La última imagen que dejó María Luisa Masís Vargas sigue grabada en la memoria de Luis Fernando Vega Masís, uno de sus cuatro hijos, desde hace cuatro décadas, última vez que la vio.
Madre e hijo se vieron involucrados en la tragedia de Puente Casa, en Florencia de San Carlos, que enlutó a las familias de 19 personas que murieron en el lugar, según informes oficiales, otras tres personas murieron en hospitales para un total de 22 fallecidos; hubo 97 heridos.
La fatalidad ocurrió cerca de la 1 p. m. del 21 de enero de 1984, es decir, un día como hoy hace 40 años, madre e hijo viajaban junto a un montón de conocidos en el bus marca Sedom, modelo 1969 de nombre El Betzabé.
El autobús salió de Ciudad Quesada a las 12:30 p. m. y tenía como destino Coopevega de Cutris; pasaba por varios pueblos, entre estos Platanar de San Carlos, donde tenían que bajarse Luis Fernando, su mamá y una tía de nombre María Rosa.
Al mediodía debía salir otro bus que iba hacia Platanar, pero no lo hizo y por lo que en la parada había muchas personas esperando que saliera El Betzabé, por lo que salió completamente lleno.
Luis Fernando quizás era el que llevaba lo menos pesado, unos zapatos que había comprado; sin embargo, otras familias llevaban diarios, también marquetas de hielo para unas fiestas patronales y hasta una pieza de un tractor.
El bus comenzó a descender y las bajadas son pronunciadas, Fernando recuerda que su mamá y tía iban en los asientos delanteros, él estaba detrás de ellas.
En determinado momento el conductor del bus, de nombre Rafael Ángel Murillo, perdió el control y se salieron de la carretera, daban vueltas, caían unos sobre otros, la comida de los diarios golpeaba a todos.
Justo en ese momento Luis Fernando, de 16 años, vio por última vez a su mamá.
“La última vez que la vi fue cuando se persignó”, recuerda Fernando de su progenitora, quien murió cuando apenas tenía 35 años.
A María Luisa apenas le dio tiempo de encomendarse a Dios, porque en ese sitio fue declarada sin vida junto con otras personas que también iban en el bus.
Solo un milagro salvó a los demás
Fernando recuerda que el bus iba a mucha velocidad, él incluso cerró una ventana por miedo de que alguien se saliera.
“Cuando descendió unos cuatrocientros metros el bus rebotaba, sonaba como un avión por la velocidad que llevaba.
“Para el montón de personas que íbamos, fueron pocas las que fallecieron, porque íbamos más de cien personas, cerca de una curva, al bus se le despegaron las llantas de adelante, íbamos para el guindo, recuerdo que me llevé un golpe en una oreja y se me quebró un brazo, quedé inconsciente, luego cuando desperté no sentía nada, cuando hice a mover la mano no la podía mover, la tenía toda quebrada”, recuerda Luis Fernando.
Él recuerda que el bus desapareció, parecía cuando arrugan por completo una lata.
A su memoria también se le viene el momento en el que una mujer gritaba desesperada por su bebé y a él le tocó decirle que estaba sin vida; en ese momento Fernando no sabía que su mamá también había fallecido.
“A la par mía iba una muchacha con una bebé de meses y en el momento que llegamos al guindo, ella tenía una herida en la frente y gritaba por su hija, yo estaba prensado y pude ver a la bebé, a como pude la jalé, pero me tocó decirle a la mamá que estaba muerta”, mencionó Fernando.
Además de los destrozos, los cuerpos estaban tirados y Fernando no encontraba ni a su mamá ni a su tía, él fue una de las primeras personas que llevaron al hospital de San Carlos.
“Recuerdo que un muchacho nos echó en el cajón de un carro y nos llevó al hospital, no sabría decirle quién fue el que nos llevó, una enfermera preguntó qué había ocurrido y le dijimos que eran muchas las personas sin vida”, expresó.
Visitó tumba meses después
Fernando casi pierde el brazo derecho por las lesiones, se lo tuvieron que reconstruir con platinas y tornillos, para eso lo enviaron al hospital México, en San José, donde estuvo internado.
Él se enteró de la muerte de la mamá por teléfono, no pudo estar en el funeral y la visitó en el cementerio hasta cuatro meses después.
“El domingo en la noche a como pude llamé a la casa de los suegros de mi tía que eran del centro de Ciudad Quesada, me atendió un muchacho y él me dijo: ‘su mamá murió, en estos momentos la están sepultando”, relata la forma en la que se enteró de la muerte de María Luisa.
Los dolores físicos y emocionales eran cada día peores, además de enfrentar el trauma de tener que pasar por la zona donde ocurrió la tragedia.
“Cuatro meses después regresé a mi casa y tuve que pasar en bus por donde ocurrió el accidente, estuve un tiempo con muchos nervios, ya por dicha hay otra calle y casi no se pasa por esa”, dijo el sobreviviente.
Apenas llegó a casa pidió que le llevaran al cementerio, donde terminó de caer en razón de la pérdida, en un principio sentía que era solo una pesadilla.
Asegura que su papá se encargó de él y de sus otros hermanos.
“Gracias a Dios salimos adelante, nos quedamos con mi papá y como dicen, ángeles en el camino que nos ayudaron mucho, nos dieron mucha fuerza y eso me ayudó mucho también para salir adelante”.
La tía María Rosa sobrevivió.
Murieron otros conocidos
En este accidente también fallecieron otras personas con las que Fernando compartió, él recuerda a un muchacho de nombre Gerardo Quesada Acuña, con quien a veces jugaba bola, incluso quedaron en jugar ese mismo día.
También una vecina de nombre Leyla Guerrero Avila, un hermano de ella también viajaba en el bus, él sobrevivió y en el hospital le avisaron de la muerte de la hermana.
Así como la historia de Luis Fernando hay de otras familias, tal es el caso de otro fallecido de nombre Claudio Ríos Vargas, a quien le conocían como Curandero, por usar plantas medicinales para tratar a los vecinos. Fernando recuerda que Ríos se montó un kilómetro antes del fatal accidente.
Al parecer, don Claudio, al percatarse de que el bus lo dejó, tomó un taxi para alcanzarlo, se montó y al kilómetro murió.
También hubo un joven de nombre Mario Rojas Arias, quien para ese entonces tenía 19 años y no se montó en El Betzabé porque iba muy lleno; su padrino Rigoberto Molina Cortés, de 47 años, sí se subió y lo último que le habría dicho a su ahijado era, “que Dios lo acompañe”.
“Mario Rojas fue compañero mío de trabajo, él nos había contado que estuvo en la parada y no se montó, estuvo a punto de irse en ese bus, porque ahí iba el padrino, dice que estuvo en las gradas y decidió bajarse”, recordó el sobreviviente.
Rojas iba en el bus siguiente y cuando se acercaban al sitio del accidente se toparon con la presa y ahí se enteraron de la tragedia, así como de la muerte de su padrino.
El accidente dejó como saldo 13 hombres y seis mujeres fallecidas en el sitio.
Para Fernando, esta tragedia fue por una imprudencia, en la que todos fueron responsables por querer llegar pronto a sus casas y montarse en el repleto bus, pese a que iba con más de lo permitido de personas y sobrepeso.
Pese a la negligencia compartida, al único que condenaron fue al chofer por cuatro años en la cárcel, él siempre señaló que intentó salvar a todos los pasajeros.
De acuerdo con Radio San Carlos, la Policía confirmó que pese a que el conductor también resultó herido, permaneció en el sitio a lo largo de dos horas ayudando al rescate de los pasajeros.
Este domingo 21 de enero realizarán una misa para conmemorar a cada una de las víctimas que fallecieron en una de las peores tragedias que han ocurrido en la zona norte de Costa Rica.
Víctimas mortales:
Jessica Inés Cruz Rodríguez, 4 meses de nacida.
Miguel Ángel Ledezma Molina, 52 años.
Secundino Espinoza Espinoza, 57 años.
Rigoberto Molina Cortés, 47 años.
Francisco Rodríguez Porras, 42 años, cumplía años al día siguiente del accidente.
Marco Tulio Salas Zúñiga, 44 años.
Héctor Araya Alfaro, 57 años.
Juan Luis Arce Rodríguez, 33 años.
Juven Vargas Villalobos, 70 años.
Gerardo Quesada Acuña, (se desconoce la edad).
Asdrúbal Villalobos Vargas, 52 años.
Claudio Ríos Vargas, 59 años.
Juan José Rodríguez Alvarado, 51 años.
Cándido Suárez Rocha, (se desconoce la edad).
María Luisa Masís Vargas, 35 años.
Edwin Rojas Blanco, 50 años.
María Urbina Gaytán, (se desconoce la edad).
Rossy Ester Molina Castillo, 20 años.
Leila Guerrero Avila, 22 años.