Probablemente usted tenga alguna historia de algún familiar o algún recuerdo plasmado de las cogidas de café, pues gracias a una campaña llamada Jale a coger café, ahora yo podré contar la mía porque pude ser protagonista y vivir la experiencia de recolectar como lo hacían nuestros abuelos.
Un día antes me preparé: escogí unos tenis cerrados, ropa ligera, un jeans negro, una camisa de manga larga y una gorrita para cuidarme del Sol. En un pequeño bolso metí un bloqueador, mi monedero y emprendí mi viaje.
Debo confesar que estaba emocionada, pues mi papá desde pequeña me contaba que iba al cafetal con toda su familia, donde pasaban unidos, todos se apuntaban y hasta competían por llenar las cajuelas. También me decía que gracias a esas expericencias, muchos aprendieron el valor del trabajo, el sudarse la frente para ganarse el pan del día.
Me reuní en una buseta con varias amigas de la campaña y personal del Instituto de Café Costa Rica, quienes nos llevaron a la finca María Auxiliadora, ubicada en Santa Bárbara de Heredia.
Antes de iniciar la recolección, nos dieron una explicación sobre el café que se cosecha en nuestro país, que justamente es el café arábico y se encuentra en investigación la siembra de robusta.
Aprendimos que ambas especies son diferentes, pues la robusta se adapta a condiciones de menor altitud en comparación con el arábico. Además, cada taza es diferente y lo más sobresaliente es que la especie robusta tiende a tener más cafeína que el arábico.
Don Martín Hidalgo, el gerente técnico de Icafé, explicó que dependiendo de dónde se cosecha el café, sabe diferente.
Después de esta interesante explicación hablamos con Ricardo Rodríguez, jefe regional del Valle Central en Icafé, quien nos dio una guía de cómo ir a recolectar los granos dorados.
Después de ayudarme a montar el canasto y ajustarlo con un pedazo de rama, me explicó que a cada recolector se le asigna una calle, es decir, una hilera de café y una vez que se finaliza, se le hace una inspección para asegurarse que esté bien cosechado; entonces se le asigna otra calle y así sucesivamente.
Cuando iniciamos recolectando, Rodríguez nos explicó que uno empieza de abajo hacia arriba y con ayuda de las dos manos se selecciona, de las ramitas, el grano más maduro.
Una de las cosas que me llamó la atención es que después de terminar, cada recolector debe hacer una barrida, la cual consiste en recolectar aquellos granos maduros que quedan en el piso. Muchos recolectores lo que hacen es barrer cada vez que van de mata en mata.
Una de las cosas que comprobé es que al cafetal uno va a hacer amigos, a vacilar y a disfrutar del trabajo que nos da la tierra.
En mi recorrido hablé con la deportista Gabriela Traña, atleta olímpica, quien también estuvo recolectando cafecito.
Gaby me contó que cuando tenía 5 años, se iba con toda su familia a coger café y que las matitas en aquel entonces eran más grandes.
“Siempre era muy entretenido ir a coger café, lo disfrutamos mucho. Lo que me gustaba era que el dinero de lo que se recolectaba era para nosotros, entonces lo podíamos usar en Navidad, o en útiles de la escuela. Esta actividad me enseñó mucho el valor del trabajo y del esfuerzo para obtener lo que uno busca. También es una buena forma de educar a los adolescentes”, explicó.
La deportista recordó que a ella no la obligaban a ir y más bien lo veía como un juego.
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“Es gratificante saber que lo que uno hace se transforma en una taza de café y que además es algo que contribuye a la economía nacional”, detalló.
Gaby, desde chiquilla, recolectaba al menos 15 cajuelas de café, y no les voy a mentir, me ganó.
Adentrándome más en la propiedad, me topé con una familia puntarenense. Ahí hablé con doña Tatiana Obando, quien me contó que se vinieron del Puerto porque vieron en las noticias que los granos de café se están cayendo por la falta de recolectores.
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“Nos preocupamos mucho cuando vimos que el café se está cayendo, es una lástima”, comentó.
Obando confesó que ella desde los ocho años sabe el teje y maneje de la recolección.
“Para mí es una tradición recolectar café. Nosotros somos 20 familiares y todos nos apuntamos. Esto es un trabajo y se gana bien, pues en mi caso recolecto 15 cajuelas al día, y yéndome bien, hago 80 mil colones por semana”, detalló.
Esta bonita señora, de 39 años, nos explicó que ellos se quedan en Heredia los dos meses de cosecha y después vuelven a su natal Puntarenas.
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“Aquí nosotros disfrutamos trabajando con las vistas, es más rico acá, pues el clima en el Puerto es caliente. Antes de venirnos, mi mamá se levanta a las tres de la mañana y nos prepara el desayuno y el almuerzo para todos; eso también lo disfrutamos”.
Es importante que usted sepa que hay más de 82 mil hectáreas dedicadas al terreno de café en 51 cantones a lo largo del país y que usted puede sumarse a recolectar si tiene interés.