Cuando el periodista José Miguel Cruz era chiquitillo, dependía de lo que pusiera en la radio su vecino para escuchar música y para bailar solo podía mover los ojos, ya que en su casa los meneos eran prohibidos.
JM, come le dicen, creció en una casa de valores cristianos-evangélicos bastante marcados y por eso nunca pudo tirarse a pista, algo que con el paso de los años le ha pasado factura.
Por eso, cuando lo invitaron a participar en la sétima temporada de “Dancing with the stars”, no lo dudó porque si bien tiene claro que le costará mucho más que a los demás, lo ve como la oportunidad perfecta para dejar todos esos fantasmas atrás y aprender por fin algo que le encanta.
El presentador de “Más que noticias” hará pareja con la bailarina Angie Gamboa, a partir del próximo domingo en el inicio del programa de meneos de Teletica.
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–¿Cómo es para el baile?
No sé bailar mucho, nunca he bailado en pareja. Sé moverme solo, pero con una persona a la par ya es todo un tema. Entonces me tocó empezar desde cero.
Mi intención al aceptar ir a la competencia es disfrutarlo, pero más que eso, aprender a bailar.
–¿Por qué nunca aprendió?
Crecí en una familia cristiana-evangélica muy radical, donde bailar era pecado, la única forma para escuchar música era porque los vecinos le subían el volumen a la radio. Cuando yo quería bailar, solo podía mover los ojos, yo quería bailar, pero no podía.
Si me daba por moverme o brincar, mis hermanillos me cantaban y luego venía un castigo, por eso ahora lo tomo como una oportunidad muy hermosa.
–¿Qué le decían?
Que no se podía escuchar música mundana y menos cantarla porque era un pecado. Yo crecí en un barrio donde toda la gente bailaba y al verlos pensaba que todos se iban a ir al infierno.
–Eso fue allá en Nicaragua donde suelen ser muy alegres...
Sí, son muy alegres y fiesteros, pero también lo son con las creencias religiosas, así que las mujeres no podían andar enaguas por arriba de las rodillas, cero fiesta y muchas cosas muy estrictas. ¿Qué fue lo positivo? Que sí me dejaban escuchar música clásica y eso creo que me ayudó para desarrollarme en mis estudios, siempre fui mejor promedio y desde pequeño tuve el deseo de ser alguien.
–¿En qué momento pudo echarse una piecita por primera vez?
Ya cuando vine a Costa Rica, antes de cumplir 18 años, cuando pasé la fronteras fue como que me abrieran las puertas de la discoteca. Empecé a bailar a mi manera, pero nunca lo he hecho con pareja, sino que lo hacía espontáneamente y de forma relajada.
–¿Cómo reaccionó la familia al darse cuenta que bailaba?
Dentro del cristianismo yo estaría descarriado porque me fui para el mundo, pero la verdad es que cuando vine fue muy liberador, Costa Rica fue como la madre que me abrió los brazos para aceptarme y encontrarme a mí mismo y para darme cuenta que muchas de las cosas que me decían que eran malas o eran pecado, no eran ciertas, todo depende con qué intención se hagan.
–Supongo que ese tema va paralelo a su sexualidad...
Sí, es todo un tema porque todo lleva un ritmo y uno va aprendiendo qué es bueno y qué no. En mi caso, a mis 38 años puedo decir que no me he resuelto en algunas áreas, que estoy en un proceso de entendimiento y de irme quitando cosas que me dijeron y que no son ciertas.
–¿Cómo quedó la relación con su familia tanto por el tema del baile como por el de las preferencias sexuales?
No hay conflicto y eso es lo importante, la separación que hubo, que yo me pudiera encontrar y todo eso, gracias a terapia y a la ayuda que me brindaron fue algo que llevó tiempo. Es un arroz con mango, pero que me permite hablar del tema. Con mi familia estoy bien, gracias a que yo decidí crecer espiritualmente y pude hacer amistad con Dios.
–¿Ya saben que va a estar en el programa?
Sí y están muy alegres, de hecho yo quiero movilizar al pueblo de Nicaragua para que vote por mí porque soy un embajador que viene a otro país a cumplir los sueños. Además, yo en esta primera gala quiero demostrar que bailar no es un pecado, sino que es vida, es salud y alegría.
–¿En qué momento se convirtió en el JM que conocemos?
Cuando me acepté a mí mismo, eso fue pasados los 28 años, porque al inicio de los 20 fueron de mucha locura y fiesta. Fui muy fiestero, pero a veces uno como ser humano necesita tocar fondo, cometer muchos errores y solo así puede encontrarse a sí mismo. Es como volver a construir esa nueva personalidad.
–¿Ya trabajaba en Informe 11?
Sí, ya trabajaba y era cuando ya me la podía pagar, que fue cuando me di permiso de vivir la fiesta, tomar guaro, incluso probé sustancias y fue un fiestón total. Gracias a Dios, la mano de Él siempre me ha acompañado porque yo hice y deshice porque no fui un angelito y me dejó aprender de todas esas experiencias. Incluso yo fui a un retiro del silencio en India, donde estuve durante una semana sin hablar y fue como aprender a escuchar a mis pensamientos y sobre todo me conectaron con la meditación, que es algo que practico y que es un elemento fundamental en mi vida.