“Mi esposo se trae a la casa a su mamá todos los fines de semana. Ella está jubilada y es independiente, pero cuando está en mi casa desfilan mis cuñados, los nietos y sobrinos y no tengo espacio para descansar, porque incluso a veces se quedan a dormir los sobrinos de mi esposo. Yo soy la que tiene que hacerlo todo y con mucha frecuencia hay domingos que hago almuerzo para casi 20 personas. Le he dicho que me siento cansada porque nadie levanta un plato y nadie recoge nada. Le he dicho que usemos desechables y dice que a su familia hay que atenderla bien, pero no me ayuda en nada. Él no quiere entender que quiero a su familia, pero no quiero estar atendiendo a todo el mundo”.
1. En el esquema que describe hay una sobrecarga de trabajo, por lo que debe establecer acuerdos objetivos respecto a la integración familiar y cómo va a establecer dicha integración. En el esquema que usted plantea pareciera ser que él es el anfitrión social y usted elabora todo el trabajo.
2. El tema no es cómo se atiende a una familia o cuánto tiempo pasa la gente en casa, es que haya acuerdos que permitan una sana distribución del trabajo cooperativo. Todo ser humano tiene derecho a manifestar un sí o un no, a partir de su percepción y de sus emociones, en virtud de lo que se vive con regularidad en el esquema familiar.
3. La reflexión de la columna de esta semana va sobre temas como estos, sobre estructuras de cooperación, distribución y justicia en el hogar, porque el reto es tener una visión de escucha equilibrada y sana, que permita reconocer en la voz de la otra persona una oportunidad de análisis y mejora.
5. Si esta estructura no se resuelve es muy difícil encontrar acuerdos, porque acá no estamos hablando de amar o no a la familia, se está hablando de cómo entender, cómo distribuir el trabajo, las tareas y ser sensibles a las necesidades emocionales de una persona que se siente cansada y pareciera ser poco apoyada.