Para Marco Morales Porras la foto que guarda de su mamá es un gran tesoro y mantiene vivo el recuerdo de la mujer cariñosa y bondadosa que le dio la vida.
A él le tocó sepultar a su viejita, como le decía de cariño, luego de que un hombre al que consideraba su amigo la asesinara.
Doña Luz Morales Porras falleció en su casa el 10 de julio de 1999, cuando tenía 69 años. Su cuerpo fue encontrado a la par de la cama y en un principio los familiares y las autoridades judiciales creyeron que su muerte fue natural, pero poco después salió a la luz la terrible realidad.
Marco recuerda aún muchos detalles del día de la tragedia, ya que fue él quien encontró el cuerpo.
"Yo me había llevado a mi mamá a vivir conmigo a Pavones de Turrialba porque ella estaba enfermita, le daban ataques de epilepsia y tenía diabetes. Los fines de semana yo compraba verduras y pan y me iba en carro a venderlos a Limón, la llevaba a ella para que no se quedara solita.
“Un día llegué con la mercadería y me llamó la atención que en la casa había mucho silencio. Cuando entré vi a mi mamá tirada a la par de la cama y noté que no se movía, pensé que le había dado un infarto o algo así”, recordó.
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Marco llamó a una familiar y le dijo lo que había pasado, ella llegó a los poco minutos y después juntos llamaron al 911. Los agentes judiciales levantaron el cuerpo; ellos también creyeron en un inicio que la mujer había muerto de forma natural.
“Yo estaba dolido por la muerte de mi mamá, pero a la vez resignado porque creí que ya era su momento de encontrarse con Dios, pero luego una hermana de crianza me preguntó dónde estaba la grabadora que había en la casa, yo le dije que con tanta gente que había entrado por la muerte de mi Lucita seguro alguien se la había llevado, pero ella me dijo: 'Marco, a su mamá la mataron para robarle’ y así fue”, contó.
“Los agentes del OIJ llegaron a decirme que la autopsia reveló que la causa de muerte fue la asfixia, además, el hombre que la atacó la violó. Yo no lo podía creer, me dolió tanto saber que ella murió de esa manera; los investigadores me dijeron que a pesar de su edad, lucho por su vida y le arrancó pelo al agresor cuando se defendió, mientras ellos me contaban eso yo me preguntaba cómo fue que no llegué a tiempo para salvarla”, asegura todavía con dolor.
Testimonios claves
Una vez que se supo que la adulta mayor fue asesinada, los agentes empezaron a buscar al culpable. Entrevistaron a varios vecinos y poco a poco fueron armando un sólido caso contra un sospechoso conocido de Marco: José Jiménez Zúñiga.
"Varias personas dijeron haber visto a un amigo mío, al que le decíamos Cri Cri, cerca de la casa el día del homicidio. Un chiquito que vivía cerca hasta dio una descripción que coincidía con las características de él y eso me dolió en el alma.
“Yo lo conocía desde hacía años, nosotros teníamos en la casa una especie de pulpería y vendíamos comida también. El tal Cri Cri llegaba seguido y compraba sánguches con café, hablaba con mi mamá y de todo, aún no entiendo cómo un amigo mío fue capaz de matar a mi mamá”, añadió.
Otra de las piezas del rompecabezas es que ya ese sujeto había tenido problemas con otra viejita a la que había amenazado de muerte, por lo que sabían que acostumbraba perseguir ancianas indefensas.
La captura del homicida no fue fácil, el sabía que la policía lo buscaba como sospechoso del crimen de doña Luz y decidió irse de Turrialba y esconderse.
“Pasaron como dos años sin que dieran con él, la gente llegaba y decía que lo habían visto en tal lado, pero de ahí no pasaba la cosa, hasta que un día un señor, que en ese tiempo era policía, lo agarró. El oficial trabajaba en Tres Ríos de La Unión y conocía el caso de mi mamá”.
El oficial que puso fin a la búsqueda fue Edwin Contreras García, él ya está pensionado, pero recuerda muy bien cómo fue que encontró a Cri Cri.
"Varios vecinos me empezaron a decir que el sospechoso del homicidio estaba trabajando en una finca cortando moras y yo le pedí permiso a mi jefe para estar fuera de mis labores normales durante una semana para ir a buscarlo.
“Me dieron permiso y me fui de civil, pero con mi arma prensada en la faja, me hice pasar por un capataz para poder recorrer las fincas. Al segundo día lo encontré, yo tenía un recorte de periódico con una foto de él y eso me permitió guiarme, pero había cambiado bastante: se había dejado crecer el bigote, la barba y el pelo, aún así lo reconocí”, recordó.
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Contreras sabía que era muy arriesgado enfrentar solo al homicida, por lo que llamó a los agentes del OIJ de Turrialba que llevaban el caso y les dijo que ya sabía donde estaba Jiménez.
“Tardaron dos horas en llegar, yo me había ido para la delegación y me fueron a recoger para volver a la finca. Una vez ahí lo rodeamos y le dijimos que estaba detenido, él hizo el intento de huir, tenía un machete, pero como nosotros teníamos pistolas mejor se quedó quedito”, añadió.
Los oficiales llevaron a Jiménez ante las autoridades judiciales y en el 2001 se llevó a cabo un juicio en su contra en los Tribunales de Turrialba.
La Fiscalía logró demostrar que él fue quien le arrebató la vida a la viejita y los jueces lo condenaron a 50 años de prisión por los delitos de homicidio calificado, robo agravado y violación.
El Ministerio de Justicia detalló que el hombre está descontando la pena en la cárcel Jorge Arturo Montero, más conocida como La Reforma.
Lo perdonó
Marco dice que los primeros dos años después de la muerte de su mamá fueron realmente duros porque el dolor lo perseguía; sin embargo, luego de la captura de Jiménez encontró la paz.
"Empecé a ir a una iglesia y eso me dio mucha tranquilidad, además, cuando arrestaron a Jiménez sentí un gran alivio porque sabía que ya no iba a hacer más daño.
Yo fui al juicio y lo que se dijo ahí era que Cri Cri se había drogado y llegó a robar a mi casa y al encontrar a mi mamá sola la atacó. Él siempre mantuvo la cabeza baja y nunca me pidió perdón, pero aún así yo decidí perdonarlo porque era lo mejor para mí, solo así podía sanar el dolor que sentía", narró.
Actualmente, Marco tiene 67 años y vive en un apartamento que hizo a la par de la casa en la que mataron a su mamá. Nunca se casó ni tuvo hijos, por lo que para él doña Luz era toda su familia.
No acostumbra ir al cementerio porque dice que prefiere recordar a su viejita con la alegría que la caracterizaba y no en medio de un lugar frío y sin vida.
“Mi mamá fue muy querida, la gente tiene buenos recuerdos de ella y a eso es a lo que yo me aferro, a lo bonito que vivimos juntos. No le voy a decir que no me acuerdo de ella porque claro que lo hago, pero ya no siento dolor”, comentó.