“Durante años estuve esperando a una persona que decía que quería estar conmigo, pero nunca tomó esa decisión. No sé cómo ni por qué, pero me armé de valor y terminé esa relación. Creía que no podía salirme de ahí y lo terminé. Me siento muy bien y no lo extraño, lo que no me sale de la cabeza es sentirme culpable por el tiempo perdido, por tantos años de esperar a esta persona. Siento que tuve que hacerlo hace mucho tiempo, pero al fin lo logré”.
1. Hay muchas historias como estas donde dos personas se encuentran, desarrollan sentimientos, interactúan, establecen vínculos y basados en emociones toman decisiones sin analizar a fondo si efectivamente hay viabilidad o no para estar juntos. Uno de los grandes requisitos es saber si en su presente genuinamente se podrán comprometer.
2. Pasa el tiempo y no pasa nada y es completamente válido que ante la promesa de: “pronto estaremos juntos”, es válido tomar esta decisión y es algo que le corresponde usted, al darse cuenta que la promesa no sucede, pues se nota con el paso de los años, que no hay una acción, a pesar de las palabras.
3. No obstante, cuando esto sucede si se pregunta, ¿por qué no lo hizo antes?, ¿por qué duró tanto tiempo?, ¿por qué la otra persona al final no tomó decisiones? ¡Cuidado! Navegar en estas aguas o en preguntas que no tienen respuestas, es enfrascarse en un proceso que hace, de una decisión como la suya, un proceso más complejo.
4. Hoy, usted tomó una decisión, basada en una realidad, porque la otra persona no se comprometió al 100% y desde ahí usted gestó un cambio en su vida. Oriente toda su energía a la reorganización de vida, no por esta ruptura sino a partir de tener claridad de todo lo que usted desea que pase en su vida. Es ahí donde debe pensar muy bien, hacia dónde va, no se termina una relación para sufrir lo no vivido, se termina para comenzar un nuevo ciclo de vida.