La época de fuertes lluvias e inundaciones trae dolorosos recuerdos para la familia Garita Sanabria, vecina de Tres Ríos de Cartago.
Este hogar ha sido fuertemente golpeado dos veces por las cabezas de agua.
La primera fatalidad ocurrió hace 25 años, el 4 de noviembre de 1994, cuando el bombero Jorge Garita Loaiza, de 40 años, murió arrastrado por una cabeza de agua que pasó por la quebrada El Fierro, en San Rafael de La Unión de Cartago, y se llevó una casa. Ese día murió también el bombero Leonardo Calvo Cascante, de 24 años, y el dueño de la vivienda, Víctor Julio Loría, de 33 años.
Don Jorge Garita era el esposo de doña Ana Lucía Sanabria, para ese entonces tenían 15 años de casados y eran padres de cinco hijos de edades de 14, 13, 11, 8 y 2 años.
La profesión de don Jorge era mecánico automotriz en el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) en El Alto de Ochomogo, pero desde 1979 era bombero voluntario.
Él murió haciendo lo que más le apasionaba y salvando la vida de desconocidos, así lo recuerda doña Ana Lucía, la esposa.
“Nosotros nos casamos en mayo de 1979 y dos meses antes él se había inscrito como bombero voluntario, a él le apasionaba esa profesión, recuerdo que tenía un radio de comunicación y él escuchó la alerta de las inundaciones cerca de donde vivíamos, de inmediato se puso las botas y el equipo para ir a dar ayuda, era muy fiebre para los bomberos”, recordó la viuda.
Era un viernes a las 5:45 de la tarde. Indiana, la única chiquita de la casa y quien para ese momento tenía 11 años, tuvo clases en la escuela y recuerda que su papá acostumbraba ir a recogerla siempre; pero ese día no fue por ella.
Llovía mucho, en el hogar de don Jorge estaban a salvo sus cinco hijos junto a su esposa, estaban viendo las noticias de la noche cuando escucharon que tres personas habían sido arrastradas por una cabeza de agua y que dos de ellos eran bomberos.
“A mí no me lo tuvieron que decir, lo presentí apenas escuché la noticia, dije ’uno de ellos es Garita’, las horas pasaron, él nunca llegó, la pasé en vela y al siguiente día los jefes llegaron a la casa a confirmarme lo que ya había presentido”, expresó esta valiente mujer.
El cuerpo de don Jorge fue encontrado al día siguiente a las 7 a.m y el funeral fue el domingo 6 de noviembre de 1994, en la iglesia católica de Tres Ríos.
Murió un mes antes de estrenar casa
Doña Ana Lucía recuerda el gran esfuerzo de su amado para construir una casa para su familia, planeaban pasarse en diciembre de ese año.
“Jorge sacaba tiempo para construir la casa para la familia, no descansaba ni los domingos y le ilusionaba saber que era propia, él murió un mes antes de estrenarla, por eso no me quise pasar de inmediato, no me sentía cómoda sabiendo que él no estaba”, recordó doña Ana Lucía.
Esta mujer tuvo que llenarse de coraje y sacar adelante a sus hijos, cuenta con la ayuda de sus hermanas, quienes nunca la dejaron sola.
“Mi familia siempre está para nosotros, sé que son capaces de quitarse el bocado para dárnoslo, desde que mi esposo falleció ellos están para nosotros, dos años después de que él murió decidí que debíamos vivir en la casa que construyó con tanto amor”, dijo doña Ana.
Otro doloroso golpe
La vivienda estaba en barrio La Florencia de Tres Ríos, allí los niños comenzaron hacerse grandes hasta que el mal tiempo volvió hacer daño, el río Tiribí creció y el 28 de agosto del 2010 otra fuerte corriente se llevó primero el patio y en cuestión de minutos la mitad de la vivienda.
“Primero vimos que se fue el patio y comenzamos a sacar algunas cosas, a las siete de la noche de ese día escuchamos que la casa traqueó y se fue todo, gracias a Dios no hubo otra tragedia, esta vez todo fue material”, dijo Indiana.
Doña Ana Lucía asegura que el agua casi se la lleva a ella y a su hijo de nombre Renato.
“Nos vimos en alitas otra vez, era otra tempestad, nos perseguía el agua, seguro como la que mi esposo no soportó”, expresó.
Recuerdos que no tienen precio
Doña Ana Lucía no se volvió a casar y se dedicó a sus hijos, las hermanas de ella le ayudaron para obtener otra casa, para que por tercera vez empezara de nuevo.
“En un minuto lo perdimos, fue duro y todavía lo lloramos, sigue doliendo, él era un buen papá, mis hijos estaban pequeños, lo sufrieron mucho”, comentó la esposa.
La familia guarda como un tesoro las botas, el traje de bomberos, varios reconocimientos y la bandera de Costa Rica que les entregaron en el funeral.
Además, en el parque de La Unión hay una placa con los nombres de los dos bomberos y cada aniversario se reúnen para hacerles un homenaje.
“Los bomberos año a año tienen la memoria de mi papá y la de su compañero, Leo, presente, les llevan flores y hasta toman lista, dando a entender que ellos faltan”, comentó Indiana. La familia nunca falta a esta actividad y constantemente dedican misas en su honor.
Garita era el mayor de seis hermanos y el amor por los bomberos nadie se lo heredó, él lo traía en la sangre; sin embargo en la familia ninguno siguió sus pasos.
Doña Ana Lucía cuenta que le tocó duro para sacar a sus hijos adelante sin la presencia de su esposo, pero siempre les enseñó que tenían un ángel y que por él tenían vida.
“En estos veinticinco años solo lo he visto dos veces en sueños”, asegura la valiente mamá.
La familia cuenta que cada vez que escuchan las noticias sobre inundaciones reviven todo el dolor que ellos han soportado.
Una semana de búsqueda
Héctor Chaves, director de Bomberos, recordó a sus excompañeros Garita y Calvo, describió que la búsqueda de ellos y la de Víctor Julio ha sido la más difícil que le ha tocado.
“En los noventa yo era jefe de los bomberos voluntarios de Santo Domingo de Heredia y Garita era el jefe de los voluntarios de Tres Ríos, entonces nos conocíamos, teníamos esa relación de amistad por ser compañeros de compañía”, dijo Chaves.
En la memoria aún tiene el recuerdo de escuchar por radio que dos bomberos y una persona estaban siendo arrastrados por el agua.
“Escuchamos el despacho, pero no entendíamos por qué no hacían algo para rescatarlos, solo daban el informe, de inmediato varios nos fuimos para ese lugar y era algo impresionante, porque lo que generalmente es una quebrada se había convertido en un río, el agua llegaba hasta la calle y era un caudal que iba a una velocidad increíble, era imposible hacer algo, porque nada se veía”, dijo.
A varios bomberos los mandaron a las plantas hidroeléctricas, pusieron lámparas, pero la primera noche no se encontró nada.
Al siguiente día, a las 5 a.m. en el sitio donde colapsaron las casas estaban coordinando el rastreo con mapas, cuando dieron la alerta que veían una pierna que salía entre la arena y un tronco, esto fue a un kilómetro de donde fueron arrastrados.
Se trataba del cuerpo de Garita, estaba desnudo, la fuerza del agua le había arrancado la ropa.
Las búsquedas de los otros dos cuerpos siguieron, los días pasaron y no aparecían.
La conclusión era que los otros dos cuerpos ya habían pasado por seis represas hidroeléctricas y estaban en el río Tárcoles, los bomberos hasta recibieron una capacitación de cómo buscar en este sitio, por la presencia de cocodrilos.
A la semana encontraron en la desembocadura del Tárcoles al mar, en Tarcolitos, entre varios escombros el cuerpo de Leonardo Calvo, a los dos días apareció el de Víctor Julio Loría.