Tres mujeres brasileñas, quienes eran obligadas a prostituirse, fueron rescatas por la policía de Londres gracias a una investigación de película que comenzó en marzo del año pasado.
A las damas les monitoreaban los pasos de forma remota por teléfono celular, mediante una cámara oculta en el dormitorio y las amenazaban con enviar videos íntimos a familiares. Además, sus pasaportes, documentos y dinero fueron confiscados.
Como si fuera poco, tenían prohibido el contacto con amigos y eran sometidas a una rutina de sexo forzado con entre 15 y 20 clientes al día.
El caso llegó a su fin cuando Shana Stanley, una mujer de 29 años, y Hussain Edanie, un hombre de 31 años, confesaron los delitos de control de prostitución y organización de viajes con intención de explotación.
Ambos fueron condenados y encarcelados: Edani recibió una sentencia de ocho años y dos meses, y Stanley de tres años y siete meses.
Los detalles del caso fueron obtenidos por BBC News Brasil recientemente e ilustran los graves riesgos asociados a las promesas fáciles de viajes y becas en el extranjero.
“Me vendieron un sueño que se convirtió en una pesadilla”, dice una de las brasileñas, que aún se recupera de una espantosa secuencia de abusos ocurridos en la capital inglesa.
Las tres brasileñas llegaron a Inglaterra en 2020, luego de recibir una “beca” para un curso de inglés que duraría unas semanas.
Al poco tiempo de llegar, sin embargo, se convirtieron en víctimas de un lucrativo mercado de trata de personas que, según la ONU, afecta a 2,5 millones de personas cada año y mueve más de $30.000 millones.
“Gracias al coraje y la valentía de las víctimas, pudimos reunir pruebas irrefutables que dejaron a Edani y Stanley sin más remedio que declararse culpables, lo que evitará que hagan daño a otros”, dice el detective Pete Brewster, uno de los responsables de la investigación.
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Todo comenzó luego de que una de las brasileñas pidiera ayuda a la policía en marzo del año pasado, después de una discusión con Stanley, quien la amenazó: “Tú firmaste tu propio certificado de defunción”.
Este fue el detonante para que la brasileña insistiera en buscar protección policial y mostrara fotos de la explotadora e iniciara la investigación.
La víctima dijo que poco después de comenzar su curso de inglés en Manchester, fue invitada a viajar a Londres para conocer a la mujer con la que había negociado la beca.
Al conocerla, escuchó que tendría que firmar un contrato o de lo contrario no podría regresar a Brasil, tendría que vivir en las calles y nunca volvería a ver a su familia. Además, que tenía que “vender su cuerpo”.
La historia se repitió con las otras brasileñas, que también llegaron a Inglaterra luego de la promesa de estudiar inglés con alojamiento y pasajes pagados.