Mama, una chimpancé de 59 años de edad, se encontraba en su lecho de muerte cuando de forma sorpresiva recibió la emotiva visita de un viejo amigo.
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Es mediodía y Cecilia sube a su terraza. Haybulla afuera y quiere saber qué pasa: es Marcelino, que trata de llamar su atención desde la parcela de al lado. Todavía no está preparada para una relación, pero tras cuatro meses luchando contra la depresión cada vez se siente más viva. Como la mayoría de sus compañeros, esta chimpancé de 20 años tenía el alma rota cuando llegó en abril al Santuario de Grandes Primates de Sorocaba, 100 kilómetros al oeste de Sao Paulo.
Científicos en Japón enseñaron las reglas del juego piedra, papel o tijera, a un grupo de primates