Jenny Castillo fue una talentosa cantante, una excelente profesional y, sobre todo, una gran madre, hermana e hija.
La artista, quien falleció el 7 de julio del 2020, por causa de una infección que le dio tras realizarse una cirugía estética, era el alma de una finca de 22 mil metros cuadrados (para que calcule, el estadio Nacional mide 34.120 metros cuadrados), ubicada en Paracito de Santo Domingo de Heredia.
Allí vive todavía la mayoría de su familia, incluida su hija de 17 años; su madre, doña Ana Cecilia Chaves, y su hermano menor y confidente, Allan Mauricio, quienes la recuerdan con mucha nostalgia y cariño.
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Cada mañana se despertaba temprano para saludar a sus familiares, llenándolos de energía y muy buena vibra.
Su hermano recuerda que para la época en que ella sufrió la infección, estaba pronto a celebrarse el Día del Padre y, aunque sentía mucho dolor, nunca dejó de pensar en conmemorar esa fecha tan importante.
“Le costaba mucho respirar, cuando se la llevaba la ambulancia me decía: ‘Mau, ahí está, ahí está’, y yo no entendía qué era, entonces me dice: ‘Ahí está su regalo, vaya búsquelo’. Es algo que me parte el alma al recordarlo”, contó.
Su madre la describe como una persona que unía, sin importar el momento que fuera.
“Era como que nosotros fuéramos los pollitos y ella la gallinona, siempre venía en las mañanas a saludarnos y andaba detrás de todos, uniendo a la familia, conmigo era muy especial, pero con todos igual”, señaló doña Ana Cecilia, de 77 años.
No puede oír sus canciones
El dolor al recordarla está más latente por el primer aniversario de su muerte.
“Yo todavía no puedo escuchar ni una sola canción de ella, es más, no puedo ni oír a Vicente Fernández porque me da feo. Es difícil, me da muy duro porque éramos muy cercanos, vivimos muchas cosas buenas y otras no tanto, ella tuvo sus baches difíciles, pero nos unieron mucho”, comentó el hermano.
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Sus familiares tratan de estar muy unidos, darse apoyo, llorar juntos si es necesario, pero intentan salir adelante.
“Yo estaba con los ojos todos marcados y esto pelado (los pómulos) de estar llorando esta semana porque sabía que ya venía el primer año, es muy duro, no se lo deseo a nadie”, comentó la señora.
“Yo le digo a mucha gente que duele cuando a uno se le muere un familiar, pero no se le escucha cada vez que se va por la calle y eso lo hace más duro. A veces uno quiere despistar el recuerdo, yo le digo a mi mamá que hay que cambiar, hay que salir, se puede llorar, pero no quedarse ahí”, aseguró Allan Mauricio.
Se juntó todo.
La muerte del hijo mayor de Jenny en Estados Unidos, hace dos años, fue otro duro golpe para esta familia. Él vivía y trabajaba allá, pero aprovechaba cualquier tiempo libre para venirse al país a compartir con su mamá.
El fallecimiento tan repentino de Alejandro, a sus 33 años, marcó la vida de la cantante, después de eso no fue la misma.
“Alejandro era un músico completo, cantaba, tocaba piano, guitarra, saxofón y de todo. También era ingeniero en sistemas, pero se había ido para Estados Unidos, le iba muy bien, era trovador y hasta había aparecido en algunas películas. Cuando murió, a ella la golpeó demasiado, internamente se fue destrozando, hay una Jenny antes y otra después de lo que le pasó”, recordaron los familiares.
Aunque a ella no le gustaba cantar, sí gozaba que su hijo hubiera sacado ese gen artístico y compartía con él esos ratitos mágicos.
Jenny fue la única mujer de cuatro hermanos y también la única que desarrolló el don del canto.
A eso de los 19 años, ella se retiró de la música, pero el recuerdo de su voz permaneció más que vivo en muchas personas que la escucharon, aunque su familia tuvo el lujo de conocer otra faceta de ella.
“Con eso de las redes uno pone algo y la gente nos da muchas muestras de cariño y de admiración por lo que fue, pero yo me quedo con la que unía esos 22 mil metros, porque era la mía. Uno no puede dejar atrás el cariño que le tenía la gente por esa gran trayectoria como cantante o como profesora, en la U la veían como una mamá, muchos de ellos ni siquiera sabían que había sido una artista, pero yo me quedo con la persona que conocí”, agregó Allan Mauricio.
El cuerpo de Jenny descansa en el cementerio de Santo Domingo de Heredia, pero su alma está en la finca de 22 mil metros cuadrados de su familia.