Unas manchas de sangre fueron esenciales para desarmar la mentira inventada por un hombre de apellido Elizondo que pretendía encubrir la muerte del canadiense Joseph André Cote, de 57 años, ocurrida dentro de su casa en Tibás en 1999.
En relación con el homicidio, Elizondo (que tenía 18 años) sostenía que él había actuado para defenderse del extranjero, sin embargo, el Ministerio Público demostró otra cosa.
Edgardo Bonilla fue el fiscal que se encargó de demostrar en un juicio que Elizondo no decía la verdad y recuerda muy bien este caso porque una de las cosas que más le llamó la atención fue el arma homicida: un adorno de piedra con forma de elefante.
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“He visto escenas fuertes de homicidios, pero en este me llamó la atención la violencia con la que se actuó, sobre todo porque se pensaba que (el atacante) había sido una persona cercana al canadiense”, dice Bonilla.
El adorno hallado en la casa de la víctima estaba hecho de una piedra maciza y era pesadísimo, “se necesitaba mucha fuerza para levantarlo”, detalló el abogado.
Cuando analizaron las fotografías tomadas en la casa de Cote, los agentes también pusieron mucho interés en unas manchas de sangre.
— La autopsia reveló que el canadiense recibió aproximadamente 24 golpes en la cabeza y en la cara con el adorno de piedra con forma de elefante.
Escena sangrienta
El homicidio del canadiense, quien se ganaba la vida vendiendo paquetes turísticos para una empresa costarricense, ocurrió la madrugada del lunes 16 de agosto de 1999 dentro de su vivienda, en el barrio San Jerónimo de Tibás.
Las autoridades informaron entonces que el crimen había sido descubierto por un vecino que en la madrugada oyó ruidos extraños y a una persona que tosía; todo aquello le pareció raro, la curiosidad lo llevó a ver por debajo de la puerta de Cote y descubrió que algo muy grave había pasado adentro y avisó a las autoridades.
Cuando los agentes judiciales llegaron y entraron a la vivienda encontraron al canadiense en el piso y envuelto en una cobija. Había mucho desorden y manchas de sangre en paredes y sillones. Incluso había en los dormitorios.
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“Recuerdo muy bien que me presenté junto a un fiscal de apellido Rodríguez que estaba empezando a trabajar con nosotros y él quedó impactado porque se trataba de una escena totalmente macabra. Había sangre por todo lado, especialmente en la sala”, detalló Bonilla.
Un detalle clave fue ver que la entrada a la vivienda no había sido forzada y eso únicamente podía significar dos cosas, que quien mató al canadiense tenía llave o el extranjero lo había dejado entrar. En ambos casos era obvio que el asesino era un conocido de Cote, alguien de su confianza.
— “Cote vivía en una casa de cierto nivel económico, no era muy grande, pero si se puede decir que era de clase media bien acomodada”,, dijo Edgardo Bonilla, exfiscal.
Golpeado y estrangulado
Los investigadores del OIJ grabaron en video la escena del macabro crimen y tomaron muchas fotografías como parte del protocolo.
Bonilla recuerda detalles de lo que vieron aquel día: “El canadiense estaba con la cara y la cabeza destrozadas producto de una gran cantidad de golpes. También presentaba un pequeño corte en la barbilla”.
Los golpes en el rostro y la cabeza no eran las únicas lesiones que presentaba el cuerpo.
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“También se determinó que había sido estrangulado con una fuerza tan desmedida que le quebraron el huesito de la garganta (llamado hioides)”, añadió el exfiscal.
En la revisión de la vivienda los investigadores notaron que hacían falta varias pertenencias y entre estas lo más llamativo era que no estaba su Nissan Sentra vino.
La escena requirió seis horas de inspección y recolección de huellas, un trabajo en el que participaron más de 12 especialistas en biología forense.
Vecino los cantó
Las piezas que resolvería el crimen empezaron a encajar muy pronto.
El mismo lunes en que fue descubierto el asesinato de Cote, Elizondo y otro hombre (de apellido Solano) llegaron a una casa de San Juan de Naranjo, en Alajuela, para pedirle a un vecino que les permitiera dejar en su propiedad el carro en el que andaban.
Elizondo viviía en San Juan con su mamá en una casa muy sencilla.
“Al señor le llamó la atención que ellos se fueron como si nada, entonces decidió comentárselo a un vecino que era policía. Como el caso había sido muy difundido por la prensa, el policía pensó que ese carro podía estar ligado con el crimen y alertaron al OIJ”, detalló Bonilla.
De los sospechosos no se supo nada durante algunos días, pero los agentes se les pusieron detrás y las pistas los llevaron hasta una casa de Alajuelita donde vivía un amigo de ellos. Allí los arrestaron y luego allanaron la casa de Elizondo, donde encontraron electrodomésticos que eran del extranjero.
— "Este muchacho (Elizondo) era bastante fornido, de un aspecto físico bastante joven y fuerte", recordó Edgardo Bonilla, exfiscal.
Tras la detención de Elizondo, la Policía Judicial y la Fiscalía hicieron el perfil de la víctima y fue así como descubrieron que Cote y Elizondo se habían conocido semanas antes en un bar del centro de San José.
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Según explica Bonilla, por medio de la investigación descubrieron que el canadiense le había prometido a Elizondo ayudarle a conseguir un trabajo pues se encontraba desempleado.
En cuanto al día del homicidio, las autoridades se enteraron de que el sospechoso llamó a Cote para decirle que no tenía plata para pagar los pasajes de bus y viajar a Naranjo y que necesitaba un lugar para pasar la noche.
El canadiense aceptó. Sin saberlo, le estaba tendiendo la mano al hombre que le iba a quitar la vida.
Contradicciones
Una vez que se inició el juicio contra Elizondo y Solano, el primero afirmó que Cote había intentado obtener de él favores sexuales y que como se negó, el canadiense lo había atacado con un cuchillo y que se vio obligado a defenderse.
“En el lugar de los hechos nunca se encontró dicho cuchillo, entonces era ilógico que él (Elizondo) se llevara el cuchillo y en el lugar dejó el arma homicida, que era el adorno con forma de elefante”, dijo Bonilla.
— “Para mi ese cuchillo nunca existió, eso fue como para justificar que el ataque lo inició Cote y que él se defendió, para alegar una legítima defensa. El más interesado de que ese cuchillo apareciera era él”, dijo Edgardo Bonilla, exfiscal.
Elizondo también dijo que Cote se le tiró encima, cayeron, forcejearon en el suelo y, según él, fue en ese momento que se le ocurrió tomar lo que tenía más cerca --que era el adorno con forma de elefante-- para defenderse.
“También dijo que cuando el canadiense lo atacó con el cuchillo le causó un corte en una mano, pero cuando fue detenido no tenía ni una sola herida o cicatriz en sus manos”, recuerda Bonilla.
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Otro hecho que resaltó el fiscal durante el juicio fue que Elizondo le pidiera a Cote, quien apenas era un conocido, que lo dejara dormir en su casa en vez de pedírselo a una persona cercana o de confianza.
Goteo de sangre
Las contradicciones en el relato de Elizondo fueron dándole la razón a la Fiscalía y la prueba que terminó por desarmar el cuento del detenido fue el análisis forense de las manchas de sangre que quedaron en el suelo y en las paredes de la casa de Cote.
“La secuencia fotográfica fue muy importante para el debate porque se demostró que el goteo de la sangre se dio de arriba hacia abajo, eso demostraba que los primeros forcejeos se dieron estando ambos de pie y no en el suelo, como el acusado dijo.
“Se logró establecer que el hecho de que hubiera sangre en otras partes de la casa y en el dormitorio era precisamente porque el canadiense trató de huir y él (Elizondo) lo persiguió”, detalló Bonilla.
— “Ese tipo de sangre esparcida de arriba hacia abajo desvirtuaba la versión del acusado, de que él lo golpeó (al canadiense) porque estaban en el suelo forcejeando”, dijo Edgardo Bonilla, exfiscal.
La Fiscalía logró demostrar que Elizondo había elaborado todo un plan para entrar por las buenas a la casa del extranjero, matarlo y robar sus pertenencias.
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Todo estaba en contra de Elizondo y para los jueces no hubo dudas de que el ataque contra Cote nada había tenido que ver con la defensa propia.
El Tribunal de Juicio del Segundo Circuito Judicial de San José lo condenó a 20 años por ser responsable de los delitos de homicidio calificado y robo agravado.
Los jueces confirmaron que hubo enseñamiento por parte de Elizondo, no tanto por la cantidad de golpes que le dio al canadiense, sino por la fuerza y la violencia con las que llevó a cabo el ataque.
“El otro muchacho (Solano) fue ligado porque él fue a dejar el carro robado a Naranjo; yo, como fiscal, pedí la condena, pero la prueba no daba para tanto. Se le acusó de favorecimiento, pues no se pudo demostrar que él participara en el homicidio y al final fue absuelto”, añadió Bonilla.