En los noventa fueron furor y lograron que el mundo hablara de ellos, pero su éxito fue fugaz: de la noche a la mañana, desaparecieron. Nunca quedó claro cómo sucedió. De pronto, aquellos cuatro jóvenes que enloquecieron a las fans con sus zapatos en punta, trajes estridentes con hombreras y abanicos gigantes se esfumaron.
En poco tiempo impusieron su ya clásico “Disco, Ibiza, Locomía”. Lo hicieron sonar en las radios y en todas las discotecas de Europa, Japón y Latinoamérica, pero la velocidad de su llegada al éxito marcó, al mismo tiempo, el ritmo de su caída.
Jamás trascendieron los motivos de su separación. Las hipótesis más repetidas hablaban de celos entre los miembros del grupo y peleas con el mánager. Su creador, Xavier Font, en una reciente entrevista con La Nación, Argentina, revela el misterio y asegura que: “La historia de Locomía es, en realidad, una historia de amor, bonita y triste al mismo tiempo”.
El nombre de la banda está otra vez en boca de todos. Recientemente, la plataforma Movistar+ lanzó en España un documental dirigido por Jorge Laplace y promocionado como “El mayor culebrón jamás bailado”, que muestra la historia de Locomía con la participación de sus integrantes. Además, en septiembre, Netflix comenzará a rodar la película del grupo.
El nacimiento del grupo
El surgimiento de la banda se remonta a comienzos de la déca del ochenta, en Ibiza. Xavier Font, con apenas 20 años, amante de la moda desde güila, había conseguido “librarse” del servicio militar inventándose una neurosis crónica orinando en la cama. Escapó a la isla en busca de libertad y con la idea de rodearse con gente que tuviese sus mismos gustos e inquietudes. No sabía nada de música, solo quería formar su propia “tribu urbana”.
–¿Cómo era esa tribu urbana que formó?
Puro amor. Primero estaban Manuel Arjona y Gard Passchier, que era holandés. Éramos una pareja de tres, esto es algo que se conoce recién ahora. Éramos un trío. Un poco más tarde se sumaron otros amigos al grupo, también mi hermano Luis. Así empezamos. Vivíamos en comunidad.
–¿Había algún requisito para pertenecer a la tribu?
En principio, el 80 por ciento de los integrantes eran gais, pero no era un requisito para entrar, el que era hetero, era hetero. En Ibiza la gente es muy ambigua, muy libre, muy bisexual... Siempre que buscaba a alguien para integrar el grupo, miraba cualidades muy concretas, que no estaban relacionadas con lo artístico porque yo no era cantante ni músico, sino más bien con ciertas habilidades o con una belleza que lo destacara. Todas las noches, yo me sentía como un ladrón de almas, un depredador. Elegía a mis parejas... y todas fueron Locomía, por eso, digo que esta es una historia de amor.
–¿Cómo surgió el nombre “Locomía”?
Gard no sabía hablar bien español, un día quiso escribir algo así como “mi loco”, porque estaba enamorado de mí, y le salió: “Loco mía”... ¡y me encantó! Así que registré el nombre porque era algo inusual, son señales que te manda el universo.
No todo fue bonito
Durante el día, Font y su tribu disfrutaban de la vida en comunidad. Pero por las noches, con trajes de luces, zapatos en punta y abanicos, se convirtieron en una de las atracciones principales de la isla. De pronto, eran famosos. Pero esa popularidad les trajo algunos problemas: “Nos quemaron la casa, nos dañaban las llantas del auto y lo estaban envenenando a Manuel: en vez de darle cocaína por la nariz le estaban dando heroína. Evidentemente, no le caímos bien a todo el mundo”, cuentó Xavier.
En ese momento, apareció en escena José Luis Gil, el productor musical destacado por manejar las carreras de José Luis Perales, Miguel Bosé y Raffaella Carrá.
“José Luis nos descubrió de casualidad. Esa noche no iba a salir, pero algo lo sacó de la cama y lo llevó a KU (discoteca). Se asombró al ver que en la disco había cinco mil personas mirándonos como hipnotizadas”, dice Font.
Nos ofreció un contrato por un año, que luego se extendió acinco años más. Lo que hizo él, en realidad, fue ponernos música porque nosotros ya teníamos nuestro teatro armado.
La fama gusta pero es difícil
Gil eligió a cuatro de los chicos de la tribu de Font para formar el grupo: Xavier Font, Gard Passchier, Manuel Arjona y Luis Font, el hermano de Xavier. Poco después, Luis y Gard fueron reemplazados por Carlos Armas y Juan Antonio Fuentes. También hubo una mujer en el grupo: Lurdes Iribar, una amiga de Font con la que compartía su pasión por la estética. “Ella es familia”, define.
La primera medida del nuevo mánager de “la tribu” fue embarcarlos rumbo a Madrid. Allí José Luis Gil construyó “el negocio” de Locomía. Su idea era convertir a este grupo de amigos bailarines en un grupo de música dance y los mandó a clases de baile. También les dio canciones, con ritmos intensos y letras pegadizas.
–Siempre se dijo que el contrato que firmaron con Gil era muy riguroso y que incluía cláusulas que no les permitían revelar su orientación sexual.
Totalmente. El contrato decía que no podíamos ir a discotecas gais, tampoco podíamos mostrarnos públicamente de la mano con otro hombre, no podíamos maquillarnos, no podíamos decir nuestra orientación sexual... ¡No nos dejaban decir que éramos gais! Él decía que debíamos movernos de una forma ambigua, porque sino limitábamos al público. Nosotros éramos muy jóvenes y si bien yo tengo mucha personalidad, no pudimos decir que no.
El primer álbum del grupo Taiyo (que significa sol en japonés) salió en noviembre de 1989 y fue un éxito de ventas. Xavier no se sentía cómodo haciendo playback de una canción que no tenía su voz, pero el plan de Gil estaba saliendo a la perfección. Encandilaron al público y a la prensa con su excéntrico look. Desde ese momento, la fama del grupo fue en ascenso y se extendió a Japón y América Latina.
–Cualquiera imaginaría que con semejante éxito se volvieron millonarios. ¿Es así?
Cuando yo era el que gestaba el dinero, Manuel (Arjona, de los fundadores de Locomía) decía que él no cobraba... ¡pero vestía con Chanel! Un traje de Locomía valía alrededor de mil euros. Cuando llegó José Luis, yo cedí los derechos. Él empezó a manejar el dinero y nos rendía cuentas una vez por año. Pero no me cuadraban las cuentas... sentí que estaban pasando cosas irregulares.
–¿Y qué hizo al sentirse defraudado?
-En el 92 dije “Basta”. Sentí me estaban robando el grupo... Y todos los Locomía me siguieron porque son mi gente. José Luis se quedó sin grupo y armó otro, de apuro, con el peluquero, el maquillador, mi hermano Luis... Ojo, con mi hermano estuve muchos años sin hablarme, pero después nos arreglamos, fue una equivocación.