La privada vida de un rey está rodeada de un misterio inigualable que toda persona desea conocer. El hermetismo y la privacidad de las familias reales levantan más de una ceja y encienden las redes sociales cuando algún nuevo detalle del protocolo sale a la luz. Los lujos exorbitantes, las reglas insólitas que impone la corona y las costumbres que se mantienen luego de cientos de años despiertan la curiosidad de más de uno.
La Reina Isabel II del Reino Unido es uno de los personajes más emblemáticos del último siglo y su vida también es una gran fuente de interés popular. Su mandato atravesó guerras, crisis mundiales y hasta la pandemia, siempre cuidando las apariencias frente al mundo. A pesar de haber podido con todo eso y más, hay algo que las personas comunes y corrientes experimentan a diario y hasta sueñan en ocasiones que la longeva monarca detesta y hasta el día de hoy no logra entender.
De acuerdo a Sally Bedell Smith, autora del libro Elizabeth the Queen: The Life of a Modern Monarch (Isabel la Reina: la vida de una monarca moderna), en 2015 la reina hizo un comentario sobre la casa de uno de sus nietos.
Después de que el príncipe Guillermo y su esposa Kate Middleton terminaron de renovar su casa de campo Anmer Hall, decidieron reinaugurar la propiedad con una invitación a la reina. La periodista estadounidense contó que en la casa de arquitectura georgiana “tienen una de esas grandes cocinas con un plano abierto con zonas para comer, a lo que Su Majestad opinó: ‘No puedo entender por qué todo el mundo pasa tanto el tiempo en la cocina’”.
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Quienes cocinan usualmente sueñan con un espacio amplio donde poder apoyar todos los elementos necesarios e incluso contar con una mesa de apoyo para que se sienten sus acompañantes mientras se cocina un rico plato. Sin embargo, la reina resultó ser una ferviente detractora de las amplias cocinas abiertas.
Su extrañamiento hacia tareas domésticas ordinarias como hacer la cama en la mañana, ordenar la casa y lavar la ropa tal vez sea la explicación hacia este espacio de los hogares. Su rutina lejos de la cocina es quizás lo que le impidió vivir las íntimas charlas que allí se pueden dar.
Actualmente su nieto William y su esposa Kate están considerando mudarse a una modesta casa donde hay solamente cuatro habitaciones (una para el matrimonio y una para cada hijo) y no contar con personal doméstico permanente ni viviendo con ellos, dando muestras, una vez más, de la austeridad y simpleza que los caracteriza para criar a sus hijos.