Durante años, Karla Jacinto, una mexicana de 25 años de rizos negros y ojos alegres, y Mario Hidalgo, de 39, un hombre con tatuajes de mujeres sometidas en sus fornidos brazos, fueron antagonistas en el cruel mundo de la explotación sexual.
Durante años, Karla Jacinto, una mexicana de 25 años de rizos negros y ojos alegres, y Mario Hidalgo, de 39, un hombre con tatuajes de mujeres sometidas en sus fornidos brazos, fueron antagonistas en el cruel mundo de la explotación sexual.