“¿Quién me tapará esta noche si hace frío?¿Quién me va a curar el corazón partió?” Aquel que firmaba aquellas líneas y que buscaba a una mujer que llenara sus eneros de “primaveras” era Alejandro Sánchez Pizarro; un madrileño modelo 68 al que nadie conoce por ese nombre, ya que para 1997, cuando editó su disco “Más” con ese superhit llamado “Corazón partío”, todo el mundo lo llamó Alejandro Sanz.
Atrás quedaron sus incursiones por el heavy metal, por el tecno pop melódico que grabó a finales de los ochenta como Alejandro Magno y por aquellos primeros discos como Sanz que le permitieron darle cauce a su carrera como cantante y compositor. Con el disco “Más” sentó las bases de ese artista que llega hasta hoy con un prestigio mundial bien ganado.
Según Mauro Apicella, de La Nación, su carrera está bien sintetizada en los versos de “Bio”, tema que abre su último disco, “Sanz”. Para buscar sus logros en la industria de la música habrá que revisar los rankings, pero para buscar la opinión que el cantautor tiene de sí mismo hay que escuchar esa declamación que hace en los tres minutos y treinta y seis segundos que dura el track.
Allí cuenta que su padre era músico y su madre ama de casa. Que de chico era relleno y que pensó que a los golpes se haría respetar. Pero aquello no funcionó; al menos, no tan bien como sus canciones.
“Llevo ya 30 años dedicado a este sueño, que empezó como empeño, ilusión, opción y anhelo. Y ese soy yo, resumiendo, desde que tengo razón. No intento engañar a nadie, sino escribir mi canción.”
Lo que más ha marcado la carrera de Alejandro Sanz es su personalidad vocal. Está grabada a fuego en todas sus canciones. Esa manera de canto desgarrado, desafiante del sistema, que resultó un estilo personalísimo.
Su último disco, publicado en diciembre de 2021, tiene el más profundo sello Sanz. Curiosidades como “La rosa”, tema que también lleva la firma de Paco De Lucía (fallecido en 2014), y esas baladas que son un clásico de su repertorio. El recuerdo vino a cuento porque se habían cumplido los treinta años de la salida de “Viviendo deprisa”, su segundo disco en solitario, pero el primero como Alejandro Sanz.
Y en todo ese tiempo hubo doce discos de estudio, varias novias, dos matrimonios, cuatro hijos y el ritmo de vida de un tipo famoso que evitó el camino de las celebrities, aunque su voz y sus opiniones en redes pudieron hacer algún ruido. A veces, bastante ruido.
En su vida por las redes hay también ciertas catarsis relacionadas con el estado de ánimo, como los tuits del último año en los que confesaba su baja productividad.
En noviembre pasado armó un breve hilo de Twitter en el que se refería a su escasa inspiración. “He pasado un tiempo triste, musicalmente vacío, enfadado y falto de creatividad. Entregado a la nada (...) Pero, de repente, he recuperado mi esencia. Tengo ganas nuevas de conciertos y de grabaciones. La música empieza a arder en mí de nuevo. Solo quería compartirlo”.
Su sinceridad también ha provocado las reacciones más diversas. En 2004 opinó sobre Venezuela y la gestión de Hugo Chávez. En ese momento el presidente venezolano lo desafiaba a escribir otro tipo de canciones. El cantautor redobló la apuesta al decir que si 3 millones de personas se lo pedían, abandonaría la música. Aunque las redes en aquellos años no tenían la dimensión actual, se juntaron 20.000 firmas para que lo hiciera. En ese momento Sanz presentaba el disco “No es lo mismo”; ese con el que decía: “Mi voz no te la vendo”.
Con ese mismo tono con el que en aquellos años hablaba de Fidel Castro y de Hugo Chávez, también se refería a la Guerra en Irak, que estaba promediando su larga y dolorosa existencia.
“Creo que una cosa no está reñida con la otra. Yo no pretendo ser políticamente correcto, sino humanamente correcto. Creo que cuando todo un pueblo se manifiesta en contra de una guerra es porque realmente no quiere participar. Y uno tiene el derecho y la obligación de dar opinión. Aunque pareciera que la opción empiece a estar perseguida y criminalizada.”
Sanz lleva muchos años en lo más alto con una actividad que ni siquiera detuvo la pandemia. Para los últimos Juegos Olímpicos, disputados en Tokio, hizo una versión de “Imagine”, el clásico de John Lennon, de manera virtual. Tiempo después, se colocó su estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood (son solo nueve los españoles que tienen ese privilegio). Y al año siguiente publicó Sanz, ese disco que le sirvió para girar un poco la cabeza, echar la vista sobre su hombro y ver qué había allí detrás desde que comenzó a cantar.
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A los cincuenta y pico, Sanz juega en un territorio amplio que es el de su público histórico y, además, pone el pie en la cancha de las nuevas generaciones, cuando hace algunas colaboraciones con otros músicos. Puede compartir complicidades con gente de su generación o incluso algunos años mayor que él. Hace un par de años grabó el tema “For Sale” con Carlos Vives y recientemente estrenó canciones con millennials como Camilio o Danny Ocean.