Entre algunos mineros existe una especie de dicho que dice que cuando en la mina ocurre un accidente, de ahí solo se puede salir de dos formas: con una discapacidad para toda la vida o, muerto, en el peor de los casos.
Sin embargo, no todos los incidentes terminan de esas dos formas, pues existen algunas excepciones, como el caso de don Marco Fonseca Pérez, quien disfruta la segunda oportunidad que le dio la vida tras haber quedado enterrado dentro de un túnel a dos kilómetros de profundidad.
“La muerte le puede llegar en cualquier momento y lo único que uno se lleva es lo que hizo bien con Dios. A mí, Diosito me dio una segunda oportunidad y la he aprovechado un montón”, dijo Fonseca a La Teja.
Fonseca, de 68 años, aseguró que lo que ocurrió hace casi 13 años dentro de ese oscuro túnel de la mina fue un verdadero milagro, pues se dieron circunstancias, que hasta el día de hoy, no se logra explicar, cómo tres de sus compañeros pudieron levantar los pesados escombros que aplastaron su cuerpo.
“Cuando a uno no le duele nada, anda jugando de vivo, de doña toda, pero cuando le pasa una cosa como esa es cuando se acuerda de Dios y empieza a pedir perdón”, mencionó.
Sorprendido mientras comía
El terrible hecho que por poco le cuesta la vida a Fonseca, quien es conocido popularmente como “Discomóvil”, ocurrió la mañana del miércoles 5 de mayo del 2010, cuando estaba trabajando en la mina número 7, en Tres Hermanos de Abangares, Guanacaste.
Según don Marcos, en ese momento él se encontraba junto a tres compañeros: sus dos yernos, Minor y Lester; y un hombre al que le decían “Puerto”, los cuatro estaban laborando en uno de los túneles, a unos 2,7 kilómetros de la salida de la mina.
LEA MÁS: Justicia se olvidó de la familia de un niño de 8 años brutalmente asesinado
Fonseca, quien es vecino del barrio Palo Hueco de Abangares, recordó que la tragedia vino sobre él cuando a eso de las 11 de la mañana decidió descansar un momento para comerse algo y recobrar las fuerzas, pues las labores en una mina son sumamente pesadas.
“El día anterior nosotros habíamos hecho un trabajo ahí y había quedado reventado (un muro), no nos dimos cuenta y cuando me senté a tomarme un poquito de agua y a comerme un pan fue cuando todo me cayó encima y no supe más.
“A mí lo que me quedó por fuera fue una cuarta de las piernas y una cuarta de una mano, el resto del cuerpo me quedó enterrado. Cuando eso me cayó encima, yo no pensé en mis hijos, ni en mi mamá, ni en mi señora, solo pude pensar: Dios dame una oportunidad más”, contó.
Don Marcos explicó que su cuerpo quedó enterrado debajo de una gran cantidad de cascajo (una clase de escombro parecido a la piedra, que es muy pesada y solamente se encuentra dentro de la mina).
“Me cayó encima, pero no supe cuántos kilos eran, porque yo quedé aplastado y no supe nada más”.
— Marcos Fonseca, minero.
Sacaron fuerzas de la nada
Al ver que Discomóvil estaba sepultado debajo de los cascajos, sus compañeros no lo pensaron dos veces para hacer todo lo posible para salvarle la vida. Se trataba de una labor muy complicada, pues había muy poco oxígeno en el túnel, situación que les restó fuerzas.
Fonseca dijo que en ese momento ocurrió lo que él considera un milagro, pues sus compañeros sacaron fuerzas de donde ya no tenían y lograron levantar los escombros, para luego llevarlo hasta un lugar seguro.
“Vea lo grande que es Dios, levantaron entre dos el cascajo ese y el otro me sacó de las patas. Al otro día fueron a sacar el material que quedó ahí donde yo estaba y no pudieron mover las piedras, dicen que fue que Dios les dio fuerza a esa gente para que me sacaran”, recordó el minero.
Sin embargo, lo más difícil aún estaba por venir, pues los mineros debían sacar a Fonseca de la mina y el gran problema era que este sentía demasiado dolor como para moverse por sí solo.
“Cuando levantaron el cascajo me volvió el conocimiento y yo le dije a Minor: ‘Dígale a uno de los compañeros de afuera que por Dios traiga el revólver para que me meta un balazo, porque yo no aguantó más, que me saquen muerto de aquí', entonces Puerto se fue a pedir auxilio y luego de eso no recuerdo más”, contó Fonseca.
LEA MÁS: Homicidio del peluquero más famoso de San José se quedó sin justicia, aquí le contamos por qué
Un largo rescate
Aunque no recuerda nada de lo que pasó luego de que lo sacaron, don Marcos dijo que sus compañeros le contaron que su rescate fue muy complicado, tanto así que tardaron aproximadamente 5 horas y 40 minutos para sacarlo del túnel.
“Cuando entraron los socorristas llegaron hasta la mitad del camino y luego no se animaron a entrar más, pero como yo tenía compañeros que habían trabajado en la Cruz Roja, ellos entraron hasta donde yo estaba y me ayudaron.
“Dicen que me llevaban amarrado a un cuero y luego me pasaban a una tabla y así iban. Había que pasar por una parte con agua que le dicen la Cueva del Sapo, donde uno tiene que pasar de cuatro patas y sacando la nariz por encima, pero en el caso mío ahí me pasaron hasta por el agua, no sé ni cómo”, contó.
El experimentado minero dijo que no recuerda nada de ese angustiante trayecto, pues los paramédicos lo sedaron por completo, sin embargo, por un momento recobró la conciencia cuando estaba afuera de la mina y observó a un montón de personas que lo estaban esperando.
“Yo perdí el conocimiento y no supe nada más, cuando me di cuenta ya era el día siguiente y me desperté en un hospital, pregunté si era el México y una enfermera me dijo que estaba en el hospital de Liberia”.
Como un robot
Despertar en un hospital de alguna manera fue un pequeño alivio para Fonseca, pues pensó que iba a morir dentro de aquel túnel, sin embargo, todavía existía una situación que lo tenía muy preocupado.
“Lo que me tenía agüevado es que de ahí donde yo estaba, el que no salía muerto lo mandaban a morirse a la casa, o si le iba bien salía en silla de ruedas, porque quedaba inválido”.
Según don Marcos, esa preocupación rondó su mente por al menos dos días, hasta que finalmente un médico le dio la tranquilidad que necesitaba, confirmando que su caso era un verdadero milagro.
“Entró un doctor que me dijo: ‘Fonseca, topaste con suerte, no hubo necesidad de mandarte al hospital México, no te reventaste ni el riñón, ni el hígado, ni nada, todos los órganos están bien, lo que sufriste fue un aplastamiento”, recordó.
Aunque no recuerda con exactitud cuánto tiempo estuvo hospitalizado, don Marcos dijo que fueron varios días, en los cuales estuvo como un robot, pues por las lesiones ni siquiera podía moverse.
“Yo estaba como un robot, no me podía mover, me tenían que dar de comer y hasta bañarme, era como un bebé. Duré más de dos meses en rehabilitación aquí en la casa, ahí me fui componiendo poco a poco”, detalló.
LEA MÁS: ¡Como en El Exorcista! Así fue el aterrador caso que puso a temblar a excruzrojista en Tibás
Dolorosas secuelas
El tiempo fue curando las heridas de don Marcos, sin embargo, contó que aún carga con unos terribles dolores de espalda que le quedaron como secuela del aplastamiento que sufrió aquel día.
“Yo tengo un dolor de espalda que cuando me agarra me obliga a acostarme cinco minutos boca arriba, si yo voy manejando un carro y ese dolor me ataca, tengo que parar y acostarme debajo de un árbol”, añadió.
También comentó que tras esa traumática experiencia, él decidió no volver a ingresar a un túnel, por eso es que por varios años siguió trabajando en la mina, pero en el área del botadero.
“Yo entro, pero no hasta los túneles, y como tengo mucha experiencia encuentro piedras con oro. Ahora estoy pensionado y ya no me preocupo por ir a meterme a un túnel”.
Segunda oportunidad
Fonseca dijo que en lugar de lamentarse por lo que le pasó ese día, él vive agradecido con Dios, porque escuchó su petición de que le regalara una segunda oportunidad para regresar con sus seres queridos.
“Yo le digo una cosa, en la mina cuando ocurre un accidente el que no queda inválido sale muerto de ahí. Por aquí vive un amigo mío que quedó en silla de ruedas, otros amigos no tuvieron la misma suerte y prácticamente los sacaron en pedazos”, añadió.
Por ese motivo es que don Marcos está aprovechando al máximo su segunda oportunidad, pues tras lo sucedido ahora ve la vida con otros ojos.
“Dios me dio esa segunda oportunidad y no la voy a desperdiciar, yo he cambiado mucho desde entonces. Con lo que me pasó ahora soy otra persona, antes tenía enemigos, odiaba a la gente, pero ahora no odio a nadie, si a alguien he ofendido voy y le pido perdón, porque en esa situación yo me di cuenta de que uno no vale nada en esta vida”.