Farándula

Las redes sociales redefinen los límites de la fidelidad

“El impacto emocional para la persona que descubre la infidelidad virtual no es menos grave que el de los actos cometidos físicamente”

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(OTTO STEININGER/NYT)

¿Considera que dar un ‘me gusta’ en la foto de una persona que no es su pareja es infidelidad? Póngase en esta situación. Su novio está usando Instagram y cuando aparece la foto de una mujer en vestido de baño, él toca dos veces la pantalla y automáticamente aparece el corazón rojo que indica un like. ¿Le molestaría?

Ahora, considere que la protagonista de la imagen es una cantante o actriz famosa, ¿es diferente a si ese ‘me gusta’ va para su exnovia o para una conocida?

Las opiniones sobre el tema están divididas. Para algunos si los likes y comentarios van dirigidos a una celebridad no hay problema, pues no es más que una fantasía, para otras -en cambio- cualquier demostración de interés o atracción por un tercero, así sea a través de la pantalla, es una falta de respeto.

Ejemplo de ello es la situación que atraviesa la actriz Lina Tejeiro, quien terminó su relación con el cantante Juan Duque por una supuesta infidelidad. Aunque el también influenciador desmintió que esos fueran los motivos, Tejeiro respondió en su cuenta de Twitter al comentario de una usuaria relacionado con la importancia, para ella, de que la pareja sea exclusiva hasta con los likes que da en redes sociales, y escribió: “Lo que se permite, se repite”, avivando los rumores sobre los motivos de la ruptura.

Angie Katherine Vargas Daza, psicóloga clínica de Psicotools, aclara que lo que se entiende por fidelidad es relativo a los acuerdos de cada pareja, tanto en el mundo digital como en el análogo.

“Las redes sociales no aumentan la tendencia a ser infiel, pero sí amplían las posibilidades de intercambiar información que pueda ser interpretada por la pareja como infidelidad. Recordemos que la infidelidad es el incumplimiento de los acuerdos de la pareja, por lo que dependerá de lo que estos entiendan como tal”, explica la profesional.

En ese contexto de relacionamiento digital, los límites tradicionales se han redefinido, e investigadores como Martin Graff, profesor de psicología en la Universidad de Gales de Sur, Reino Unido, han definido conductas como el microengaño, que se refiere a cualquier acto o comportamiento de alguien en una relación que sugiera que hay una tercera persona, emocional o físicamente, involucrada.

En esa categoría podrían clasificar los ‘me gusta’ o las interacciones con intención de coqueteo. Por su parte, Alberto Barradas, autor del libro A veces Cupido tiene mala puntería, tiene una posición que él mismo clasifica como radical. “Poner las relaciones sentimentales a merced de un like es muy triste. Que mi seguridad y mi confianza en mi relación y en mi pareja estén supeditadas a un ‘me gusta’ es triste. Los celos son la expresión del miedo y la inseguridad y mezclar el amor con miedo se parecería más a una relación como la que tienes con tus padres, no a la que deberías tener con tu pareja”, señala.

El área gris en este campo de juego es amplia y aunque un like no se traduzca en un encuentro físico, un cruce frecuente o el surgimiento de una interacción más directa a raíz de esa señal puede tener impacto.

Un estudio realizado por la Universidad Tecnológica de Texas arrojó que el engaño perpetrado ‘solo’ por redes sociales duele tanto como el que se concreta físicamente.

La investigadora Jaclyn Cravens, especialista en terapia de matrimonio y familia, usó datos del sitio Facebookcheating.com para analizar el impacto. Para eso entrevistó a más de 200 parejas y comprobó que el ciberengaño había sido origen de crisis y peleas, aun cuando no hubieran llegado a concretar encuentros físicos.

“Y el impacto emocional para la persona que descubre la infidelidad virtual no es menos grave que el de los actos cometidos físicamente”, dice Cravens.

El escritor Barradas resalta que es necesario dejar de imponer la fidelidad como una obligación, cuando debería ser una decisión que nace de la honestidad. “Una promesa no debe ser obligada. Hay que mirarse uno mismo y ser honesto. Conducta pasada predice futura. No es fórmula matemática, pero si hay una tendencia de que eres infiel, ¿por qué vas a prometerlo?”.

Vargas, de Psicotools, está de acuerdo y añade que “para evitar una infidelidad se requiere mucha consciencia sobre sí mismo, sinceridad con uno mismo, incluso antes que con la pareja. Es decir, es clave conocerse como ser humano para identificar en qué momento me siento atraído por otra persona, y cómo mis acciones pueden acercarme o no a la posibilidad de ser infiel”.

En todo caso, lo primordial, según ambos profesionales, es tener claros los acuerdos de la relación. Si consideran que responder a un mensaje de otra persona con emojis, comentarle o darle likes con frecuencia es coqueteo y genera malestar, deben dejarlo claro y ser honestos. El mismo principio aplica para todas las interacciones en el mundo digital que puedan considerarse por alguno de los integrantes de la pareja como una falta a la lealtad.

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