Un hombre le disparó y mató a un oficial de la Guardia Rural (un departamento de la Fuerza Pública de aquel entonces) porque creyó que le entregaría una notificación por pensión.
El caso ocurrió el 12 de diciembre de 1977 y aunque han pasado 45 años de ese triste homicidio, todavía hay vecinos de Hatillo centro --donde fue el suceso-- que recuerdan lo ocurrido.
Los oficiales Danilo Obregón Mendoza, de 29 años, y su compañero Leonardo Cascante Barrientos, de 36, eran oficiales de la Guardia Rural en Hatillo. Ellos se ganaban el arroz y los frijoles entregando, en los barrios del sur de San José, todo tipo de notificaciones, sobre todo por pensión alimenticia.
Leonardo era quien manejaba la motocicleta, mientras que Danilo se encargaba de bajarse y entregar los papeles cada vez que pescaban a la persona.
El día de la tragedia, ellos empezaron a bretear a las 10:30 a. m. y casi una hora después llegaron a Sagrada Familia, donde tenían que entregar un documento.
Como ellos sabían que en ese barrio la cosa se ponía brava, Cascante se quedó cuidando la moto, mientras que Leonardo iba de casa en casa a entregar las hojas para que le firmaran los comprobantes de recibido.
Ellos necesitaban notificar a un señor que se llamaba Rodolfo y lo andaban buscando por todas partes.
El oficial Leonardo estaba de espaldas y en eso sintió que dos personas se le acercaban rápido, en cuestión de segundos le hicieron arrancada su arma de reglamento, una pistola calibre 38, que la tenía en el cargador amarrada a su pantalón.
Los bichos fueron tan rápidos que no pudo ni reaccionar. Los hombres corrieron como alma que lleva el diablo.
Don Leo empezó a gritarle, desesperado, a Danilo, para avisarle que un joven de apellidos Bolaños, de 18 años, conocido como Chino y al que ellos conocían, iba corriendo hacia donde él.
El sospechoso, desde corta distancia, apuntó a Danilo y le disparó cuatro veces. Al oficial no le dio tiempo de sacar su arma para defenderse.
La gente corría por las aceras, asustada y angustiada para tratar de entrar a sus casas y refugiarse de las balas.
Danilo cayó herido en un callejón. Las balas ingresaron por la espalda, la cadera y por la pierna y el brazo derechos.
El otro oficial, impactado por lo ocurrido, se montó en la moto y se fue hasta la Segunda Comisaría y a la Guardia Rural de San Sebastián para pedir ayuda.
Bolaños, por su parte, corrió unos 50 metros de donde quedó herido el notificador, por la orilla del río María Aguilar y se refugió en la habitación en la que vivía con su compañera sentimental.
En pocos minutos el sonido de las patrullas no se hizo esperar. Afuera estaban patrullas con agentes del OIJ y guardias rurales.
Los vecinos, cuando vieron aquel contingente policial, con mucho temor señalaban el sitio donde se había escondido Chino.
Mientras tanto, el oficial Danilo seguía con vida. Durante 20 minutos, una vecina llamada María Chavarría lo acompaña, ella recogió todos los papeles que los oficiales andaban.
Una ambulancia de la Cruz Roja trasladó a Obregón hasta el Hospital San Juan de Dios, pero falleció cuando ingresó.
Róger Rojas, quien trabajó en la Guardia Rural, recordó aquel trágico episodio.
“Se creía que se trataba de un asalto y que la razón era el robo del arma, eso fue hace ya bastantes años, pero no se me olvida a mí ver la cara de tristeza y de angustia de Leonardo al ver la situación, estaban confundidos, porque ellos solamente cumplían con su trabajo, no llegaron ni amenazantes ni nada. La gente los conocía, muchos no los querían ver, pero jamás hacerle un daño así”, recordó Rojas.
Ese trágico día, los oficiales desalojaron las casas en un perímetro de 500 metros y montaron un operativo.
Según data en el periódico La Nación, el teniente Orlando Monge empezó a gritarle a Bolaños que saliera, que se entregara, que le estaban dando la oportunidad.
“Solamente gritaba, ‘si me sacan de aquí, va a ser muerto’, era una persona bastante brava y mucha gente de la comunidad le tenía temor, durante el tiempo que se metió en la casa, estaba escondido debajo de la cama para protegerse. Su mujer estaba bien escondida, también”, dijo Rojas.
Bolaños empezó a disparar a lo loco, en ese momento los oficiales no esperaron y abrieron fuego contra el sospechoso. La casa donde se refugió Bolaños quedó con las paredes llenas de huecos.
“Hubo que tirar gases lacrimógenos para controlar la situación, hubo gente afectada por el gas, fue una situación de mucha tensión, porque todo el mundo pensaba que la situación era por un robo, un asalto, una venganza, de todo se comentaba en ese momento”, asegura Rojas.
Bolaños recibió cinco balazos y aún así se arrastró hasta la puerta de la vivienda, donde los agentes se le tiraron encima, lo esposaron y lo llevaron al Hospital San Juan de Dios.
“Los oficiales lograron determinar que Chino pensó que los oficiales llevaban una notificación para él, pero nada qué ver y por eso fue que se dio el homicidio, no fue un asalto ni un robo, ni nada de eso, eso fue muy lamentable”, comenta Rojas.
Chino creyó que el oficial era el mismo que lo había llegado a buscar unos días antes y por esa razón estaba furioso. Al parecer, lo tenía entre ojos y esa sería a razón por la que decidió atacarlo.
Doña María --la señora que atendió al oficial-- había leído los papeles y le comentó a los vecinos que no iba ningún papel para Bolaños y que más bien uno de los papeles decía que no encontraron a la persona que buscaban.
“El otro hombre que andaba con Chino fue capturado por el robo del arma, le pusieron una pena”, expresó Rojas.
Chino pasó internado seis meses en el hospital, agonizando hasta que falleció. Los balazos de la policía le perforaron el bazo, los riñones y el hígado, su condición desde que llegó al hospital era grave.
“Yo traté de socorrer al oficial cuando estaba herido. En aquel momento, debajo de él había una citación para un hombre de apellido Valverde, no para el homicida, no había razón para matarlo”, declaró doña María en aquel entonces al periódico La Nación.
Danilo tenía cinco años de ser policía, estaba casado y tenía hijos, su muerte provocó mucha indignación en los barrios del sur, recuerda doña Lourdes Martínez, vecina de Sagrada Familia.
“Eso fue hace muchos años aquí, fue uno del montón de los casos que ocurrieron, pero sí recuerdo que fue bastante el miedo que nos dio a todos, porque en aquellos tiempos no se veía tanta violencia, a nosotros nos mandaron como a cien metros de la casa y se escucharon muchos balazos, hubo mucho gas y pasaron bastantes horas para que el olor tan fuerte se fuera, varios vecinos terminaron todos enchilados, al hombre que protagonizó lo qué ocurrió lo conocía de vista, a los oficiales no”, recordó Martínez.