Dos trabajadores que arreglan las eólicas aman lo que hacen y reconocen que se debe tener un par de cucharaditas de locura para tomarle el gusto a un trabajo que es muy peligro.
Dos trabajadores que arreglan las eólicas aman lo que hacen y reconocen que se debe tener un par de cucharaditas de locura para tomarle el gusto a un trabajo que es muy peligro.