Una hermosa joven que se ganaba la vida como “dama de compañía” se convirtió en la carnada perfecta para que una mujer llamada Rosey Vargas Mora guiara a su expareja, el empresario James Norris, un estadounidense millonario, hasta una trampa mortal.
La muchacha, quien no sabía lo que le esperaba al estadounidense, fue una de las principales piezas del macabro plan de Vargas para adueñarse de todos los bienes del extranjero, quien también era su socio en varias sociedades.
Para no “ensuciarse” las manos, Vargas contrató a dos “quiebraventanas” de Hatillo, quienes el martes 17 de febrero del 2009 asesinaron de varios balazos a Norris, de 47 años, en la entrada de su discoteca de nombre Boungavillea, ubicada en La Palma de Parrita. en Puntarenas.
La mujer pensó que el plan le había salido a la perfección; sin embargo, los agentes del OIJ de Quepos a cargo del plan la desenmascararon.
Uno de esos investigadores fue Víctor Chaves, quien actualmente es el subjefe del OIJ de Liberia.
“Afortunadamente pudimos determinar que a esta señora la codicia la envenenó a tal punto que buscó la forma de darle muerte al señor Norris, con el fin de quedarse con todos sus bienes”, mencionó Chaves.
Confiaba a ciegas en ella
La historia entre Norris y Vargas inició a mediados del 2003 luego de que el empresario se mudó a Costa Rica, específicamente a Parrita, para hacer varias inversiones, entre estas la construcción de la flamante discoteca Boungavillea.
“Era una persona con una visión muy bonita, en aquel entonces Parrita no tenía locales muy agradables y este señor llamó la atención de todos porque hizo ese establecimiento muy elegante, bastante bonito y lujoso”, recordó Chaves.
Norris conoció a Vargas y poco tiempo después iniciaron una relación sentimental, que, según Chaves, duró cerca de dos años, luego se separaron, pero continuaron juntos como socios.
“Este señor depositó toda su confianza en Vargas, de hecho la nombró en varias sociedades que tenía y por unos tres años mantuvieron una relación como de socios”, añadió el investigador.
¢10 millones
— habría pagado Vargas Mora al intermediario para que este contratara a los dos quiebraventanas.
Deseaba dinero de propiedad
Según la investigación del OIJ, Vargas habría empezado a darle forma a su plan a finales del 2008, luego de que Norris decidió venderle a un señor una de sus propiedad en Playa Palo Seco, que en aquel momento estaba valorada en $115 mil (unos ¢72 millones).
Chaves contó que antes de que se acordara esa venta, Vargas y un amigo suyo apellidado Casanova, conocido en la zona como Manito, intentaron venderle por debajo esa misma propiedad al señor interesado, pero este le contó al extranjero lo que pasaba y eso dio pie a una discusión entre Norris y la mujer, la cual al final no quedó en nada.
Como parte del acuerdo, el nuevo dueño de la propiedad le pagaría a Norris en dos tractos, el primero lo hizo en diciembre y el segundo lo iba a realizar el 20 de enero del 2009, al enterarse de esto Vargas decidió poner en marcha su plan para adueñarse de esa millonada.
La mujer le contó a Manito lo que tenía en mente y este decidió ayudarla, diciéndole que tenía un contacto en puesto diez de La Reforma, en San Rafael de Alajuela, que les ayudaría a contactar otro reo que conocía a unos sicarios de Hatillo, en San José.
La Policía Judicial logró comprobar que en más de una ocasión Vargas y Casanova visitaron dicho centro penal, pero llegaban con el cuento de que iban a ver a otro privado de libertad.
Primer intento
Como parte de su plan, el 19 de enero del 2009, un día antes de que se efectuará el segundo pago por la propiedad, Vargas le pidió a Norris que la acompañara a un restaurante en Parrita para que cenarán junto a unos amigos de ella.
La mujer logró entretener al empresario hasta la medianoche, tiempo suficiente para que los dos sicarios que había contratado se escondieran en una casa desocupada contiguo a la de la víctima, en el Invu de Parrita.
Cuando Norris llegó a su casa los gatilleros ni siquiera lo dejaron bajarse del carro y lo atacaron a balazos, el extranjero recibió varios disparos, pero ninguno comprometió su vida.
“Él denunció en el OIJ que lo habían tratado de asaltar; sin embargo, viendo los detalles descubrimos que el objetivo era matarlo, pues el contó que los sujetos llegaron disparando, le robaron un bolso, pero al observar que aún estaba vivo se devolvieron a dispararle, pero en ese momento salieron varios vecinos y por eso tuvieron que huir.
“El problema fue que el señor era como muy humildón, dijo que eso no era nada, al único compañero que hablaba inglés sí le comentó que le pareció raro eso de que si lo iban a asaltar porque se devolvieron para dispararle más, pero ni siquiera supo dar características de las personas”, contó Chaves.
Aprovechó la situación
En lugar de decepcionarse porque el plan había fallado, Vargas vio en esta situación una oportunidad de enriquecerse aún más con la muerte del empresario.
“Hay algo muy interesante, porque esta señora previo al homicidio le metió miedo al señor, le estuvo hablando de que luego de ese atentado algo les podría suceder, entonces ella lo convenció para que fueran donde una abogada y él firmara un testamento donde en caso de su muerte ella se quedaba con sus bienes, de igual forma si ella era la que fallecía”, recordó el investigador.
Una vez asegurada la fortuna que recibiría por la muerte de Norris, la mujer nuevamente se puso de acuerdo con Manito para que su contacto en La Reforma los ayudara a contratar, otra vez, a los sicarios, esperando que en esta ocasión no fallaran.
El investigador contó que para este segundo ataque solo contrataron a uno de los gatilleros que participó en el primer ataque (no detalló cuál), pues el otro que participó en ese atentado era menor de edad, cuyo caso se llevó por aparte a nivel judicial.
Añadió que por medio de la investigación descubrieron que Vargas le ofreció al contacto de la cárcel ¢10 millones para que se encargara de contratar a los dos gatilleros. Chaves dijo que no lograron determinar si dicho pago se realizó, pero él presume que así fue.
Directo a la trampa
El martes 17 de febrero del 2009, casi un mes después del primer atentado, se llevó a cabo el nuevo plan de Vargas, que esta vez sí terminó como ella esperaba.
Para evitar que los sicarios fallaran de nuevo, Vargas se las ingenió para entregarles a Norris en bandeja de plata y para esto se aprovechó de “Jazmín”, la joven dama de compañía que trajo desde San José.
“Para nosotros fue interesante saber que él (Norris) estuvo ahí ese día, pues el negocio estaba cerrado, además tenía varios días con gripe, por lo que no estaba de ánimo para ir a ese lugar.
“Luego descubrimos que él fue a la discoteca porque esta señora Vargas había invitado a una muchacha que prestaba los servicios de dama de compañía y que días atrás se la había presentado a Norris”, recordó Chaves.
Trascendió que Norris compartió un rato con la muchacha y luego la fue a dejar a El Tigre de Parrita, pues ella tenía familia en ese lugar, posteriormente regresó a la discoteca, donde se encontraba Vargas junto a otras personas.
El extranjero tenía poco tiempo de estar en el local cuando de pronto una persona encapuchada tocó la puerta de vidrio de la entrada principal, él sin pensarlo mucho fue a ver de quién se trataba, pero apenas abrió fue asesinado de múltiples balazos.
13 balazos
— James Norris falleció en la entrada de su discoteca luego de recibir 13 disparos.
Chaves dijo que cuando llegaron al lugar les llamó la atención el hecho de que habían varias personas en la discoteca, al entrevistar a Vargas esta dijo que eso se debía a que todos los martes los empleados de Norris mejengueaban en una cancha de fútbol 5 y luego iban por unas cervezas al local; sin embargo, esto les sonó a puro cuento.
Testigos claves
El investigador dijo que empezaron a sospechar que el homicidio había sido planeado por alguien cercano luego de que realizaron una revisión preliminar del local.
“Ese día usé una escalera para revisar las cámaras de seguridad, especialmente las que apuntaban hacia la entrada principal, y noté que las habían movido, estaban viendo hacia el ciprés, como dice uno, además me percaté de que fue reciente (el movimiento), pues tenían telarañas reventadas”, recordó.
La mira de los investigadores se puso sobre Vargas luego de que un misterioso hombre se acercó a la escena para hablar con ellos.
“Este hombre pidió hablar conmigo y me dijo que tuviéramos mucho cuidado porque él estaba seguro de que en la muerte del gringo había participado tanto su expareja (Vargas) como un sujeto (Casanova) que andaba por ahí y ya había pasado varias veces”.
Otro elemento clave en la investigación fue la presencia de un hombre misterioso de apellido Castro, que estuvo presente en la discoteca del bar.
“Para el día del homicidio estaban en la barra Norris, Vargas, una amiga de ella, un muchacho que supuestamente era novio de Vargas y casualmente llegó un sujeto (Castro) que nunca había sido visto en la zona.
“Lo interesantes es que esas personas todas manifestaron que se tiraron al suelo y se escondieron, pero el señor que nunca había sido visto ahí y que llegó de casualidad, porque el novio de Vargas lo conoció esa noche en Parrita y lo invitó, fue el único que dio una descripción bastante importante del gatillero”.
Caen gatilleros
Todas las sospechas apuntaban a Vargas, motivo por el cual los investigadores decidieron solicitar la orden de un juez para intervenir sus comunicaciones, así fue como descubrieron todo lo que la mujer hizo para orquestar el plan que acabó con la vida de Norris.
“Logramos determinar que este sujeto de puesto diez de La Reforma se comunicó constantemente con Vargas exigiéndole dinero o que de lo contrario iba a hablar con el OIJ, porque estaban llegando a hacerle muchas preguntas”, relató el investigador.
Sumado a eso, el OIJ de San José recibió una llamada confidencial que fue vital para el caso, pues en esta se indicaba que unos quiebraventanas de Hatillo andaban comentando que habían matado a un hombre en Parrita, esto pocos días después del homicidio de Norris.
“Poco después cayó otra información de que estas mismas personas habían protagonizado un asalto a una tienda de celulares en San Pedro de Montes de Oca y cuando se dieron a la fuga chocaron y fueron detenidos. Precisamente se trataba de los sospechosos que eran parte de la investigación nuestra”, dijo Chaves.
El agente explicó que confirmaron que se trataba de los sicarios que buscaban por medio de rastreos telefónicos y análisis de datos de radio bases, los cuales los situaban en Parrita para el día del homicidio del empresario.
Luego de armar todo el rompecabezas, el 17 de febrero del 2010 el OIJ realizó un operativo para detener a Vargas y Casanova, además capturaron a una amiga de esta, que era empleada de la discoteca, y al reo que habría ayudado para contactar a los dos sicarios.
En ese operativo también pescaron a un joven de 17 años como sospechoso de participar en el atentado contra Norris.
Aceptaron condena
Chaves explicó que al final el Ministerio Público solo acusó penalmente a Vargas, Casanova, y a los gatilleros, debido a que el reo de La Reforma accedió a colaborar con el OIJ y soltó toda la sopa.
En cuanto a la amiga de Vargas, esta no fue acusada debido a que no habían suficientes pruebas en su contra; sin embargo, según el investigador, esta al parecer conocía el plan de Vargas e incluso la habría ayudado a conseguir a la dama de compañía que terminó sirviendo de carnada.
Con respecto al muchacho de 17 años, contra este se abrió una causa en la Fiscalía Penal Juvenil, pero por tratarse de un menor de edad no se pudo conocer en qué terminó dicha situación.
Las pruebas contra Vargas y el resto de acusados eran tan contundentes que en octubre del 2012 decidieron someterse a un procedimiento especial abreviado, para declararse culpables sin la necesidad de ir a juicio.
El Tribunal de Juicio de Puntarenas aceptó la solicitud de abreviado y los condenó a trece años y cuatro meses de prisión por el delito de homicidio calificado y a dos años de cárcel por el delito de tentativa de homicidio calificado, para una condena total de quince años y cuatro meses de prisión.