En momentos de plena campaña electoral en los 82 cantones por la elección de alcaldes en febrero, no es mi interés y creo que tampoco lo necesita para jalar votos, el que le reconozcamos al alcalde josefino Johnny Araya Monge la gran iniciativa que tuvo, junto con su equipo de trabajo de allá por 1996, de dar vida al Festival de la Luz en la capital.
El crecimiento y el impacto de esa actividad en el pueblo costarricense es tanto que el festival del pasado sábado está muy, pero muy lejos, en calidad, esfuerzos, avances tecnológicos, del desempeño de los participantes de aquel primer desfile de carrozas y de bandas que inauguraron el iluminado recorrido por el paseo Colón y la avenida Segunda.
El festival de la luz hace mucho tiempo dejó de ser josefino para convertirse en una actividad cultural de todo el país, al punto que la calidad de las bandas, que llegan de todos los rincones, ha crecido tanto que ya la banda de Acosta, fogueada en la fiesta capitalina, estuvo hace un año en el famoso desfile de Las Rosas de cada primero de enero en Pasadena, California.
Ahora el turno de ir a lucirse en este selecto evento en Estados Unidos le corresponderá a la banda de Zarcero.
Además, la introducción del mariscal a partir de 1999, con la primera designación del astronauta Franklin Chang Díaz, fue otra acertada iniciativa para que los costarricenses les agradezcamos a esos ticos sobresalientes sus esfuerzos y también que los niños vean y crean que se puede volar muy alto.
La hermanas Andrea y Noelia Vargas, atletas doradas entrenadas por su mamá Dixiana Mena, fueron las más recientes homenajeadas. Otra atinada decisión.