Para una madre que ha sido una devota católica durante muchos años no es sencillo escuchar que uno de sus hijos le confiese que es homosexual.
Eso le pasó a doña Lourdes Vargas, más conocida como “Luly” por sus seres cercanos, quien trajo al mundo, hace 29 años, a Michael Rubí, uno de los bailarines más queridos de “Dancing with the stars”.
Ella es, en la mayoría de los casos, la protagonista de las historias de Instagram del famoso coreógrafo por lo que La Teja quiso conocer más de ella y de su relación con su hijo con motivo de este Día de la Madre.
Esta alajuelense nos contó que al principio le costó mucho aceptar la orientación sexual de su hijo, al punto que lo echó de la casa, pero se arrepintió por lo que hizo y recapacitó, al punto que hoy la relación con su hijo es de las mejores.
– ¿Cómo tomó la noticia de que su hijo era homosexual?
– Uno como madre siempre sabe que sus hijos son diferentes. Recuerdo que cuando él tenía siete años me dijo una vez que estábamos viendo televisión: ‘¡Ay, qué muchacho más guapo!’. En ese momento sentí algo diferente, es más, lo llevé por varios meses a una sicóloga.
–¿Y qué pasó después?
– Cuando estaba en la adolescencia me dijo: ‘Mami, entienda que yo soy gay’, por lo que fuimos otra vez con la sicóloga. Él aceptó ir, pese a que ya sabía cuál era su preferencia sexual. Duramos como seis meses y la doctora le explicó todo lo que iba a enfrentar por su condición y pese a eso él siguió pensando igual.
– ¿Por qué decidió echarlo de la casa?
– Cometí muchos errores, pero no quería que él sufriera, ni que se sintiera discriminado. Una vez cometí el error de decirle que se fuera de la casa por no hacerme caso, cuando tenía como 19 años. Fue el año más doloroso para mí porque estuvimos alejados. Fue un gran error, nosotros como padres tenemos que apoyarlos, amarlos y respetarlos. Me ha pesado y dolido el corazón por no entenderlo al principio.
– ¿El ser tan católica perjudicó la relación con su hijo?
– Ni fue nada fácil porque yo soy muy católica y me cerré en mi creencia religiosa, así que lo desprecié a él por eso. Michael tenía un amigo que la mamá cometió el mismo error que yo y el muchacho terminó suicidándose, por eso le doy gracias a Dios que me lo protegió pese a que él se llegó a sentir solo y aislado.
– ¿Qué la hizo cambiar de opinión?
– Mi otro hijo (Andrés) habló conmigo y me dijo que nosotros teníamos que apoyarlo, que yo tenía que cambiar. Andrés me dijo que si creía tanto en Dios no podía actuar de esa manera, porque Dios es amor y yo lo estaba discriminando. Tuvimos un encuentro muy bonito, le pedí perdón y nos pusimos a llorar, fue muy hermoso.
– ¿Y ahora cómo es su relación?
– De ahí en adelante nuestra relación ha sido maravillosa y le agradezco a Dios la bendición que me ha dado de tener un hijo tan bueno y especial. Él es un gran consejero, es un hijo al que puedo contarle mis cosas y que siempre está ahí para oírme.
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– ¿Qué sucedió cuando Michael le dijo que quería ser bailarín?
– Él tenía trece años en ese momento, pero había estado en el grupo folclórico, ya que siempre le gustó participar en todo. Recuerdo que estaba en sétimo cuando el hermano lo llevó a un baile al club La Gloria (Alajuela), donde una coreógrafa le dijo que tenía mucho potencial, que se movía muy bonito, y le pidió que se subíera a la tarima a bailar con ella. Recuerdo que él se puso muy feliz y llegó a contarme como a la una de la mañana porque ella le pidió que trabajara con ella. Esa vez cometí el error de imponerme y le dije: ‘No señor’.
–¿Por que lo hizo?
Él era menor de edad y yo quería que sacara el bachillerato, no quería que los fines de semana estuviera en las calles de madrugada. Vieras la llorada que se pegó. Me dijo que yo le había truncado su futuro.
– ¿Y cómo se siente ahora que es uno de los mejores bailarines del país?
– Es un gran orgullo, por la gran lucha que dio, por eso lo felicito, porque luchó demasiado para llegar ahí y hacer su sueño realidad. Me siento feliz de ver todo lo que ha logrado, aunque no estuviera de acuerdo al principio.
– ¿Cuál fue su reacción cuando lo vio bailar por primera vez en tacones?
– ¡Aaaaay, Dios! Vea, yo lo admiro porque es demasiado gato, no sé cómo hace para mover su cuerpo con esos tacones tan altos. Aunque para mucha gente eso es un horror yo siempre lo he felicitado. Ahora lo veo bien porque Dios me ha hecho cambiar mucho, así que lo apoyo en todas las decisiones que tome. Si él está a gusto y feliz, que lo haga, a pesar de lo que diga la gente.
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– ¿Es de las típicas mamás sobreprotectoras?
– Siempre he sido sobreprotectora con ellos, me gustaba andarlos bajo el ala. Cuando Michael empezó a traer amigos yo no quería a nadie para él (una pareja) porque pensaba que me lo iban a hacer sufrir.
– ¿Su forma de ser complicó la relación con Michael?
– En la adolescencia (Michael) tenía un carácter bastante fuerte y chocábamos mucho. Pero es que yo los he dominado mucho desde que eran pequeños para que ellos se comportaran, estudiaran e hicieran sus tareas. En la adolescencia “Maikitol” me enfrentaba mucho, pero no eran peleas bravas porque nunca les he faltado el respeto con palabras hirientes. Con el tiempo uno va aplacando el carácter con la ayuda de Dios. Sé que cometí muchos errores criando a mis hijos y más bien desearía aconsejar a otros padres especialmente a los que tienen hijos adolescentes.
– ¿Qué consejos les daría a los padres que viven algo parecido, ahora que usted pasó por todo eso?
– Muchas veces uno cree que imponiéndose, los hijos le van a hacer caso, pero eso se logra con acuerdos. A mi me criaron con imposiciones y uno se da cuenta que no es lo más indicado. Les diría que hay que tratarlos con cariño y explicarles las cosas: ‘mire papito, yo lo amo mucho y no quiero imponerle las cosas, pero es por su bien', ‘vamos hacer las cosas juntos’. Se debe hacer con paciencia, no exigiendo. El estrés siempre viene a sofocar, pero hay que pedirle mucho a Dios.
–¿Qué significa para usted ser la mamá de Michael?
– Es el mejor regalo que Dios me pudo dar. Yo tengo dos hijos y ambos son una gracia de Dios. Ser la mamá de Michael es lo mejor, porque él es muy especial conmigo, tanto que no le da pena mostrar que yo soy tan sencilla en sus redes sociales. Él me da muchos consejos y ahora más bien se porta como si fuera mi papá, porque se la pasa diciéndome que tengo que salir, que tengo que hacer ejercicio, que tengo que sacar los perros a caminar.