Fácilmente, puedo decir que Paul McCartney me regaló este martes una de las mejores noches de mi vida.
Con esa introducción ustedes entenderán que esta nota, que busca ser una especie de crónica de lo que fue el espectáculo del exintegrante de The Beatles, es vista desde los ojos de un fan que disfrutó cada canción, cada palabra, cada gesto del británico, al que llevo hasta tatuado en mi piel. Por eso, seguramente, no soy el más objetivo para hacer una crítica de ese show, esta más bien sería un relato salido del corazón.
Bastaría con que Paul McCartney se suba el escenario, cante algunas canciones, toque un par de instrumentos y listo, todos nos devolveríamos a la casa felices y satisfechos, porque eso sería más que suficiente. Pero no, él no se queda con eso, se esmera para que su show no sea solo bueno, sino excelente. Es un hombre de 82 años, con muchas décadas de trayectoria, pero ante el pueblo de Costa Rica dio la milla extra, cuidó cada detalle como si se tratara del primer concierto de su carrera. Él quería cautivarnos...
Inició el concierto con A Hard Day’s Night, ya con eso empezó ganando. Desde el minuto uno tocó las fibras más profundas de los amantes de los Beatles con uno de esos clásicos que hemos oído miles de veces. Y así siguió con un setlist de 37 canciones, algunas más gustadas o famosas que otras, pero en todas le pone una pasión que es inevitable no disfrutar con cada tema. Fue un repaso de su carrera con el cuarteto de Liverpool, con Wings y como solista, todas etapas brillantes.
Cada quien tendrá sus favoritas, pero piezas como Let Me Roll It, Love Me Do, Let ‘Em In o Let It Be me sacaron las lágrimas. Mención especial para Now and Then, si ya fue épico poder vivir el lanzamiento de una nueva canción de los Beatles recién en 2023, poder escucharla en vivo fue surrealista.
Tampoco podemos dejar de lado el espectacular show de luces, cámaras y pólvora en Live And Let Die, que sacó nuestro lado más roquero y puso a palpitar los corazones a mil. Ni tampoco Hey Jude, una pieza épica que siempre había envidiado a quienes la escucharon en vivo y que con un coro que solo dice “Na” hizo vibrar de lado a lado el estadio Nacional, con miles de personas con su papelito con esas dos letras.
Y como si escuchar semejante repertorio no fuera suficiente, el hombre se pule al interactuar con la gente; antes de retomar esta gira hasta estuvo en clases de español para poder hacerlo de la mejor manera. Además, tiene la delicadeza de estudiar bien cada país para usar palabras propias nuestras, por eso oímos el pura vida o el mae, o hasta lo oímos llamar a John Lennon su “compa”. Ah, y cómo no mencionar que en I’ve Got a Feeling escuchamos la voz de Lennon, hasta se me eriza la piel solo de recordarlo.
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Si siguiera contando cada detalle, lo que hace para que cada canción se grabe aún más en nuestra memoria, no acabaría, pero hubo algo que me hizo explotar de felicidad. Yo me sabía casi de memoria lo que iba a cantar, por eso casi al cierre, según yo, seguía “Birthday”, pero no, ¡nos tenía una gran sorpresa! ¡Cantó I Saw Her Standing There! Como fan de los Beatles no puedo ni describir lo que sentí al oír lo que es todo un clásico. Fue del debut de ese piezón en esta gira.
Yo me consideraba un privilegiado por haberlo visto cuando vino en 2014, la vida me dio el regalo de repetir 10 años después, pero cuando lo escuché cerrar el concierto diciendo “nos vemos en la próxima”, mi corazón se ilusionó con la esperanza de volver a ver a uno de los músicos más grandes de la historia. ¡Gracias, mil gracias Paul, por haber elegido a Costa Rica!