Daniel Vargas estuvo los últimos días sin Internet en su travesía por conquistar el monte Everest y este lunes reapareció para contar la que ha sido hasta ahora la expedición más peligrosa que ha tenido camino a la cima más alta del mundo.
El deportista salió el viernes anterior a hacer una “rotación de campos” y, según contó, cruzó el glaciar Khumbu considerado el trayecto más peligroso de la expedición.
“Caída de pedazos enormes de hielo, cruzar grietas superprofundas, subir paredes con cuerdas, hacer rapel. Y lo peor de todo, es un terreno cambiante, por lo que a veces las cuerdas guías se pierden. Luego de 5 horas y 30 minutos llegamos al campamento #1, a 6100 metros de altura sobre el nivel del mar. Ahí nos dieron té y sopa que supo a gloria. Se suponía que íbamos a dormir ahí, pero mi sherpa Lakpa (guía) me vio bien físicamente y me propuso descansar un poco y seguir caminando al campamento #2, a 6400 msnm. Acepté la propuesta, me puse bloqueador y vaselina en la cara y seguimos”.
“Este tramo fue gradualmente ascendente, mucho sol y reflejo, lo cual empezó a afectarme la vista aunque tuviera anteojos especiales. Seguimos caminando y llegamos al campamento #2. No tuve ninguna molestia debido a la altura; sin embargo, estaba bastante cansado, me metí a mi tienda e hice una siesta de casi 2 horas. Me levanté y me puse ropa caliente, cenamos bastante temprano y nos fuimos a dormir. Compartí tienda con una persona de Pakistán muy amable”, contó.
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El deportista y chef mencionó que esa fue la noche más ventosa y fría que ha vivido desde que llegó a Nepal y que al día siguiente caminaron al campamento número 3, que está a 6.800 metros de altura.
En ese trayecto vivió un momento bastante tenso y peligroso, pero afortunadamente logró terminar con el recorrido sano y salvo.
“Me sentí muy bien físicamente y mi sherpa y yo decidimos bajar ese mismo día al campamento base. Fue una caminata muy larga. Llegamos al campamento #1 y tuvimos que esperar 4 horas, ya que había muchos reportes de avalanchas y deslizamientos de hielo en el glaciar. En el momento que del sol dejó de pegar directo decidimos arrancar nuestro descenso. Fue muy estresante y peligroso, escuchábamos pedazos de hielo caer a nuestra espaldas, y ver la cara de mi sherpa viéndome a mis ojos y decirme: “Necesito que corra”, no es nada vacilón. Al final, llegamos sanos y salvos al campamento base, me recibieron con una cena de sardina frita con papas y ensalada, pude comunicarme con mis seres queridos después de dos días sin Internet y pude dormir delicioso”, agregó.
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Esta es parte de una práctica para cuando ya llegue el momento de caminar directamente hacia el Everest, que está a 8,849 metros del altura.