“Llevo años luchando con mi nuera, ya que es una persona muy celosa, absorbente y estoy cansada. Cuando nos visita hay que caminar con pies de plomo y cuidar lo que uno dice porque hace pleitos horribles. Además, se aleja y no nos deja ver a los nietos. Hace poco vinieron a la casa y mis hijas están saliendo a caminar en las mañanas y una le dijo que se apuntara, no dijo nada, le cambió la cara y rapidito se fueron. Luego me enteré que ya no les habla a mis hijas y no quiere volver a la casa, porque dice que nosotros la criticamos porque está gorda. Lo malos es que mi hijo se enoja con nosotras y nos culpa de todo”.
1. Si ella es una persona cuyos criterios de interpretación, ante cualquier situación, la llevan al conflicto, se siente mal y atacada, juzgada o señalada, el problema es de ella. Ella tiene que trabajar esto a fondo, pues entre mayor sentido de realización personal, menos le fastidia la vida a los otros.
2. Si ustedes han tratado de moverse desde el respeto, la integración y ella sobre reacciona creando conflictos, no se pueden sentir responsables de algo que se escapa de sus manos. Y si su hijo se une a ella, esa es una decisión de él. En un mundo ideal la gente habla y negocia desde el respeto a la individualidad y establecen una cultura de familia en la que medie la cordialidad, pero todos los actores tienen que contribuir para que esto suceda.
3. Sus hijas la invitan a hacer ejercicio y ella lo interpreta como una crítica a su peso, se enoja, se vuelve a distanciar y no habla. Además, su hijo la respalda, así que les tocará poner límites y tomar decisiones.
4. Cuando un ser humano culpabiliza a otros, evitando crear una estructura de comunicación, el pronóstico de estabilidad es muy bajo. Entonces, deben mirar hacia adentro y sentirse en la libertad de evaluar si están haciendo las cosas bien y si es así saber que pueden tomar distancia.