Farándula

Población LGBTI quiere dejar de ser “invisible” en Venezuela

Migdely tuvo que escapar de su país con su hijo poco después de que asesinaron a su esposa

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Migdely Miranda, 37 años, ahora cría a su hijo sola y se lamenta de no poder ni enterrar a su esposa. AFP (ALEJANDRO PAGNI/AFP)

Migdely es un ejemplo de lo que vive la población LGBTI en Venezuela, país del que ella tuvo que huir con su bebé luego de que mataran a Ginyveth, su esposa. Ella escapó por el riesgo de perder la custodia de su hijo sin el amparo de leyes que reconozcan el matrimonio igualitario.

Migdely Miranda y Ginyveth Soto se casaron en Argentina en 2013 y tuvieron un hijo por reproducción asistida. Volvieron poco después a Venezuela, donde Ginyveth fue asesinada a finales de 2014, víctima de la desbordada criminalidad en este país.

“No pude decidir ni siquiera cuál era mi voluntad sobre el cuerpo de mi esposa, si yo quería que fuera cremada o enterrada (...), no tuve ni siquiera acceso a poder verla en la morgue (...), era como si yo fuese una completa desconocida”, rememora Migdely en Buenos Aires, adonde migró en 2015 con su niño, que ahora tiene 6 años, en medio de una pugna judicial con los padres de Ginyveth, que nunca aceptaron su unión.

“Había muchas amenazas (...), había una denuncia en puertas, un procedimiento que se llama inquisición de la maternidad, con la que los padres de mi esposa estaban solicitando quedarse con mi hijo”, cuenta esta mujer, de 37 años.

Venezuela está atrás en la fila de Latinoamérica en cuanto a derechos de la población LGBTI (lesbianas, gais, bisexuales, transexuales e intersexuales).

Por ello, organizaciones LGBTI presionan para que el nuevo Parlamento discuta una ley de matrimonio igualitario este año, pero solo han encontrado resistencia en un país muy conservador.

La venezolana tuvo que irse a Argentina para poderse casar con la mujer que amaba que años después murió asesinada en su país. AFP (ALEJANDRO PAGNI/AFP)

“No se trata de un fetiche”, sino la puerta a derechos “sistemáticamente” negados, dice Haischel Escorche, una activista, de 44 años, en el apartamento de construcción estatal que comparte en Caracas con su pareja, María Palacios, a quien llama cariñosamente “Kika”.

El debate va más allá de lo patrimonial, subraya Haischel.

Debe incluir “la adopción, la familia, el decidir qué hacer con el cuerpo de tu pareja si muere o decidir un tratamiento (médico)”.

Argentina fue pionera en la región al legalizar en 2010 el matrimonio igualitario y dar a las parejas homosexuales derechos a adoptar y a tratamientos de reproducción asistida como el que usaron Ginyveth y Migdely, que trasplanta del óvulo fecundado de la matriz de una a la de la otra.

Migdely, a quien se le negó la herencia de su esposa, recuerda momentos duros de sus primeros meses en Argentina, cuando el dinero no alcanzaba para comprarle al bebé una “suéter suficientemente abrigada” en invierno.

Además, lamentó el vacío legal que dejó desprotegido a su hijo, negándole “una vida distinta, no sé si mejor o peor”.

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