“Mi hijo entró este año a la universidad y ha sido un proceso decepcionante, en los dos primeros cuatrimestres perdió todas las materias y pareciera ser que no le interesa. Duerme todo el día, no ayuda en la casa y ya se había quedado dos años en el colegio. Ahora tiene 20 años y tiene unas malacrianzas impresionantes. Se fue a vivir con el papá, pero me dijo que ya no lo aguanta y que me lo va a devolver, pero le dije que no. A mí me ha tocado lidiar con él toda la vida y aunque suene duro, no estoy para criar vagos. Ahora vivo con mu hija muy tranquila. No lo malquiero, pero no estoy dispuesta a seguir aguantando”.
1. Es muy duro, doloroso, frustrante y decepcionante, e incluso, a veces nos culpamos cuando nuestros hijos toman decisiones que en lugar de ayudarlos a crecer, los estancan en círculos sin sentido.
2. No puede perder de vista que él es un adulto joven de 20 años, que ha tomado decisiones incompatibles en este momento con lo que usted aspira para su hogar: cooperación, trabajo, responsabilidad, buen trato y estabilidad emocional. Desde esta óptica usted tiene derecho a tomar las decisiones que considere prudentes.
3. El muchacho vive con el papá, pero que el señor no lo pueda manejar no supone que usted tenga que asumirlo. Usted tiene derecho a poner sus reglas, normas, límites y si el ambiente familiar, desde que él vive con el papá, ha presentado una mejora y mayor serenidad, usted está en su derecho a mantener esta posición.
4. No son situaciones fáciles de digerir, generan mucha contradicción y nos ponen a veces en una curva de problemas internos en el que nos sentimos buenos o malos padres, pero también en alguna medida esto es una dosis de realidad y tiene que formar parte de la formación de su hijo, porque el hecho de que no estudie, no trabaje, no colabore es algo que necesita asumirse. Usted por su lado, defina el estilo de vida que quiere.