Para elaborar un diálogo constructivo, como antídoto a las discusiones que se vuelven eternas e improductivas en la dinámica de una relación de pareja o de familia hay muchas cosas que se pueden hacer:
1. Regule sus emociones. Puede haber enojo, pero lo mejor es explicarle a la otra persona ¿qué es lo que le enoja? ¿por qué se enoja? ¿cómo le afecta? En última instancia, el reto es proponer ideas para mejorar esa situación que los abruma. Esto implica una adecuada conciencia emocional, es decir, tener mucha claridad personal de que el propósito de la comunicación es la resolución de aquello que les hace perder la paz.
2. Desarrollar una escucha comprensiva que le permita entender la perspectiva de la otra persona. Al margen de que estén de acuerdo o no, ambos deben procurar una escucha que les permita comprender a profundidad el punto de vista de cada uno, con el propósito de ampliar la reflexión, sin que haya tensión.
3. Se habla para desarrollar acuerdos no para justificar posiciones de forma intransigente o sin fundamento. La comunicación no es para atacarse o tener la razón desde una lucha de poder. El gran reto es comunicarse para resolver, buscando lo que les traiga mayores beneficios a ambos. Esto exige el ejercicio de la prudencia, la sensatez, la empatía y la humildad para escuchar, ya que le puede ayudar a ofrecer una disculpa o reconocer errores.
4. Siempre será fundamental procurar utilizar el lenguaje adecuado, un gesto cálido, un tono. Todo esto para invitar a la cercanía, sin que se propicien distancias, miedos o tensiones, que le den un tinte negativo o de irrespeto a ese momento. Cuando hablen recuerden que la otra persona no tiene que salir lastimada, sentirse dañada, o violentada.
5. La intención fundamental es crecer, no es ganar la discusión. Aplastar al otro con sus argumentos, no es el camino, el propósito es que exista una posibilidad real de crear bienestar, cercanía y paz emocional.