El actor Pablo Rodríguez ya regresó con uno de sus mayores amores: el surf.
A finales del 2019 Pablito se llevó el susto de su vida mientras surfeaba en Guanacaste porque tuvo una delicada lesión en las cervicales.
Cinco meses después, o sea, en mayo del 2020, tuvo que someterse a un tratamiento médico llamado ozonoterapia, y los doctores le advirtieron, en aquel entonces, que quizá no volvería a surfear.
Sin embargo, el 17 de enero de este año, el actor venció el miedo y volvió a meterse mar adentro.
- Ya pasaron ocho meses de la operación, ¿cómo se siente?
La verdad estoy muy feliz con la recuperación, aunque para alguna gente es pronto. Ellos (los doctores) no garantizaban, como cualquier procedimiento médico, que todo iba a quedar al cien por ciento porque todo depende del organismo. El método era complicado porque era en las cervicales y ahí están todas las terminaciones nerviosas y no dejaba de ser una recuperación difícil.
-¿Qué lo ayudó a recuperarse tan rápido?
Yo siento que la terapia fue la que me ayudó muchísimo. De verdad que gran parte de la recuperación se la debo a la fisioterapia que hice con el doctor Ligui Valerio, cuando él vio el diagnóstico me dijo: ´No, Pablo, esto lo vamos a sacar’, porque a mí los doctores me dijeron que no iba a volver a surfear, me dijeron que tenía que cambiar de deporte, imagínese lo que sentí. Ni siquiera podía volverlo a intentar.
Lo que a mí me dio le llaman el síndrome del surfeador, porque la posición que uno lleva en la tabla con la cabeza levantada es la que hace el desgaste entre las vértebras 4 y 5 y eso presionaba el nervio que va hacia el brazo.
- ¿Qué tipo de terapia hizo para recuperarse?
El doctor me dijo al principio que hiciera un poco de cardio para fortalecer la zona, después me dijo que tratara de nadar en piscina, hasta que en diciembre llegó la buena noticia de que ya podía probar en enero volver a subirme a la tabla.
¿Cómo era ir a la playa y saber que no podía hacer lo que tanto le gusta?
No, al principio no iba, ya después con ayuda de mi familia, de mi hija, empecé a ir, a estar ahí nada más (en la arena). Mis tablas duraron un año y tres meses guardadas, las guardé en un lugar donde ni siquiera pudiera verlas, porque sentía mucha frustración.
La pandemia en parte me ayudó porque como no se podía surfear, entonces estaba tranquilo, pero cuando ya volvieron a abrir las playas empezó de nuevo el sufrimiento, aunque yo sabía que en algún momento iba a volver a las olas.
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-¿Por qué volvió a surfear junto a un instructor?, ¿por miedo?
Yo quería entrar con alguien que estuviera pendiente, pero todo bien. Hicimos la preparación antes y cuando ya agarré la primera olita yo ya dije: ‘ya estoy de vuelta’.
- ¿Ya puede practicarlo con normalidad?
El doctor Ligui me dijo que no podía aspirar a lo que yo hacía antes, que era surfear por cuatro a cinco horas al día. Ahora puedo hacerlo por una hora, descansar y en la tarde tal vez meterme otra horita. Tiene que ser despacio, empezar desde cero. De hecho, me siento supertieso, como herrumbrado, me cuesta tomar la ola, ponerme de nuevo de pie y obviamente, no puedo intentar muchas maniobras.
- ¿Qué fue lo que lo alertó de que tenía esa lesión en las cervicales?
El punto crítico mío fue que me quedé sin movilidad del brazo izquierdo, estaba surfeando en playa Grande (2019) y el brazo me quedó inmóvil, casi me ahogo. Como dice mi mamá, por cabezón fue que me pasó porque el cuerpo le va avisando a uno y yo siempre decía que era un arratonamiento, una lesión pequeña, un desgarre en el hombro y me automedicaba desinflamatorios y analgésicos, hasta que el cuerpo no aguantó y me dio ese susto grande en el que el brazo perdió toda la fuerza y estando mar adentro.
- ¿Cómo hizo esa vez?
¡Vieras qué susto! No podía remar, no podía salir, la tabla no la podía sostener. Un argentino que estaba ahí cerca se me acercó y me dijo: ‘¿se siente bien?’ y yo de una vez le dije que no, que no sentía el brazo, que no lo podía mover, ni el cuello y él me ayudó a salir. Si no fuera por ese muchacho, probablemente no estuviera contando la historia.
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- Ahí vimos que también está metiendo a Viviana Calderón en este deporte...
¡Vivi es mandadísima! Tengo un amigo en Nosara (Guanacaste) que se llama Michael, que es instructor de surf y es el que me ha estado ayudando a volver, entonces le está dando clases a Vivi también y no creás, ya ella está agarrando sus olitas sola.
- ¿Qué tal compartir esta pasión con ella?
Es muy bonito porque compartimos en pareja y la pasamos superbién y no es solo por el surf, sino que nos gusta estar en la playa, ir a caminar, ella a andar en bicicleta, yo todavía no puedo, entonces yo la acompaño para que se pegue sus “rides” ella también.