vean que no todo son los celulares”, agregaron los bailarines, quienes van a hacer exhibiciones a asilos de ancianos y a donde los inviten.
Beatriz Durán y su esposo Orlando Bonilla les hicieron el pique, ellos son de San Pedro de Montes de Oca.
“Llevo unos 40 años bailando y le dije a mi hija que almorzábamos hasta que se fuera la Santanera. El baile ha estado muy lindo porque podemos compartir con la familia y como no se puede pagar un tiquete porque son muy caros, venimos aquí para aprovechar”, aseguró Durán.
Gran fiebre
Otro caso bonito que nos topamos fue el doña Elizabeth Gómez y su familia, quienes estuvieron en primera fila en el concierto.
La señora, vecina de San Francisco de Dos Ríos y de 79 años, asistió acompañada de sus hijas y nietas. Aunque no puede hablar ni movilizarse mucho debido a un derrame cerebral, nos hizo saber que estaba disfrutando a más no poder.
“Ella es fan de la Santanera de toda la vida, siempre que venían ella iba a todos los bailes y ahora por su condición no puede, pero nosotras la traemos para que disfrute porque los ama, ahí tiene fotos con todos”, aseguró una de sus hijas mientras la señora recibía una imagen del cantante Benito López.
Mientras tanto, los artistas internacionales se dedicaron a responder ese cariño del público con piezas que aunque pasen y pasen los años siempre están en la memoria y en el corazón de los ticos.