El estadounidense Stephen Paul Sandusky, una de las seis víctimas de la masacre de Buenos Aires, zona sur, es recordado con cariño por muchas personas de Llano Bonito, sitio donde sucedió la matanza.
Sandusky se asentó en esta comunidad entre el 2004 y 2005, él le dio trabajo a los lugareños e intentó hacer crecer económicamente a la comunidad, pero además fue clave para resolver el asesinato del costarricense Edgar Rojas Blanco, de 41 años, homicidio que ocurrió en la misma finca donde mataron al extranjero el 17 de octubre de este año.
Potranco como le decían de cariño a Rojas, fue atacado la mañana del lunes 14 de agosto del 2006, al recibir un disparo que le provocó la muerte en minutos, él en medio de su agonía agarró el celular y llamó a Sandusky, primero para pedirle ayuda y también para decirle el nombre de quién lo había atacado: el expolicía Gerardo Saldaña Araúz, hombre que tenía escasos días de haber dejado de trabajar con Stephen y Rojas.
Sandusky le llevó justicia a familia tica
William Rojas, hermano de Edgar, junto con sus otros allegados y su mamá, doña Hilda Blanco, viven agradecidos con el estadounidense, porque su declaración en el Tribunal Penal de Pérez Zeledón fue esencial para que obtuvieran justicia para su ser querido.
Sin embargo, en este mes revivieron el dolor, 15 años después de haber perdido a su pariente, debido a la masacre en la que fue asesinado Stephen junto a César Quesada y Claudia Alina Villarevia (esposos), Daniel Quesada (hijo mayor de la pareja) y los novios Willy Borbón Muñoz y Susan Zúñiga.
“Nosotros siempre hemos sido de Cañas, Buenos Aires, que está a la par de Llano Bonito, mi hermano tenía su finca y trabajaba tanto en la de él, como en la de los otros dueños, fue así como llegó a conocer a Stephen, ya que Edgar le trabajó a la persona que le vendió al gringo y por medio de una recomendación se convirtió en un peón para él.
“Ellos estaban formando una sociedad para tener ganado y como don Stephen no sabía nada sobre reses, él le dijo a mi hermano ‘yo pongo el ganado y la finca, mientras que usted pone su conocimiento y así tenemos este negocio’”, recordó William.
Por lo que además de ser empleado se convirtió en socio de Sandusky, el negocio entre ellos iba muy bien, asimismo, Edgar seguía moviendo peones para que le dieran el mantenimiento necesario al terreno.
De acuerdo con la familia de Edgar, Gerardo Saldaña era peón de Stephen y de Edgar, les ayudaba con las limpiezas. Los problemas con Saldaña surgieron cuando se perdieron 37 láminas de zinc, perling, cajas de hierro, entre otros materiales de construcción que estaban para hacer un corral entechado.
“Ellos (Edgar y Saldaña) tuvieron una discusión, mi hermano le dijo ‘usted se robó el zinc’ , Gerardo lo sentenció y le dijo que lo iba a matar, pero mi hermano como lo conocía le dijo ‘aquí usted no mata nada’”, recordó William.
Después de esta situación Saldaña fue despedido.
El domingo antes de ser asesinado, Edgar llamó a un primo y le dijo que denunciaría a Saldaña por el robo.
Al amanecer del lunes, horas antes de morir, Edgar pasó por la casa de su mamá, doña Hilda, y como si ella presintiera le dijo que no fuera a la finca, pero él le dijo que debía ir a dejar un peón, se subió a un cuadraciclo que era del estadounidense y se fue.
Cuando él estaba bajando hacia otra finca, luego de dejar al empleado fue cuando ocurrió la agresión.
“A mi hermano lo atacaron en una curva cerrada, en medio de un cañal, seguro lo paró y le disparó, el tiro le entró por la espalda, el cuadraciclo que andaba se lo quitó y lo tiraron a un guindo, me imagino que el responsable solo andaba un tiro, no le pudo quitar el celular y esa fue la salvada de mi hermano, si se lo hubiese quitado, seguramente se muere allí y eso queda impune, porque hubiese pasado mucho tiempo para que lo encontráramos, seguro hubiese quedado impune”, contó William.
Agregó que el extranjero enloqueció y hasta llegó armado a donde quedó Edgar recostado a unos árboles de amarillón y corteza.
“Un cuñado de nosotros de nombre José Ceciliano lo recogió en un carro, pero murió en el Ceibo, cuando lo llevaban para el hospital de Buenos Aires”, recordó el hermano.
Saldaña huyó del sitio, se fue para la casa, en donde supuestamente se bañó para borrar los residuos de pólvora.
“El arma que utilizó no era de él, se la habían prestado”, recordó William.
La víctima fue sepultada en el cementerio de Cañas, Buenos Aires, junto al cuerpo del papá.
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Las autoridades detuvieron al sospechoso el martes 15 de agosto del 2006, en ese momento lo acusaban de los delitos de homicidio calificado en contra de Edgar Rojas y hurto simple contra Stephen.
Estuvo en prisión preventiva y el juicio inició el martes 23 de octubre de 2007, terminó el lunes 26 de noviembre de ese mismo año, a las 9 a.m. en el Tribunal Penal de Pérez Zeledón. Durante el juicio Stephen declaró todo lo que sabía.
Los expedientes judiciales señalan que los jueces decidieron readecuadar el delito de homicidio calificado a homicidio simple y además no encontraron pruebas suficientes contra Saldaña por el robo de los materiales de construcción.
“Este Tribunal resuelve declarar a Gerardo Saldaña Arauz, absuelto de toda pena y responsabilidad por el delito de hurto simple en perjuicio de Stephen Sandusky y se declara autor responsable del delito de homicidio simple en perjuicio de Edgar Rojas Blanco, por lo que se le impone la pena de doce años de prisión”, señaló el por tanto.
“La declaración de Stephen fue fundamental en un lugar donde no había testigos, nunca estuvimos satisfechos con la condena, pero siempre agradecimos que tuviera un poquito de justicia”, dijo William.
Muerte por venganza
Luego de varios recursos de apelación y casación los jueces concluyeron que la agresión fue por venganza.
“Es criterio del Tribunal que de la prueba recabada, lo que se desprende es que el acusado dio muerte al ofendido motivado en un fin de venganza….antes de los hechos existía una enemistad entre Saldaña y el ofendido, motivada por haber sido despedido del trabajo por Edgar Rojas, ya que éste sospechaba que el encartado había sustraído unas láminas de zinc y perling, siendo este un hecho conocido por el encartado por cuanto el ofendido le manifestó sus sospechas a varias personas de la comunidad de Llano Bonito.
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“El acusado le dijo al testigo José Antonio Madrigal, que consideraba la posibilidad de matar al ofendido, porque el ofendido se entrometía en su vida y trabajo al punto de que lo despidieron, e incluso un día antes de la muerte del ofendido, el encartado retó a pelear a Edgar al enterarse que había presentado una denuncia en la Fiscalía de Buenos Aires por la sustracción, circunstancias que denotan que el acusado estaba sumamente molesto con el ofendido...”, señaló la Sala de Casación Penal, el 23 de mayo del 2008, ante los recursos interpuestos por la defensa de Saldaña y el Ministerio Público.
La vida cambió para todos
William asegura que después del homicidio de su hermano, Stephen mantuvo las reses un tiempo, luego las vendió porque lo asaltaban a cada rato.
“En la propiedad don Stephen comenzó a sembrar café, mi hermano era muy respetado en la comunidad, pero luego de su muerte todo cambió, luego de la muerte de mi hermano no había ocurrido ningún otro asesinato, hasta ahora quince años después con la masacre”, mencionó William.
Edgar dejó tres hijos, ellos ahora viven en Uvita, Osa.
“Él era muy amoroso con sus hijos, una persona muy recta y honrada, eso sí, mi hermano no se dejaba atropellar por nadie. Nuestro pueblo es de buena gente, de buenos principios, pero estos hechos nos han marcado”, aseguró.
Stephen, pasaba de vez en cuando a saludar doña Hilda Blanco, mamá de Edgar. Ella fue muy fuerte porque en tres años seguidos perdió a tres personas importantes, primero su esposo, Víctor Rojas, luego a sus hijo Edgar y Carlos, quien murió de muerte natural.
“Mamá es una guerrera, es una señora muy fuerte, el dolor lo llevará por dentro y aquí sigue con nosotros”, concluyó don William, quien guarda unas espuelas de andar a caballo con cariño porque eran de su hermano.
Saldaña murió en el 2013, no cumplió toda la condena, él sufría de un cáncer.