Un secuestro tuvo el final más triste en este tipo de situaciones, ya que el rehén fue asesinado. El hecho, ocurrido hace 22 años, marcó a quienes participaron en el rescate.
La muerte de José Pablo Marín Rivera, de 27 años, dejó una huella imborrable en su familia y en los investigadores y oficiales del caso.
Y es que al líder de la banda, Minor Aguilar Moxi, poco le importaron las súplicas de los policías para lograr que el final fuera distinto.
El secuestrador le disparó al joven frente a los oficiales, lo que sin duda los impactó. Pero durante el juicio por el caso se supo que Marín habría muerto antes del intento de rescate, ya que había recibido un balazo en la cabeza, así que lo que hizo Aguilar fue dispararle de nuevo frente a los policías.
Un exagente de la Dirección de Inteligencia y Seguridad Nacional (DIS) de apellido Guzmán, a quien no podemos identificar por razones de su trabajo, nos contó que este ha sido uno de los casos que más lo ha marcado.
José Pablo viajaba en su carro el 18 de julio del 2000 junto a un amigo, ellos iban por El Alto de La Chinchilla, camino a Pacayas de Alvarado, en Cartago. Él era vecino de esa comunidad y muy querido.
A las 6:50 p.m., tres carros se le atravesaron, los antisociales bajaron al amigo del carro y lo dejaron tirado a un lado de la carretera. Después le advirtieron que se trataba de un secuestro y se llevaron a José Pablo en su carro.
Por eso fue que el joven logró dar aviso a las autoridades, quienes de inmediato hicieron cierres de carreteras y lograron ubicar, ese mismo día en la noche, el carro de la víctima, que estaba abandonado a la entrada de Quircot, en Cartago.
Buen muchacho
La familia fue al Organismo de Investigación Judicial (OIJ) a poner la denuncia, pero en aquellos tiempos daban 24 horas para poder actuar. En la actualidad la denuncia se puede poner de manera inmediata, no hay que dar un lapso de tiempo.
Uno de los investigadores del OIJ, quien pidió ser identificado con el apellido Castro, explicó que ese tiempo les daba la oportunidad de empezar a buscar todos los datos posibles de la víctima y determinar si realmente se trataba de un secuestro o una retención.
“Nosotros no teníamos dudas de que se trataba de un secuestro porque el muchacho era de una familia con recursos económicos, tenían fama por ser trabajadores. El perfil nos permitía saber que era un muchacho bueno, sin problemas con nadie y que además había un testigo de la situación, al que le indicaron que se trataba de un secuestro”, dijo el agente.
José Pablo era el administrador de los negocios de su papá, que eran varias carnicerías, e incluso en el momento del secuestro llevaba ¢5 millones en efectivo. La angustia estaba al máximo cuando la primera llamada de los secuestradores fue recibida por los familiares; sin embargo, no se escuchaba bien ni se entendía lo que decían, había muy mala señal.
En una segunda llamada, los captores pidieron ¢462 millones a cambio de liberar al joven.
Los rastreos permitieron que el OIJ determinara que las llamadas las hicieron de una vivienda en Cartago. El punto exacto era en la urbanización El Silo, pero los agentes descubrieron que los secuestradores y la víctima solo estuvieron ahí unas horas, después lo pasaron a otro sitio.
Entonces los agentes supieron que Marín fue llevado a una casa en Moravia, en la urbanización El Fortín, en El Alto de La Trinidad. El dueño de esa vivienda le contó a la Policía que uno de los sospechosos le dijo que necesitaba la casa para un amigo que tenía un problema y accedió porque aparentemente lo vio muy desesperado, pero el 21 de julio el sujeto le confesó que en ese sitio tenían a un rehén.
Traición
La Policía empezó a vigilar la casa, y la madrugada de ese día vieron a los secuestradores bajar un bulto de la cajuela de un carro.
El investigador Castro aseguró que en ese momento sintieron una gran desilusión porque creyeron que José Pablo ya había fallecido.
“En esas horas, con lo poco que habíamos visto, sabíamos que se trataba de personas peligrosas”, dijo. En total eran ocho los secuestradores y siempre se mantenían tres o cuatro vigilando la casa.
Sin embargo, las autoridades decidieron actuar el 22 de julio para salvar al muchacho.
Lamentablemente, Guzmán asegura que fueron traicionados por uno de los policías que estaba ayudando, porque les avisó a los secuestradores que ya iban a entrar.
“Ese policía nos puso en peligro a todos esa mañana y años después lo capturaron por un asalto a un banco”, relató Guzmán, quien fue uno de los que ingresó ese día.
Los secuestradores estaban listos para atacar a los oficiales cuando entraran, había cinco parados detrás de la puerta y dispuestos a todo.
Ellos entraron y durante varios minutos se dedicaron a pedirle al líder de los secuestradores, el apellidado Aguilar, que liberara al rehén, que lo dejara irse, pero siempre se negó.
Guzmán recuerda que la víctima estaba arrodillada, maniatada y con la cabeza agachada.
Aguilar no lo pensó y le disparó a José Pablo frente a los oficiales (después fue que se supo que ya estaba fallecido) y luego abrió fuego contra ellos. La lluvia de plomo no se hizo esperar y los oficiales también respondieron al fuego. El líder del grupo murió en el sitio.
Aguilar era el mismo hombre que después de un intento de asalto había quedado en libertad porque las autoridades no se percataron, cuando lo llevaron a audiencia, que tenía antecedentes y por eso lo dejaron seguir en libertad.
Las balas alcanzaron a dos oficiales, a uno de apellido Gómez en un brazo y a otro de apellido Brenes en la cabeza, ambos sobrevivieron. Uno de los delincuentes también fue herido en el brazo.
“El que resultó herido en la cabeza tuvo tan buena suerte que la bala le entró por la sien derecha, pero se le quedó entre el cuero cabelludo y el cráneo, por lo que no quedó con ningún daño”, dijo Guzmán.
El 4 de diciembre los secuestradores, un sujeto de apellido Hernández fue condenado a 41 años y 56 años por homicidio calificado y secuestro extorsivo. Además, otros cinco, de apellidos Mora, Quirós, Salinas Fernández y Mora fueron condenados a 15 años por secuestro.
Todos ya descontaron la pena por ese secuestro, solamente Salinas falleció cuando tenía poco de descontar la pena pues sufrió de una enfermedad, él era investigado también por estar ligado con Ricardo Alem en un caso por narcotráfico.
No lo olvida
El comandante Guzmán asegura que para él, el caso de José Pablo sigue marcado en su corazón y en su memoria.
“Fue una situación muy dolorosa porque los secuestradores nos estaban esperando. El captor no quiso escuchar nuestras peticiones. Para mí fue muy duro ver al líder disparar y también a mis compañeros heridos”, recordó.
Además, asegura que en su larga trayectoria como oficial le ha tocado pasar por situaciones difíciles, y complicadas, pero esto lo marcó.
“Yo he estado en casos muy difíciles, pero es que este caso se complicó mucho, fue muy doloroso porque mucha gente estaba sufriendo, incluso nosotros nos decepcionamos mucho de no poder salvarlo. Yo quedé ese día al frente del operativo cuando mis compañeros resultaron heridos”, relató.
Guzmán dice que las veces que ha pasado por la casa donde se dio el secuestro, aunque el lugar ha cambiado mucho pues está más urbanizado, puede revivir todo lo que ocurrió como si estuviera ahí y no puede evitar que la nostalgia lo invada.
“Son cosas que te marcan para toda la vida, en aquel momento muchas cosas del operativo fueron cuestionadas, pero nosotros hicimos lo posible, en todo momento. Lo que quisimos fue sacar a José Pablo de ese lugar con vida, devolverlo a su familia, aunque cuando entramos ya él estaba herido”, dijo