El locutor Miller Chavarría conoció a los papás de Mároly Solís en el entierro de la que fuera su novia durante más de tres años.
La razón por la que no se había dado el encuentro es porque la macha quería que todo fuera perfecto y que su pareja viviera un momento inolvidable en la casita que le estaba ayudando a construir a sus padres.
Esa nobleza y don de gente son los más preciados recuerdos que tiene Chavarría de ella, a dos días de haberse cumplido los tres meses del fallecimiento de Maro.
La bella macha murió el 29 de enero de este año por causa de un paro respiratorio, que un abrir y cerrar de ojos se la llevó de este mundo, dejando al locutor solo y chiva con Dios.
Desde ese momento y sumado a la enfermedad de un hermano y muerte de otro, todo en menos de seis meses, Milletico ha vivido momentos bastantes difíciles, los cuales lo han hecho reflexionar, llorar y hasta cambiar su manera de ver la vida.
El experimentado locutor nos contó todo lo que ha pasado desde que el mundo se le vino encima.
–Han sido momentos muy difíciles, ¿cuéntenos parte de lo que ha pasado?
–En setiembre mi hermano Víctor Hugo tuvo un derrame, algo parecido a lo que le pasó a doña Marta ( la mamá del Padre Mix) y esa fue la primera prueba que Dios le mandó a la familia. Él no podía mover la mano ni el pie, había que bañarlo y la cara se había afectado. Por dicha le mandaron terapia, yo le conseguí un profesional y con terapia se recuperó, no totalmente, pero ya está mejor. Después vino lo de Eduardo, él estaba enfermo, tenía esclerosis y se le iba secando la piel. Eduardo murió el 16 de diciembre a los 54 años. Fue un momento muy duro porque manteníamos la fe de que se iba a curar.
–Y luego lo de Mároly…
–Un mes y medio después pasó lo de Mároly.
–¿Cómo ocurrió todo?
–Unos días antes empezó como a ahogarse, como que le dolía la espalda y me decía que la frotara, yo pensaba que era como un aire. Después la llevé al hospital y le entró una gripe, pero nada que ver una cosa con la otra, le siguió faltando el aire y fue como progresivo pero todo muy rápido.
Ella decía que eso no era nada porque estaba joven. Después la llevé al hospital Calderón Guardia y antes de pasar por ella me mandaba mensajes porque ya no podía ni hablar, de una vez la metieron, la cedaron y la llevaron a Agudos porque ya no podía respirar, se estaba casi que muriendo. La llegué a ver el jueves en la noche y cuando vi que le pusieron tubos y estaba inconsciente me asusté mucho. Yo me fui a la casa de mis papás llorando, ellos me decían que estuviera tranquilo y que era normal, que tuviera ánimos.
–¿Cómo fueron los días siguientes?
–Yo llamaba al hospital y solo me decían que estaba delicadita. Yo digo que ella murió el día que la cedaron, creo que tuvo la muerte más linda, le pusieron una inyección y ya, no sufrió, no tuvo una enfermedad de años.
–¿En qué momento le dijeron que había fallecido?
–El domingo a las seis de la tarde me llamaron para decirme que había muerto por un paro respiratorio.
–¿Cómo reaccionó usted?
–Entré en shock, llamé a los papás y les di la noticia, les pregunté que dónde querían que la enterrara y me dijeron que allá en Pérez. El lunes la enterramos temprano y me disculpé con el papá, porque la primera vez que los vi fue para entregarle a la hija fallecida y no como siempre quisimos.
Yo la verdad me agarré con Dios porque decía que cómo me iba a hacer eso, primero lo de mis hermanos y ahora lo de Maro. Le decía que porqué él, si se supone que ama a sus hijos, los castiga de esa manera.
–¿Cómo se reconcilió con Dios?
–Por dicha, después del enojo hice una recapitulación de mi vida. Me costaba aceptarlo, en las mañanas cuando me despertaba quería que fuera un sueño, pero ya entendí que era el propósito de Él.
–¿Qué hizo en los días siguientes?
–Me vine a San José y mi familia me acompañaba, un día se iba una hija mía, otro día mi papá o mis hermanos. Era como un terapia, pero empezaron a presentarse cosas extrañas; una vez se cayeron unas monedas de la nada y al otro día me asusté porque a ella no le gustaba un pantalón que tengo, lo odiaba y yo me lo iba a poner para ir a un evento, le dije a mi hermana que si me ayudaba a plancharlo y ya cuando me lo puse, se escuchó algo que se cayó en el cuarto, fuimos a ver y estaban todos los pantalones tirados en el suelo, como en fila, como diciendo: 'no te pongás ese pantalón, vos sabés que no me gusta, póngase cualquiera de estos'.
–¿Por eso fue que se cambió de casa?
–En realidad fue para comenzar una nueva vida. Estar en una casa en que todo me la recordaba era muy feo, cambiarme fue como una terapia, hasta un psicólogo me lo dijo, que si no me cambiaba me iba a volver loco y no iba a poder salir adelante. De hecho, mi hermana y un compañero, Paulino, fueron los que me pasaron todo, gracias a que un amigo Dagoberto, me prestó un camión para pasar todas las cositas que tenía.
–¿Qué sintió el primer día en ese apartamento?
–Ah, estaba como desorientado. Ya cuando mi hermana se fue y quedé solo, fue durísimo porque era el primer día que estaba solo del todo, me pegué una llorada entrando a mi apartamento, entendí que ahora esa es la realidad.
–¿Todavía llora cuando la recuerda?
–Sí claro. No tanto como antes, pero sí, todavía lo hago porque fue alguien que me amó mucho, yo llegaba y me tenía las cositas lista por amor, era incondicional. Cuando llegaba a la casa era como ver al chiquito ansioso de que llegara el papá, se me tiraba encima, así fue siempre, era muy cariñosa y entregada.
–¿Ella siempre estuvo muy enamorada?
–Ella decía que desde que tenía 12 o 14 años estaba enamorada de mí porque me escuchaba en otra radio. Dice que siempre tuvo la fe de conocerme y poder compartir conmigo. Creo que ella tenía una misión conmigo porque yo antes tenía el ego altísimo, no trataba bien a las mujeres y ella me hizo cambiar y aprender a amar a una mujer, yo digo que ella me dejó listo para la vida, a mis 50 años.
–¿Qué siente a la hora de hablar de ella?
–A veces toco el tema porque me mandan mensajes gente que está deprimida y ahora me siento con propiedad para poder ayudar o darle un consejo a alguien después de lo que he vivido.
–¿Ha llorado en cabina?
–No, pero a veces siento que me ahogo cuando suena una canción me da nostalgia, pero toca presentarla o despedirla con mucho sentimiento. Poco a poco voy saliendo adelante de la mano de Dios.
–¿Le ha pasado por la mente volver a tener pareja?
–Sí, se la estoy pidiendo al señor, no la voy a buscar sino que Él me la ponga en el camino. Tampoco es que no voy a ver a una mujer, pero tiene que haber ese click, como el que sentí con Maro.