Muchos grupos criminales se dedican a entrar a viviendas y adueñarse de lo ajeno, pero ninguno de esos se compara con la llamada “banda de los asaltafiestas”, que en cuestión de un año atacó en 121 casas, la mayoría de gente de buena posición económica.
Este grupo criminal, que hizo sus fechorías entre el 2005 y el 2006, fue un dolor de cabeza para el Organismo de Investigación Judicial (OIJ) ya que, en promedio, daba sus golpes cada tres días y cada vez de manera más violenta.
Después de mucho empeño y trabajo, la Policía Judicial logró frenar al peligroso grupo gracias a una extensa investigación en la que, poco a poco, fueron llamando mucho la atención dos hechos vinculados con el líder y que fueron claves para ponerlo detrás de las rejas junto a sus cómplices.
Uno de los encargados de la investigación fue Marconi Arburola, oficial del OIJ que actualmente forma parte del grupo gerencial de la Sección de Hurtos.
Arburola tiene más de 30 años de integrar la Policía Judicial.
“No hay crimen perfecto, por más que estos grupos se quieran organizar y ejecutar de la mejor manera, siempre van a cometer errores y a fallar en algo; ahí es donde estaban la astucia y el empeño que debíamos poner en la investigación”, dice Arburola.
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Ola de asaltos
Arburola contó que a mediados del 2005, él y varios compañeros suyos estaban a cargo de las investigaciones de asaltos a viviendas y recibieron el caso de una banda a la cual se relacionaba con varios ataques.
“Casi me atrevo a decir que en los años que tengo en la Policía nunca había visto una cifra tan significativa (de golpes de la banda); era sumamente alta para un delito como el asalto a viviendas y nos tenía alarmados”, detalla el investigador.
Algo que caracterizaba a los asaltantes era que escogían muy bien dónde ejecutar sus maldades, principalmente en casas de clase media-alta de Escazú, Curridabat, San Francisco de Dos Ríos y San Pedro de Montes de Oca.
“De vez en cuando se trasladaban a otras zonas como para desviar un poco la atención, pero básicamente iban en esa línea del tipo de viviendas y de población”, explica Arburola.
Así atacaban
El grupo se ganó el sobrenombre de los “asaltafiestas” por la forma de atacar; a diferencia de otros maleantes que buscaban casas vacías, ellos andaban detrás de unas en las que hubiera festejos o reuniones con varias personas. Les tenía sin cuidado que hubiera mucha gente porque era más bien lo que buscaban y eso, claro, les pasaría la factura luego.
“Se valían de esa situación porque donde había actividades sociales como fiestas, reuniones y demás, había constante movimiento; es decir, las personas pasaban entrando y saliendo a fumar o a conversar, entonces los accesos al inmueble estaban abiertos para ellos”, explica Arburola.
La gente se confiaba y bajaba la guardia, lo cual aprovechaban los delincuentes.
“Si veían una pareja de novios despidiéndose con el portón abierto aprovechaban para abordarlos y llevarlos a la fuerza al interior para ejecutar el asalto”.
— Marconi Arburola, investigador del OIJ.
La banda también se caracterizaba por actuar con mucha violencia, sobre todo el líder. Los delincuentes encañonaban a las víctimas, las amarraban y hasta las amenazaban de muerte.
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Hubo un caso en San José en el que uno de los integrantes del grupo de delincuentes abusó sexualmente de una muchacha delante otras personas que se encontraban en una actividad. Hasta ese nivel habían llegado.
Casas esquineras
La banda tenía cierta preferencia por las viviendas esquineras y no por una ocurrencia.
“Les daban prioridad a esas casas porque les permitía estacionar el vehículo a la vuelta de la esquina, para así mantener control del movimiento de la periferia.
“Eran tres los que ingresaban a las viviendas y el conductor se quedaba en el carro para informarles si se acercaba algún guarda u otros vecinos”, destacó Arburola.
Y como todo lo habían planeado bien, los delincuentes no se complicaban la vida con lo que robaban.
“Se enfocaban en bienes de fácil transporte y que no representaran mayor riesgo a la hora del llevárselos; entonces iban por celulares, billeteras, joyas y de vez en cuando por electrodomésticos, pero en menor cantidad”, añadió el investigador.
Por pura maldad
De los cientos de casos con los que fueron relacionados los asaltafiestas hubo uno que marcó a Aburola porque entre las víctimas se encontraba una niña de cinco años a la que le pusieron una pistola en la cabeza.
“Fue en Curridabat, donde a una niña le quitaron una muñequita; a ella la afectó demasiado haber sido desprendida de esa muñequita. Me marcó porque en aquel entonces esa niña tenía la misma edad que mi hija.
“Recuerdo que yo le dije a la niña: ‘Princesa, yo le juro que esta es la última ocasión en la que estos sujetos actúan’ porque ya teníamos toda la labor coordinada en cuanto a los allanamientos que se iban a hacer, de hecho todo eso fue la noche previa al allanamiento”, contó.
Ya los agentes contaban con información clave y sabían que debían ir por tres hombres de apellidos Gómez, Delgado y Obregón.
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El miércoles 6 de setiembre del 2006, un día después del asalto en Curridabat, el OIJ hizo una serie de allanamientos en el barrio Cristo Rey y en San Sebastián (ambos sitios en San José) con los que logró detener a los tres sujetos y decomisar objetos robados de viviendas.
Apodo fue gran pista
Arburola cuenta que la participación de las víctimas en la investigación fue vital para identificar y detener a los sospechosos, sobre todo al líder (Gómez), al que los afectados recordaban con claridad.
“Algo que siempre llamó la atención era que cuando los sujetos se dirigían al líder le decían ‘Rata, ¿qué hacemos?; Rata esto, Rata lo otro’, además el vocabulario siempre era muy particular”, recordó el investigador.
“Todo giraba alrededor de él (Gómez), era el que marcaba la pauta, giraba instrucciones y estaba pendiente del accionar de los otros sujetos”
— Marconi Arburola, agente del OIJ.
La descripción física que las víctimas dieron de los maleantes también fueron fundamentales. La mayoría de los afectados recordaba una característica muy particular del líder.
Así lo recoge la resolución judicial relacionada con el caso, que dice: “... en concreto sobre el reconocimiento de J. (Gómez), podría decirse que termina de ser confirmado en la sede de juicio, cuando varios testigos informan al tribunal que uno de los supuestos ladrones tenía características o ‘cara de duende’. Esta singularidad era una línea común en el testimonio de varios testigos.
“Obsérvese que en la declaración de R.F. (testigo), valorada por el Tribunal de Mérito... el testigo reconoce a uno de los partícipes, que los amenazaba de muerte, como alguien bajito, con cara demacrada, con cara de duende.
“El mismo testigo dice haber reconocido fotográficamente al sujeto de ‘cara de duendecito’. Lo mismo dice cuando afirma el testigo R. que había reconocido al sujeto agresivo, de cara alargada, orejas largas de ‘apariencia de duende’”.
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“Los testigos mencionaron que su cara y peculiaridades eran difíciles de olvidar, sobre todo porque su comportamiento agresivo durante el hecho mantuvo la atención de las víctimas”.
— Señala resolución judicial.
La descripción física de Gómez y el alias de “Rata” permitieron que los investigadores determinaran que este vivía en Cristo Rey, donde se juntaba muy a menudo con un hombre de apellido Delgado, quien era su vecino y que también fue vinculado al caso por las descripciones de los testigos, quienes lo recordaban porque tenía la cara marcada por el acné.
En cuanto a Obregón, el OIJ también lo vinculó con la banda y su participación quedó comprobada luego de que la muchacha víctima de violación lo reconociera.
Deber cumplido
El 29 de agosto del 2008 el Tribunal de Juicio del Primer Circuito Judicial de San José condenó a la banda de los asaltafiestas.
Su líder, Gómez, fue sentenciado a 65 años de cárcel por once delitos de robo agravados; sin embargo, la pena fue readecuada a 21 años.
Por su parte Delgado recibió una condena de 40 años de prisión por siete delitos de robo agravado, pero la pena también fue readecuada a 18 años.
Obregón fue encontrado responsable de un delito de violación y uno de robo agravado, por lo que se le sentenció a 16 años de prisión.
El chofer del carro que usaba la banda para movilizarse fue absuelto porque no fue posible obtener evidencias para ligarlo con los asaltos.
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“Quedaron muchas víctimas por fuera porque el proceso en sí llevó poco más de un año y ya con el pasar del tiempo había víctimas que decían que no recordaban bien y otras que no querían involucrarse.
“Pero al final quedó la satisfacción del deber cumplido, no solo con la chiquita del caso en Curridabat, sino con todos los afectados. Cuando uno se topaba a las víctimas o llegaban a la oficina para algún tipo de diligencia y hablábamos con ellos nos decían que estaban sumamente agradecidos”, destacó Arburola.