Valerio Calderón Azofeifa fue un policía que siempre buscó ayudar a los demás, pero lamentablemente su buen corazón lo puso frente a la muerte el mismo día que le anunciaron su jubilación.
Tenía 60 años cuando un hombre, a quien él estimaba, lo apuñaló en la pierna derecha; la herida le atravesó la vena femoral y su muerte fue de manera casi inmediata.
Pilio --como le llamaban de cariño en Palmichal de Acosta-- fue un esposo muy cariñoso y quizás presintió que su vida estaba pronta a terminar porque tres días antes de su muerte compró una cafetera y cuando la llevó a la casa le dijo a su esposa, María Ángela Padilla, y a Marco uno de sus hijos, que era para que cuando él muriera le dieran café rápido a los allegados.
Curiosamente doña María Ángela murió el mismo día que su marido, un 20 de enero, pero 20 años después.
Además, de buen esposo, don Valerio era un papá muy preocupado y le entregó a Marco un terreno para que él lo cultivara como parte de la tradición de la familia.
Este jueves 20 de enero Calderón cumplirá 22 años de fallecido, fue el primer policía del país que murió a manos de la delincuencia en el nuevo milenio.
Murió luego de recibir carta de jubilación
Pilio dejó 10 hijos, de ellos siete son hombres y tres mujeres, él siempre se esforzó por darle lo mejor a su familia, principalmente bases honestas como ser trabajadores y ante todo humildes.
Marco, es uno de los hijos del medio y recuerda como su papá amaba ser policía.
“Antes los policías se escogían por los colores políticos, si el Partido Liberación Nacional terminaba su mandato y llegaba otro partido también se iban los oficiales, recuerdo que mi papá logró su trabajo pegando banderas y así le dieron el cupo.
“Siempre trató de ser muy humano antes de emplear la ley, él negociaba con las personas para evitar echarlas a las ‘perreras’ y el día que lo mataron fue así, intentó tranquilizar al tipo que andaba haciendo desorden, pero este más bien lo hirió de muerte”, recordó el hijo.
El agresor fue un hombre de apellidos Quesada Durán, quien actualmente tiene 60 años y sigue encarcelado en Alajuela por otros delitos que cometió.
Pilio y el sujeto que lo mató se conocían, primero por vivir en la misma comunidad y además porque el uniformado no le negaba un plato de comida a nadie, ni a Quesada, quien siempre andaba en la calle haciendo de las suyas, el uniformado buscaba incluirlo en la sociedad y hasta lo había llevado a su propia casa.
“Tres días antes de la agresión contra mi papá (martes 18 de enero), llegué a la casa de mis papás junto a mis hijos y mi esposa, mi hijo mayor era el amor de él, mi papá lo abrazó y luego me dijo ‘Cholo, venga a ver lo que le compré a su mamá', era una cafetera eléctrica y me dice, ‘esto es para que cuando me muera le tengan el café rápido a la gente que me viene a ver y esta olla para que hagan una buena olla de carne y le den a la gente’, son cosas que luego uno piensa que él nos avisaba”, expresó el hijo.
Al día siguiente el uniformado le compró verduras y carne a los compañeros de la delegación para hacerles una olla de carne, la cual era costumbre para él porque todas las quincenas les cocinaba.
Ese día su hijo Marco lo esperó afuera de la delegación y en la tarde lo llevó a la casa, en el camino hablaron de la propiedad que quería dejarle.
“Le dije a mi papá que nos esperáramos a la jubilación de él y que juntos trabajaríamos esa tierra, al día siguiente (jueves 20 de enero) pasé por la delegación de Palmichal y lo vi, él estaba agüevado porque le dieron el telegrama de la jubilación, yo lo abracé y me alegré, le dije que se nos había concedido ir a trabajar la finca, pero él me dijo ‘no quiero dejar este trabajo porque es de los que más me gustan’.
“Luego me abrazó y me dijo ‘que Dios me lo acompañe y tal vez nos podamos ver’”, recordó.
Marco se devolvió para su casa y al ratico un vecino le avisó que a su papá lo habían herido.
“Lo que duré hasta mi casa en Chirraca de Acosta fueron quince minutos, en ese tiempo fue cuando ocurrió todo, mi papá tenía unas horas de haberse dado cuenta que ya estaba pensionado y lo mataron”.
El responsable del homicidio estaba denunciado por provocar escándalos dentro de una casa.
“Lo que nos dijeron es que mi papá como conocía a (nombre del homicida) trató de controlarlo para evitar meterlo en celdas, lo tenía agarrado por detrás convenciéndolo para que se tranquilizara y que caminara, pero fue en ese momento que el sujeto sacó un puñal y lo hirió, ese tipo fue el mismo que mi papá trataba de ayudar con comida y que llevó al hogar”, explicó con dolor.
Marco no llegó a ver a su padre porque el mismo vecino que le avisó, le puso candado al portón para que no lo viera en esa condición.
Al uniformado le trataron de hacer un control de sangre, pero no fue suficiente, murió desangrado.
El agresor aprovechó el momento de descontrol para huir, pero a las 9:30 p.m. de ese jueves lo detuvieron escondido en un cafetal, Quesada Durán tiene un amplio expediente por robos, hurtos, evasión, entre otros, de acuerdo con las publicaciones de periódicos viejos comenzó a cometer delitos desde 1983, con apenas 22 años.
Al Policía lo velaron en su casa y su esposa en medio del dolor le cumplió lo que él pidió, preparar café y olla’ e carne para quienes llegaban; incluso hasta había ordeñado una vaca ese día.
Esposa murió el mismo día, pero 20 años después
Marco asegura que la familia nunca superó la ausencia de su papá y reviven el sufrimiento cuando escuchan que un oficial ha muerto en manos de un antisocial.
“La delincuencia no se trae, sino que la hace la persona misma conforme la vagancia, de los que les gusta aprovecharse de los que otros tienen de la manera fácil, no esforzándose con trabajo”.
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“No hay ninguna pensión, ni acto de solidaridad que nos devolviera a nuestro ser querido, nuestra mamá nunca lo superó y nos decía ‘aquí voy, pero sin la compañía de él es difícil’ ella tuvo que ser fuerte y asumir el rol de mamá y papá; uno piensa en las familias que pierden un ser querido por culpa de los que andan haciendo daño y entiende el dolor que enfrentan”, aseguró.
La esposa soportó los siguientes 20 años con la compañía de sus hijos, pero durante este tiempo se le desarrolló cáncer gástrico y por cosas de la vida también murió un 20 de enero, pero del 2020.
“Ella murió en el hospital San Juan de Dios, lo íbamos a ver y le decíamos que la llevaríamos a casa y solo decía ‘no, no, el veinte, el veinte’, nosotros pensábamos que recordaba la fecha de nuestro papá, y al final resultó ser que un 20 de enero también nos dejó, ya ella lo sabía que se iba ese mismo día”, señaló Marco.
Este hijo vive recordando a sus papitos, además de fotos guarda una máquina de rasurar y una máquina de cepillar madera que tenía don Valerio y ambas aún sirven.
“Todos los días los recuerdo, me duele el no tenerlos, es un vacío grande, les celebramos con una misa y un rosario, la fecha no es que no la queremos, es el hecho de que ya no estén con nosotros, pero sabemos que fueron personas de bien, esforzadas y dieron todo por sus hijos, al final ese es el consuelo que nos queda de haberlos tenido”, aseguró don Marco.
Ambos descansan en el cementerio de Palmichal.