El periodista y presentador Edgar Arturo Silva solo pudo disfrutar 13 años a su papá, el microbiólogo José Arturo Silva Cruz.
Don José Arturo lamentablemente fue víctima de un accidente de tránsito. Mientras andaba en bicicleta un carro lo atropelló y le provocó la muerte la mañana del jueves 24 de junio de 1981.
Edgar estaba en octavo de colegio, cuando una amiga de la familia le dio la trágica noticia, él decidió ir al lugar en el que pasó el accidente; este ocurrió en la carretera Interamericana norte camino hacia Filadelfia, Guanacaste, antes de las 8 a.m.
La imagen del carro forense, la bici destruída y el vehículo involucrado en el atropello siguen intactos en la memoria de Edgar.
Esta es la primera vez que comunicador habla en una entrevista sobre la tragedia que marcó a su familia, así como de las enseñanzas que le dejó don José Arturo, quien trabajó en el laboratorio del hospital Enrique Baltodano en Liberia y además era el cónsul ad honorem de Honduras en Guanacaste.
Quizás algunas personas dirían que la convivencia de un padre y su hijo en 13 años es poca; sin embargo no se trata de tiempo sino de calidad; ya que don José Arturo le heredó muchas enseñanzas, por ejemplo, ser servicial y muy social.
“El día que él murió, era el día de San Juan, nunca sabremos por qué se fue por la carretera Interamericana hacia Filadelfia porque hasta donde sabemos no solía tomar esa ruta”, recordó Edgar.
Compró bici para disfrutar de la pensión
Don José Arturo tenía 61 años cuando ocurrió la fatalidad y apenas seis meses de estar pensionado.
“Él se pensionó y solo decía ‘yo pasé sentado tanto tiempo frente a un microscopio que ahora voy a hacer ejercicio’, entonces se compró una bicicleta.
“Salía en las mañanas al centro o en la periferia de Liberia, había muchos barrios por donde él se movilizaba”, recordó Edgar.
A pesar de que siempre hacía los mismos recorridos, ese 24 de junio decidió hacer otra ruta; lamentablemente a unos cinco kilómetros de Liberia ocurrió la desgracia.
“No sabemos exactamente en qué circunstancias ocurrió, el chofer del carro, que era un adulto mayor, dijo que mi papá hizo un giro para dar vuelta, el señor dijo que iba manejando el carro a cuarenta kilómetros por hora...pero lo atropelló”, contó Silva.
Edgar fue el único de la familia que llegó al sitio donde ocurrió el accidente porque sus cuatro hermanos ya no vivían en Liberia por los estudios universitarios, algunos estaban en San José, incluso, uno fuera del país. Su mamá, la maestra de preescolar Lidia Loaiciga, estaba en casa, donde tenía un kínder privado.
“Fue tremendamente doloroso porque la linda familia con la que yo crecí se desmoronó rápido, hubo un periodo de incertidumbre en el pensaba ‘¿qué va a pasar con mi familia?’”, mencionó Edgar.
Esta situación ya era dolorosa para el hogar y se hizo más difícil porque el segundo de los hermanos, Fernando, vivía en Argentina, donde estudiaba odontología y no pudo llegar al funeral.
“Fue tremendamente doloroso, me acuerdo que lo llamaron al mediodía y él pedía que no lo sepultaran, que quería venir a despedirlo, pero en esa época los vuelos a Sudamérica eran muy pocos.
“Además, por las lesiones que sufrió papá, no lo podían mantener, recuerdo que mi mamá le decía (al hermano) que no podíamos esperar porque está muy golpeado, mi hermano lloraba; mi papá murió en la mañana y lo sepultamos a las cinco de la tarde”, expresó.
Don José Arturo fue despedido en el cementerio de Liberia.
Esa fue la primera bicicleta que tuvo don José Arturo, quien toda su vida anduvo en una moto Vespa.
Hubo una época en la que la familia quiso investigar un poco más sobre las verdaderas causas del accidente, pero luego decidieron ese capítulo.
“No iba a cambiar nada, ‘¿queremos meter a ese señor a la cárcel a sus setenta y pico de años? no', fue la respuesta; creo que esto fue muy sanador, recuerdo al señor (conductor), no lo odio”, aseveró.
Grandes lecciones
La familia de Edgar guarda como tesoros las enseñanzas de don José Arturo.
“Siempre recuerdo lo que él decía, ‘a ustedes lo único que les voy a dejar son los estudios’", detalló Edgar, quien asegura que en su casa nunca han vivido entre lujos.
Otra de las lecciones es que nunca vio a su papá borracho, a pesar de que le gustaba recibir visitas en la casa y compartían una deliciosa parrillada con una cervecita o un traguito.
“Creo que el vicio que tenía eran los amigos, el hablar, a mi papá nunca lo vi borracho y eso para mí es un tremendo ejemplo; yo nunca he estado borracho, tampoco he querido perder la consciencia, he estado ‘picado’, pero borracho, nunca, creo que me gusta el whisky en honor a mi papá” dijo.
Edgar expresó que le hubiese encantado que su papá lo viera convertirse en la persona que es.
“Me hubiese gustado que me viera realizado, que llegara a tener consciencia que los cinco hijos nos realizamos como personas, como profesionales con nuestras respectivas familias.
“Como cualquier hogar tenemos nuestros altos y bajos, pero somos una familia honrada, trabajadora, no vivimos con lujos, pero tenemos techo, comida, podemos tomarnos un café o viajar, creo que este es nuestro legado”, detalló.
Tesoros y honor
Edgar le tomó gusto a las noticias por el papá, ya que él se acostaba sobre el brazo del papá en la cama para ver canal 7.
“Cuando yo hacía Telenoticias y andaba reporteando, al cerrar la información siempre dije ‘Edgar Arturo Silva', el Arturo, por mi papá, siempre lo hago cuando informo de mis notas”, describió.
El haber llegado al lugar del accidente de su papá, también lo marcó al momento de cubrir noticias de sucesos, porque ha estado en los pies de esas familias que han perdido un ser especial.
También confiesa que cuando escucha noticias sobre accidentes de tránsito con ciclistas recuerda el dolor que ellos afrontaron; a pesar del accidente no quedó traumatizado, él incluso anduvo en bici durante sus años de universidad.
Edgar conserva un álbum de fotos que le regaló una de sus hermanas para un cumpleaños con las fotos que tiene junto a su papá.
El hermano mayor de Edgar guarda la hebilla de oro de una faja que era de don José Arturo Silva y que tenía las iniciales de su nombre JAS.
La niña Lidia, mamá de Edgar, mantiene en el cuarto la foto de casados y tienen un retrato de don José en la casa.
Incluso, al costado noreste del estadio Municipal de Liberia hay un parque que lleva el nombre de José Arturo Silva Cruz.
Un hondureño muy tico
Don José Arturo, nació en Santa Rosa de Copan, Honduras, quedó huérfano y fue criado por una tía en Tegucigalpa, allí estudió y en su juventud vino al hospital William Allen de Turrialba y al Enrique Baltodano en Liberia, en el que hizo práctica, luego se devolvió a su tierra natal.
Los amigos ticos conservaron su número y lo llamaron por un campo que había quedado en el hospital de Liberia y así regresó para nunca más irse, se nacionalizó y se sentía un tico más, incluso la familia recuerda la primera vez que votó y lo emocionado que estaba.
“Mi papá era una persona tremendamente solidaria, él de verdad que se preocupaba por el bien común, incluso, estuvo en el Club Rotario, él fue una persona que llegó de afuera, que se identificó con la comunidad, se sintió un liberiano más”, detalló Silva.
Edgar siempre se sintió orgulloso de que quisieran a su papá a pesar de no ser liberiano de nacimiento.