El Novelón

Papá obligó a hijo a enterrar a su mamá, a peón y a comerciante a los que mató

Hombre lleno de miedo a la comunidad de Varablanca, él aseguró que su mujer lo dejó y de los otros decía no saber nada.

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El hijo del sospechoso llevó a la Policía hasta el lugar donde estaban los cuerpos. (LN197)

Resulta difícil de comprender, pero así ocurrió.

Un hombre obligó a su hijo a ayudarle a enterrar los cuerpos de su esposa (madre del muchacho), de un peón y de un ganadero. Para que callara recurrió a las amenazas.

Ese crimen triple marcó a la comunidad de San Rafael de Varablanca, en Heredia, y quedó en la memoria de Marcos Pérez, voluntario de la Cruz Roja de la provincia de las flores que tenía 18 años y fue a colaborar con las autoridades judiciales cuando se descubrieron los asesinatos. Era la primera vez que veía tanta maldad y tantos cuerpos juntos.

En la finca La Trinidad, una propiedad de gran tamaño y alejada de lugares poblados, vivían el nicaragüense Rodolfo Barahona, 50 años; su esposa Zoila Espinoza Cano, de 38; el hijo de ambos de 15 años y dos niñas pequeñas.

Barahona era conocido en la comunidad porque, según decían algunos vecinos, era violento y se enojaba con facilidad; además siempre andaba armado y se volvía loco haciendo negocios con ganado.

Barahona tenía un peón llamado Juan Molina Murillo y lo había agarrado entre ojos. Estaba convencido de que el hombre coqueteaba con su esposa.

Dudas sin respuesta

En octubre de 1978, gente de Varablanca empezó a preguntarse dónde estaba Zoila; su esposo decía que ella pasaba una temporada en Nicaragua con sus familiares porque se sentía muy cansada.

La respuesta no convencía porque la mujer nunca se separaba de sus hijos, sobre todo de las niñas.

Los cuerpos estaban entre restos de ganado. Don Marco Pérez el cruzrojista aparece al lado derecho de la foto volando pala, usa pantalón claro. Fotos: La Nación 1978. (LN197)

Durante dos meses nadie vio a Zoila y el panorama se puso peor cuando el peón Juan Molina desapareció y por más que lo buscaron en fincas cercanas no había rastros de él por ninguna parte.

Parecía que se lo había tragado la tierra y cuando le preguntaban a Barahona por él, decía sin más que no había vuelto a trabajar, que se había ido.

Y cuando parecía que la calma había regresado a la localidad, 19 días después de que Molina desapareció lo mismo ocurrió con el comerciante Luis Arias Soto, de 42 años.

Curiosamente, Arias le había vendido una vaca al nicaragüense y quedaron en verse para que Barahona se la pagara; Arias salió de su casa y le dijo a su familia hacia dónde se dirigía y ya no lo vieron más.

Su familia denunció la desaparición ante lo que entonces se llamaba Guardia de Asistencia Rural porque el comerciante era muy responsable, nunca se “perdía”, siempre informaba su paradero.

Búsqueda por todo lado

Extrañados por aquello, los policías empezaron a investigar, les preguntaron a muchas personas, incluido Barahona, y nada. El nicaragüense aseguró que sí, habían quedado en verse y que Arias nunca llegó.

“Siempre sospecharon del nicaraguense, era la última persona en verlo y ya no había dónde más buscarlo”, recuerda Marcos, quien es experto en aduanas y finanzas y sigue siendo voluntario de la Cruz Roja.

Pasó el tiempo y los vecinos de la finca La Trinidad seguían intrigados; Zoila nada que regresaba y les dolía en el alma ver a sus hijos siempre tristes y como apagados.

Era algo rarísimo. En menos de tres meses tres personas habían desaparecido y el caso no se resolvía; el miedo reinaba en San Rafael y los policías a cargo del caso hacían labores de vigilancia para ver si hallaban algo que lo resolviera, pero no había resultados.

El 6 de diciembre de 1978, a unos oficiales de la Guardia de Asistencia Rural se les ocurrió detener al quinceañero hijo de Barahona y decirle que ya sabían toda la verdad, que lo mejor era que dijera la verdad y no guardara más silencio.

Y lo que oyeron los dejó con la boca abierta.

Toda la verdad

“Mi papá mató a mi mamá, a un peón y a un señor. Yo tuve que hacer los huecos para enterrarlos. Si quieren los llevo para que los vean”, declaró el muchacho.

Antes de acompañar al adolescente, los policías decidieron llamar al OIJ porque sospechaban que encontrarían algo terrorífico.

Cuando llegaron a La Trinidad, Barahona vio a los oficiales y a hijo con cara de asombro, pero se hizo el buena gente y saludó muy amable.

Después les dijo que olía feo y estaba sudado, que le dieran unos minuticos para bañarse y atenderlos como lo merecían, pero los oficiales no lo dejaron ni pestañar y le pusieron las esposas.

El triple asesinato conmovió Varablanca. Foto: Reiner Montero (LN197)

Los guardias le preguntaron a Barahona dónde estaba su señora y entonces dio una versión diferente y aseguró que se había ido con Molina, que los había abandonado.

Daniel Calderón, quien era capitán de la Rural de Heredia, se le quedó viendo al nicaragüense y le dijo que ya sabìan la verdad.

“Recuerdo que nosotros fuimos a ayudar y que nos llevó a una parte detrás de la casa. Nos dijo que ahí estaba enterrado el ganadero que estaba desaparecido y así fue, ahí lo encontramos.

“Nos tocó sacarlo para que después el OIJ se hiciera cargo. Cuando ya teníamos el cuerpo afuera nos dijo ‘ahí está también mi mujer y su amante para que se los lleven de una vez”, recordó el socorrista.

Con la narración del sospechoso los investigadores realizaron la reconstrucción de los hechos. (LN197)

“De una vez empezamos a desenterrarlos y de verdad, ahí estaban los dos. Para mí fue impactante, primero encontramos a la señora y tenía las botitas, su cabello estaba intacto, el cuerpo aún estaba muy conservado, fue algo muy impactante y a la par estaba el cuerpo del peón”.

Todos los detalles

Barahona les contó a los oficiales, sin dar ninguna muestra de tristeza o arrepentimiento, cómo había matado a las tres personas y que obligó a su hijo a ayudarlo porque si no lo hacía lo pagaría caro.

Dijo que a Zoila la mató en los primeros días de octubre, pero no pudo precisar la fecha. Afirmó que le había exigido terminar su amistad con Juan, el peón de la finca, y que ella se negó asegurando que entre ellos no había nada.

“Ella no me hizo caso, entonces le dije ‘ni para él, ni para mí’”, relató Barahona.

Zoila supo enseguida que estaba en peligro y trató de escapar, pero Barahona la agarró y le puso un paño en la boca. Lucharon varios minutos y cuando el hombre vio que tenía el control la arrastró, le hundió la nariz en el trapo y la asfixió.

Cuando estuvo seguro de que Zoila estaba muerta la cargó sobre sus hombros y la tiró en la finca, después les dijo a sus hijos qué había hecho y los amenazó para que se callaran. Al adolescente de 15 años le tocó abrir el hueco que haría de tumba improvisada.

En noviembre, Barahona convenció a Molina para que llegara a su casa, en la finca La Trinidad, porque ya tenía en su cabeza un plan armado.

Les dijo a las autoridades que Molina, su hijo de 15 años y él se iban caminando por el monte y que cuando les faltaban 500 metros para llegar a la casa le dio un golpe al peón en la cabeza que lo dejó mal herido.

Entonces Barahona le ordenó a su joven hijo que le amarrara al peón un cable en el cuello, que lo ahorcaría y que mientras tanto fuera abriendo un hueco para enterrarlo.

Zoila Espinoza Cano de 38 (LN197)

Cayó en la trampa

Y el gusto de Barahona por asesinar aún no acababa.

El 19 de noviembre, el ganadero llegó a cobrarle la vaca que le había vendido y Barahona le pidió que primero lo acompañara a tratar de agarrar una vaca brava que les estaba dando problemas.

Cuando iban caminando por un potrero, también junto al muchacho de 15 años, el nicaragüense le pidió a su hijo que amarrara al hombre.

Luis Arias, muy asustado, le pidió a Barahona que no lo matara, que recordara que eran amigos, que tuviera pìedad. El nicaragüense no le hizo caso y lo ahorcó y una vez más le ordenó al hijo de 15 años enterrarlo.

¿Por qué Barahona mató a Arias? Únicamente para no pagarle la vaca.

Cuatro días después de la detención del nicaragüense, las autoridades judiciales reconstruyeron lo que ocurrió en la finca. Había información de sobra para acusar a Barahona y llevarlo a juicio y así fue.

Fue sentenciado a 25 años de cárcel y llevado al penal de la isla San Lucas; su hijo estuvo preso cinco años en una cárcel de menores y las hermanitas fueron entregadas al PANI.

Se salvaron

Los esposos Julieta Araya y José González recuerdan lo que ocurrió pese a que han pasado tantos años.

Don José asegura que él se salvó porque su esposa no le permitió venderle a Barahona una novilla que le encantaba.

Don Marcos Pérez no olvida el hallazgo de los tres cuerpos, él estaba como voluntario en la Cruz Roja de Heredia. (LN197)

“Me ofreció un tocadiscos, una ropa y unas joyas de la esposa. Me dijo que llegara con mi mujer para que nos tomáramos unos traguitos”, dijo.

Doña Julieta desconfiaba del hombre y no aceptaron la invitación. La pareja aseguran que el hijo de Barahona regresó en algún momento a la finca, pero al no ver nada se marchó y nunca más supieron de él.

Don Marcos asegura que debió deshacerse del uniforme de la Cruz Roja que utilizaba el día en que encontraron los cuerpos.

“Se le pegó un olor muy feo que nunca se le pudo quitar y tuve que quemarlo porque no hubo manera. Es un olor que pese a que pasaron tantos años uno lo tiene pegado en la nariz”, dijo.

Silvia Coto

Silvia Coto

Periodista de sucesos y judiciales. Bachiller en Ciencias de la Comunicación Colectiva con énfasis en Periodismo. Labora en Grupo Nación desde el 2010.

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