La palabra “imposible” no existe en el vocabulario de los experimentados rescatistas Héctor Blanco y Jorge Benavides, este mejor conocido como “Chucky”.
Sus nombres quedaron en la historia del país por un heroico rescate que hicieron después del terremoto de Cinchona. Muchos les decían que era una misión imposible, pero ellos nunca lo vieron de esa manera.
Lo que se debía hacer era recuperar el cuerpo de Rafael Herrera Esquivel, de 47 años, un empleado de la empresa Dos Pinos que falleció porque el carro que manejaba fue sepultado por un terraplén provocado por temblor de aquel 8 de enero de 2009 y que tuvo una magnitud de 6,2 grados.
El cadáver, que había quedado dentro del vehículo fue recuperado el lunes 12 de enero, cuatro días después del socollón. Se dice fácil, pero para que ocurriera Blanco y Benavides tuvieron que trabajaron durante casi tres horas colgando a 60 metros hacia el barranco.
La labor era tan arriesgada que los rescatistas llegaron a pensar que no saldrían con vida. Las réplicas continuaban y el terreno estaba suelto, inestable, en cualquier momento podría haber más derrumbes; pero nada los hizo tirar la toalla, porque en sus corazones tenían la idea fija de entregarles el cuerpo a los familiares del trabajador.
“Se hizo lo humanamente posible porque a ninguna persona le habría gustado que el cuerpo de su papá quedara ahí. Mucha gente decía que si ya estaba muerto para qué exponerse, lo que yo les dije es que vale más la humanidad”, afirma Blanco.
Colombianos no pudieron
Doce años han pasado ya desde ese terrible terremoto, sin embargo, Jorge y Héctor recuerdan todo como si hubiera ocurrido ayer porque sigue siendo una de las experiencias que los obligó a los trabajos más desafiantes.
En aquel momento ambos formaban parte del Comité Metropolitano de la Cruz Roja, uno de los primeros grupos que llegó a Cinchona para atender a los heridos y buscar a víctimas mortales.
“Chucky” supo del caso de Herrera dos días después del sismo porque un baquiano local llevó el anillo de matrimonio del señor hasta el centro de operaciones. Lo había hallado porque una de las manos de don Rafael había quedado fuera del carro.
El rescate del cuerpo era una labor muy complicada. La calle por la que iba el vehículo de la Dos Pinos cuando ocurrió el derrumbe quedó completamente tapada y no había forma segura de llegar al carro, que ahora estaba metido en el puro centro del cerro.
Jorge Benavides recordó que unos soldados colombianos que había mandado su país para ayudar en las labores trataron de sacar los restos de Herrera, pero no tuvieron éxito y eso que utilizaron un helicóptero del ejército de Colombia.
“Ellos realizaron una primera incursión haciendo un hover (maniobra en la que una persona desciende de un helicóptero por una cuerda) y el soldado que bajó no pudo sacar a la persona”, detalla.
En la tarde los colombianos volvieron a intentarlo y tampoco pudieron. Hicieron un informe diciendo que el rescate era imposible y recomendaban dejar ese cuerpo donde estaba para no exponer a nadie al peligro.
Debían intentarlo
Pese a lo dicho por los colombianos, Jorge sintió en el fondo de su corazón que ellos también debían intentarlo. No dejaba de pensar en la familia de Herrera y en lo mucho que estaba sufriendo por la muerte de su ser querido.
“Hablé con nuestro jefe, que se llama Luis Huertas Solano y que en ese momento era vicepresidente de la Cruz Roja, y le dije que quería bajar.
“La planificación la hice la noche antes y este (Héctor) ni estaba, pero yo me llevo muy bien con él y confiamos mucho uno en el otro, por eso les dije a los compañeros que yo iba a bajar con Héctor, aunque él aún no lo sabía”, contó Benavides.
Una de las “travesuras” buenas de este Chucky.
Jorge también contó con la ayuda de don Carlos Vargas, dueño de la empresa Aerodiva, que prestó un helicóptero para que el equipo de socorristas fuera llevado hasta el punto más alto del cerro, donde iban a poner los anclajes para después bajar.
“Héctor llegó en la mañana y apenas lo vi le dije: ‘mae, vamos a ir a sacar al señor de la Dos Pinos’, y como este nunca se agacha me dijo que nos fuéramos de una vez”.
Alto riesgo
Aquel día estaban juntos todos los elementos para que ocurriera otra tragedia. El terreno estaba agrietado y suelto, las réplicas no paraban y para colmo de males llovió, pero nada de eso logró que el equipo echara para atrás.
Y a todas esas adversidades se sumó una más: no tenían suficientes cuerdas para llegar hasta donde estaba el carro, así que cada uno tuvo que amarrar dos de 100 metros y bajar sin cuerdas de seguridad.
“Bajamos hasta donde estaba el vehículo enterrado, al que solo se le veía una parte de la puerta. Por el peso del material (la tierra) el techo del carro colapsó, le golpeó la cabeza al señor y le fracturó el cuello.
“Además él era un señor bastante grande y grueso. No se nos olvida nunca que andaba botas de vaquero y por eso nos costó mucho sacarle los pies”, detalla Chucky.
El plan inicial era usar palas para quitar la tierra que tapaba el techo del carro, luego cortarlo y sacar a Herrera, pero nada salió como esperaban.
Héctor cuenta que los bomberos les prestaron una herramienta hidráulica para arrancar el techo del camión, el problema fue que la batería solo duro cinco minutos, así que tuvieron que cortar las latas con una segueta.
“Estábamos colgando y mientras uno volaba pala o cortaba el otro cuidaba porque se desprendía mucho material. De hecho hubo un momento el que se soltó una piedra y Jorge prácticamente me la quitó de la cabeza. Yo me acuerdo haberle dado la mano a Jorge y decirle ‘bueno, Chucky, si no salimos de esta, ha sido un placer”, contó Héctor.
Decisión difícil
Después de mucho esfuerzo, Jorge y Héctor lograron quitar el techo del carro yse toparon con un nuevo obstáculo: uno de los pies del chofer estaba muy prensado.
“Atrás de nosotros estaba nuestro jefe médico viendo con binoculares lo que hacíamos. Como él era muy reconocido y tenía muchas amistades habló con el OIJ para que autorizaran mutilar al paciente. Recuerdo que estaba trabajando y en eso escuché por radio que me dijeron: ‘Benavides, tenemos luz verde para mutilar’, es decir, para cortar el pie que estaba prensado”.
Jorge y Héctor se volvieron a ver y en segundos tomaron la decisión de no hacerlo. Se habían propuesto rescatar el cuerpo de la mejor forma posibl y no descansarían hasta lograrlo.
“Seguimos tratando y tratando hasta que lo logramos. Entre los dos lo pusimos en el techo y lo metimos en una bolsa y luego en una camilla para sacarlo.
Foto para la historia
Como fue el helicóptero de Aerodiva el que los llevó hasta el lugar, Chucky contactó a Vargas --el dueño de la empresa-- para que fuera su aeronave la que hiciera la extracción del cuerpo pero el helicóptero se encontraba en Pavas recargando combustible.
“Al final los colombianos se ofrecieron y ahí es donde se ve el helicóptero que baja el cable, de eso hay un montón de fotos en las que salimos Héctor y yo viendo hacia arriba, donde viene el gancho para coger la camilla”, cuenta Benavides.
“La misma tripulación que lo había intentado el día antes, los que dijeron que era imposible, fueron los que sacaron el cuerpo. De hecho ellos decían que cómo iba a ser posible, no creían lo que habíamos hecho.
“Una de las cosas que tengo más grabada en mi mente es ver la camilla donde iba subiendo y a uno de los soldados levantando los brazos como diciéndonos qué manera, qué carga ustedes. Fue un hecho que nos marcó la vida por todo lo que conllevó”, recordó Blanco.
Abrazo especial
La recuperación del cuerpo de Herrera fue un momento muy especial para ambos rescatistas, pero el más bonito llegó pocos días después, cuando conocieron a las personas por las que tanto lucharon.
“Giovanni Calderón (el periodista) nos llevó a escondidas a su programa, La Escuelita, porque iba a entrevistar a la familia del señor y ellos creían que el rescate lo habían hecho los colombianos.
“Ese momento fue muy lindo, cada vez que lo recuerdo se me salen las lágrimas, porque mientras hacíamos el rescate yo pensaba en esas personas, en la esposa y en los hijos de él (el chofer de la Dos Pinos), y ese día poder abrazarlos y hablar con ellos fue muy emotivo”, contó Benavides.
“El sentimiento más lindo es cuando la familia nos dice ‘ustedes son mis ángeles’, eso que lo abrazan a uno y ese abrazo es duro, es algo que no se cambia por nada, de verdad es que uno nació para esto”, añadió Héctor.
Más allá de haber quedado en la historia del país por convertir una misión imposible en un rescate exitoso. Héctor y Jorge aseguran que la mejor recompensa para ellos fue cumplir su deber y llevarle un poco de paz a una familia golpeada por la tragedia.