El popular estadígrafo de toros, Álvaro Zamora recuerda cada Semana Santa que está vivo de puritico milagro.
El vecino de San Ramón sufrió un accidente de tránsito el Domingo de Ramos de 1998, que ese año cayó 5 de abril.
El también comentarista de los levantines del redondel de Zapote a fin y principio de año le contó a La Teja que es inevitable no recordar como se le escapó a la pelona en estas épocas.
Zamora, con su característico buen humor, asegura que él entró a la lista de resucitados luego de que su carro quedara completamente destruido.
“Ese día venía de dejar a mi hija donde la abuela. Yo venía con mi amigo Jamie Rojas que era camarógrafo, eran como la una y media de la tarde y recuerdo que unos doscientos metros antes de llegar al puente de Guacimal perdí el control del carro. Lo que había al lado era un guindo y un río, pero nosotros no nos fuimos al guindo porque un árbol nos frenó”, recordó.
El moncheño dice que a veces piensa que fue el mismo árbol que los salvó de no morir.
“Los dos estamos vivimos de milagro, pegamos en el árbol y eso hizo que no cayéramos al guindo, quiza no estaríamos contando el cuento tantos años después”, comentó.
Entre latas retorcidas
Álvaro asegura que está vivo de puro milagro y que no tiene idea de cómo salió, únicamente, con unos raspones.
“Nunca supe quién fue, pero una señora fue la primera en llegar a auxiliarnos, hasta con alcohol nos llegó. Recuerdo que la señora nos decía que literalmente habíamos volado, que no sabía cómo estábamos vivos”, narró.
Del bombazo, Álvaro y Jamie tuvieron que ser trasladados al hospital de Puntarenas. El papá salió a pocas horas, mientra que su amigo sí tuvo que quedarse y estuvo incapacitado por varios meses.
“Mi temor mientras me llevaban al hospital era que estuviera reventado por dentro, con una hemorragia o algo así, porque yo sabía que eso podía pasar y me parecía muy raro que con semejante bombazo no tuviera nada”, confesó.
Mientras atendían a Álvaro y a Jamie, en las afueras del centro médico todo el mundo tenía que ver con el carro del comentarista, un Nissan Pulsar que quedó todo despedazado.
“La grúa llegó al lugar del accidente y cuando me llevaron al hospital el muchacho de la grúa se llevó mi carro hasta el hospital, dicen que todo mundo tenía que ver cómo había quedado el carro. La gente lo que preguntaba cuando veían el carro era cuantos murieron”, indicó.
En la noche, cuando le dieron la salida, el muchacho de la grúa le llevó el carro a Zamora a su casa en San Ramón.
Al automóvil le dieron pérdida total y a los meses lo vendió para repuestos.
“Intenté meterme al lado del condutor y no pude. Así que no tengo ni la menor idea de cómo hice para salirme entre las latas retorcidas el día del accidente. Seguro el mismo instinto y la adrenalina”, opinó.
Don Álvaro, quien es uno de los chineados del público de Zapote, recordó que el bombazo le dejó varias secuelas por un mes que tenían que ver, sobre todo, con nervios.
“Me quedó como grabado el sonido del golpe y por las noches lo escuchaba. También me pasaba que cuando iba en bus o como acompañante hacía, como por instinto, a meter el freno, era como un reflejo involuntario por lo que me pasó”, manifestó.
Y ni que se diga cuando tenía que pasar por el lugar del accidente. Asegura que le daban escalofríos.
“Todavía siento extraño, y más porque hace poco hubo un accidente en el mismo lugar y una muchacha murió”, detalló.
Lección aprendida
Álvarito reconoce que el susto en carretera se lo llevó porque iba a exceso de velocidad y que por eso no le dio tiempo de reaccionar.
Por eso asegura que después de que casi se mata al volante por una imprudencia, nunca más volvió a meter chancleta.
“Aprendí que no se debe correr en carretera, que uno no gana nada, que el enemigo número uno cuando uno maneja es la velocidad”, dijo.
Comentó que después de ese susto, la vida le cambió por completo y que desde ese Domingo de Ramos en que vio a la muerte de cerquita, valora más las cosas y cambió el chip para ser una persona más positiva.